Las vitaminas son micronutrientes esenciales en la dieta, ya que el microorganismo es incapaz de fabricarlas por sí mismo. Entre sus muchas funciones, destacan la participación en el buen funcionamiento del sistema inmunitario, la absorción del calcio para la formación del hueso o el favorecimiento del buen funcionamiento de la piel. Por consiguiente, la carencia de ciertas vitaminas puede producir fatiga, ánimo decaído, falta de tono muscular, inapetencia, pérdida de peso o alteraciones en la conducta, como podrían ser el insomnio o la irritabilidad. Las vitaminas se pueden dividir en dos grupos. Por un lado, están las liposolubles, que se almacenan en el hígado, el tejido graso y los músculos; y por otro, las hidrosolubles, que no se almacenan en el cuerpo. En este grupo se encuentra la vitamina C y todas las del grupo B.

Durante el invierno las horas de luz solar se reducen y el organismo no produce suficiente colecalciferol, la vitamina D. En este caso, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda tomar 20 miligramos al día de esta vitamina en caso de que no se de la exposición al sol. En España, se estima que un 63,2 por ciento de la población presenta déficit de vitamina D, un problema que tiene especiales consecuencias en la mujer durante la menopausia tal y como se destacó en el marco del XXIII Curso de Formación Continuada del Grupo GEMMA (Grupo de Estudio para la Menopausia de Madrid).

Juan Enrique Garrido, vocal nacional de oficina de farmacia del Consejo General de Colegios Farmacéuticos (CGCOF) explica a El Global algunas de las consideraciones más relevantes sobre los complejos vitamínicos. El experto sostiene que la primavera y el invierno son las épocas donde más se consumen. “En primavera, por la astenia primaveral y por las alergias, la gente se encuentra cansada y recurre a ellos. De este modo, las épocas de más consumo son marzo, abril y mayo y los meses de invierno”, afirma.

Cuando una persona acude a la oficina de farmacia para adquirir complejos vitamínicos, el farmacéutico le orienta formulando una serie de cuestiones. “En primer lugar, les preguntamos qué síntomas tienen y cuántos días llevan sintiéndose mal”, reitera. Otra de las máximas, según el farmacéutico, consiste en incidir si el paciente tiene alguna otra patología o si ha acudido ya al médico. “En función de eso, le recomendamos un complejo vitamínico u otro”, añade.

Ahora hay muchas variedades de complejos, mientras que antes solamente existía una para todos”, dice. Esto se traduce en que en la actualidad ya hay disponibles para hombres y para mujeres, para mayores de 50 años, para niños y hasta incluso para pacientes que han consumido antibióticos y necesitan recuperarse de sus efectos”, reafirma.

Más demandados

Los complejos vitamínicos más solicitados en oficinas de farmacia son los que combinan minerales con vitaminas, así como los que contienen ginseng y triptófano. Hasta el momento, las personas de 60 años eran las que más demandaban este tipo de productos. Sin embargo, Garrido recalca que la situación se ha revertido y que ahora los consumen también personas jóvenes para estudiar y deportistas. En 2021, el 75 por ciento de la población reconoció haber consumido suplementos alimenticios, tal y como recoge el informe ‘Uso de suplementos nutricionales en la población española’, elaborado por la Academia Española de Nutrición y Dietética (AEND) y la Fundación MAPFRE.

Ante la pregunta de si los suplementos alimenticios pueden tener efectos secundarios en interacción con otros medicamentos, Garrido especifica que los que contienen ginseng no se recomiendan en personas hipertensas.

Beneficios que aportan

Una dieta equilibrada de frutas, verduras, cereales, algunos quesos, pescado, pollo, o carnes magras proporcionan todas las vitaminas y nutrientes necesarios. De hecho, la evidencia sugiere que el cuerpo humano absorbe mejor los nutrientes de los alimentos que los de los suplementos.

Los especialistas consideran que se debe recurrir a ellos en caso de estar embarazada o planificar un embarazo; tener osteoporosis y una dieta no aporta suficiente calcio y vitamina D; niveles muy bajos de vitamina B12 en sangre; someterse a una cirugía bariátrica; o padecer una patología gastrointestinal que evite la absorción de nutrientes específicos.

“Normalmente, cubren algún déficit en alguna vitamina o aumentan aquellas que nos vienen bien como antioxidantes o para recuperarnos de una enfermedad. El aporte correcto de vitaminas estaría cubierto con una buena alimentación en la mayoria de los casos. Sin embargo, existen casos especiales, como el de las personas embarazadas, que necesitan recurrir a ellos para cubrir ciertas deficiencias que la alimentación no aporta”, concluye Garrido.


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