Si algo caracteriza a la profesión sanitaria es su feminización; según datos de la última Encuesta de Población Activa (EPA), casi el 78 por ciento de los puestos de trabajo relacionados con la sanidad están ocupados por mujeres. Por ello, es de recibo destacar que han tenido un papel protagonista en la respuesta a la pandemia.
En el marco del Foro Mujeres de la Sanidad, se celebró la mesa redonda ‘La respuesta de las profesionales a la crisis sanitaria’. En ella, participaron mujeres con responsabilidad en diferentes ámbitos que analizaron el trabajo acometido durante los últimos meses.
¿De dónde partimos?
Dentro de la sanidad la profesión feminizada por antonomasia es la enfermería. Precisamente estas profesionales han sido cruciales en la lucha en primera línea contra la pandemia. Adelaida Zabalegui, miembro de la junta directiva de Nursing Now, detallaba que dentro de este gremio “el 75 por ciento de personas son mujeres, pero de estas, únicamente el 25 por ciento ocupa puestos de responsabilidad”. Mirando al futuro, auguraba que “este porcentaje no variará excesivamente”. Zabalegui también contaba que “se han llevado a cabo múltiples estrategias para atraer a más hombres a la profesión”, recalcando que no ha sido muy efectivo ya que, a nivel mundial “representan alrededor del 15 por ciento de la fuerza laboral en enfermería”.
Mujer en el ámbito asistencial
Consecuencia directa de esta feminización es que las sanitarias hayan sido más proclives a contagiarse. “Nos contagiamos más porque somos más las mujeres en el ámbito de la asistencia, mientras que los líderes siguen siendo hombres”, precisaba Iria Miguens, urgencióloga y directora de MUEjeres en la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (Semes). Miguéns ponía en valor el papel de las mujeres en esta crisis, en la que consideraba que “se ha demostrado que estamos a la altura en la toma de decisiones en momentos críticos y que sabemos conciliar”.
“Los sanitarios hemos vivido todo muy de cerca, la asistencia a pacientes COVID-19 ha sido muy dura”, recordaba Carmen Diego, neumóloga y secretaria general de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR). La experta opinaba que hay un gran número de personas que todavía no son conscientes de esto, y planteaba que “quizá deberían haberse mostrado imágenes más duras, puesto que en los hospitales lo que se vivió fue tremendo”. De esta manera, Diego insistía en la necesidad de poner en perspectiva lo que está suponiendo la pandemia para los sanitarios.
En esta ecuación, tampoco se puede dejar de lado a la farmacia. “Tenemos farmacéuticos y farmacéuticas en muchos ámbitos: hospitales, atención primaria, administración, salud pública… pero el grueso, alrededor del 80 por ciento, están en la red de oficinas de farmacia”, relataba Ana López Casero, tesorera del Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos (CGCOF). “En la red de farmacias, muchas mujeres son propietarias, pero creo que no hay que poner el foco en esto sino en otros como la industria, la política o la gestión hospitalaria; si en estos se integrase el liderazgo femenino, se lograría una perspectiva más colaborativa y humanista que derivaría en decisiones diferentes”, vaticinaba.
Comunicación en la pandemia
Un debate que ha surgido es el relativo a la comunicación sobre la COVID-19. Iria Miguèns aseveraba que “la comunicación ha fallado ya que se ha infantilizado a la población; no es necesario imprimir el morbo, pero hay periodistas especializados que saben hablar de estos temas y habrían transmitido mejor el mensaje”, opinaba.
También compartía esta visión Carmen Diego, quien se refería a que “se vendió un mensaje demasiado positivo”. “Viendo los comportamientos en la segunda y tercera ola, la sensación es que al final las únicas personas que se han sensibilizado sobre la situación son los familiares de personas afectadas, los que lo han vivido de cerca”, expresaba. Por ello, abogaba por “empoderar al paciente teniendo en cuenta que estamos tratando con gente adulta”.
“El sistema sanitario no ha invertido suficiente en la promoción de la salud y la prevención de enfermedades”, señalaba Adelaida Zabalegui. Así, proponía “dar la vuelta al mensaje, explicando por qué las medidas que se toman en cada caso son buenas, enfatizar en la promoción de la salud y contribuir a cambiar los hábitos y el comportamiento”.
Ana López-Casero compartía una reflexión; “como sociedad no estábamos preparados para algo así, que toca la salud y la economía se para; es una lección de humildad y como no estábamos preparados, la comunicación ha sido infantil”. Aquí, coincidía con el resto de las ponentes en que “se debería haber transmitido que somos vulnerables y que la ciencia, talento y vocación de los profesionales son los que nos van a sacer de esta”. Además, López-Casero destacaba que en estos meses se ha puesto de relieve que “el SNS ha dado síntomas de fatiga; por ello, es momento de repensar y reformar la sanidad, si no, esta crisis no habrá sido útil en términos de aprendizaje”.
Lecciones aprendidas
Aplicar lo aprendido no puede ser únicamente cuestión de voluntad. Para mejorar, Adelaida Zabalegui apuntaba a “conocer la realidad” y conseguir “más colaboración entre el nivel central y los gobiernos autonómicos”. En cuanto a la profesión, Zabalegui ponía el foco en algunas de sus necesidades como “tener unas condiciones dignas que permitan desempeñar su labor adecuadamente”. También, resaltaba que en sanidad “se trabaja como un equipo multidisciplinar con médicos, enfermeras, farmacéuticos, farmacia hospitalaria e industria que tenemos que trabajar conjuntamente para lograr un sistema robusto”.
Aumentar los recursos es fundamental para Iría Miguèns. “Tenemos que invertir en sanidad: médicos, enfermeras, farmacia… desde luego, ver esta inversión en los presupuestos sería el gesto más evidente de que hemos aprendido algo”, constataba. Concretamente, Miguèns hacía referencia a la medicina de urgencias, de la que forma parte, a la que argumentaba que han afectado problemas tales como “las jornadas excesivas, el cansancio, la incertidumbre sobre el contagio, los problemas legales, la toma de decisiones o las limitaciones terapéuticas”. Por ello, armar al sistema de recursos sería útil según la especialista en aras de “atender al paciente y sacarle adelante; para luego humanizar esta atención, hay que tener grandes profesionales detrás; para esto hay que dotar de recursos a los ciudadanos”.
Dudas sobre el avance
“Soy un poco escéptica sobre si hemos aprendido algo o si nos hemos limitado a ir apagando fuegos”, afirmaba Carmen Diego. La experta también ponía el foco en la mejora de recursos humanos alegando que “si no se mejoran las condiciones laborales, los sanitarios españoles se van a seguir yendo; esto se ha esgrimido como excusa para no invertir, poniendo como excusa la crisis de 2008 y otros problemas, pero la precariedad laboral es algo con lo que hay que acabar ya que, si no, seguiremos teniendo fuga de profesionales”.
Ana López-Casero se mostraba dubitativa sobre el aprendizaje adquirido. “Hasta que no vea unos Presupuestos Generales del Estado en los que se ponga el foco en una Atención Primaria con recursos y fuerte, en políticas de prevención y salud pública e integrando en esta a la red de farmacias… no podré pensar que la situación está cambiando”, aseveraba. En este contexto, ponía en valor las posibilidades de la farmacia para atender a esta y futuras crisis, señalando que el colectivo se ofreció para “ver qué podíamos hacer y para que ante otra situación así, esto no pasara; las oficinas de farmacias estuvimos ahí cuando todo se cerró y ahora y en el futuro creemos que podemos seguir siendo de ayuda en múltiples aspectos”.
Consecuencias de la pandemia
Dos de las consecuencias más sonadas de la pandemia han sido el impacto en la salud mental y el hecho de que el resto de las enfermedades hayan quedado en un segundo plano.
Sobre salud mental, Iría Miguèns apostaba por “potenciar la salud mental, también en los profesionales; en pacientes es momento de potenciarla puesto que hemos detectado muchos nuevos casos, y hacía mucho tiempo que no veíamos tantos intentos autolíticos”. Dentro de este aspecto, la experta aludía a hechos concretos que han motivado estas afecciones como “los confinamientos o los duelos patológicos en personas que han perdido a familiares y no han podido completar el ritual”.
“Con las enfermedades mentales veremos después un tsunami de enfermedades crónicas, entre las que también se incluirán las mentales, por la COVID-19 lo ha copado todo”, auguraba Carmen Diego. “Atendí una conferencia en la que se comparaban las consecuencias del coronavirus a las de las dos guerras mundiales, ya que nos enfrentamos a una crisis sanitaria pero también económica; esto derivará en trastornos como depresión o ansiedad”, detallaba. Por ello, consideraba fundamental “la atención en este ámbito a los sanitarios, ya que es necesario que estén fuertes para atender lo que pueda venir”.
Además, Miguèns apuntaba al descuido que se ha observado en otras afecciones. “Hay patologías como los infartos, en que un 25 por ciento de los pacientes no acudieron al hospital o los ictus, con un 35 por ciento de pacientes que se quedaron en sus domicilios; también ha fallado el diagnóstico de tumores o su cambio de estadío… por ello el sistema debe mejorar mucho, para poder atender a todos”, lamentaba.
Impacto en mayores
Y uno de los grupos poblacionales que más ha sufrido la pandemia es el de los mayores. Según Adelaida Zabalegui, “muchos contaban que no querían molestar, otros que se sintieron abandonados por sus familias… la parte positiva es que la tecnología nos ha ayudado a establecer puntos de contacto entre familiares”, destacaba.
En este sentido, Iría Miguèns extendía la responsabilidad a todos agentes sanitarios, apuntando a que se debería haber definido “cómo actuar, se debería haber gestionado todo de cara a este grupo, preservando recursos para ellos y atendiendo a las residencias y familias”. Para solventarlo, instaba a “dar la cara, pedir responsabilidad a nivel constructivo y empezar a trabajar en esta materia, pero sin usarlo como arma política”.