La crisis del Covid-19 está cambiando vertiginosamente nuestra forma de hacer muchas cosas. También en el sector sanitario y farmacéutico. A modo de ejemplo, ahora es posible llevar a cabo trámites de forma innovadora (por ejemplo, en la atención sanitaria y el seguimiento de los pacientes, o en la prescripción y dispensación de medicamentos) que hasta hace pocos meses no eran admisibles, con herramientas tecnológicas y digitales que ya teníamos a nuestro alcance. Las novedades adoptadas durante esta excepcional situación siempre han tenido como epicentro la salvaguarda de la salud y el bienestar de los pacientes. Tal vez algunas de éstas hayan llegado para quedarse definitivamente entre nosotros, el tiempo nos lo dirá cuando tengamos la perspectiva suficiente para poder evaluarlas adecuadamente.
No es mi intención, sin embargo, referirme aquí a todas estas novedades adoptadas a raíz de la pandemia, sino al llamado proyecto “UNICOM”, iniciado justamente poco antes de dicha crisis sanitaria (concretamente en diciembre de 2019), y del que la AEMPS se hace ahora eco en un comunicado publicado recientemente sobre dicho proyecto. Este proyecto europeo está desarrollado por un consorcio que agrupa a más de 70 organizaciones de diferentes países, entre ellas las principales agencias reguladoras de los medicamentos (entre ellas la AEMPS).
Aun sin surgir con motivo del Covid-19, UNICOM tiene como objetivo mejorar la seguridad de los pacientes y, en definitiva, lograr una mejor atención médica para todos, mediante la implementación de un conjunto de normas o estándares de la Organización Internacional de Normalización (ISO) que permitan una identificación global e inequívoca de los medicamentos. Según explica la AEMPS, “la identificación unívoca de medicamentos es un reto global, ya que un producto con un mismo nombre puede tener diferentes composiciones en diferentes países (o viceversa), haciendo imposible la dispensación o el intercambio, incluso en lugares donde estos están permitidos”.
Sin duda, poder eliminar estas divergencias y lograr la tan deseada interoperabilidad semántica de medicamentos a nivel europeo favorecerá a todos los agentes del sector: a las compañías farmacéuticas solicitantes de autorizaciones de comercialización de medicamentos y a las agencias reguladoras, tanto nacionales como a la propia EMA, que deben resolver acerca de dichas solicitudes; a los profesionales sanitarios en el ámbito de los servicios de salud digital transfronterizos (evitando posibles errores en las prescripciones de medicamentos, o permitiendo dispensaciones más exactas de dichos medicamentos); a todas las empresas y entidades que prestan sus servicios en el sector farmacéutico, pues podrán mejorar su capacidad de innovación y competitividad. También, muy importante, en la optimización de las labores de farmacovigilancia de los medicamentos a nivel global, que permitan, efectivamente, garantizar un uso seguro de los mismos. Y, por último, pero al fin y al cabo más importante, en beneficio de la seguridad de todos los pacientes.
En definitiva, un buen ejemplo de cooperación que no entiende de fronteras, y que deseamos culmine con gran éxito.