El avance de la colaboración público privada en obesidad tiene su explicación en las ventajas de facilitar que las innovaciones beneficien al paciente, al sistema y a la sociedad en su conjunto. Para hacerlo se debe ir más allá de la provisión de un medicamento: se debe investigar para hallar respuestas, establecer el impacto real, analizar la RWE, los resultados en salud y aquellos datos que ayuden a tomar las mejores decisiones para el sistema sanitario.
Los nuevos tratamientos para la obesidad, como los agonistas de GLP-1 y GIP, están revolucionando la forma en que entendemos y tratamos esta enfermedad. Por primera vez, se vislumbra la posibilidad de modificar su historia natural. A lo largo de los años, la obesidad ha sido tratada como una enfermedad crónica que, en muchos casos, era manejada a través de enfoques tradicionales como dietas y ejercicios, con éxito limitado.
Sin embargo, los nuevos fármacos, como Mounjaro (tirzepatida) y Ozempic (semaglutida), representan una innovación que no solo mejora la pérdida de peso, sino que también reduce los riesgos de enfermedades asociadas, como la diabetes tipo 2 y los trastornos cardiovasculares.
Este cambio en el panorama terapéutico es significativo. Los estudios clínicos han demostrado que estos agonistas pueden inducir una pérdida de peso del 15 al 20%, cifras que hasta ahora solo eran posibles con intervenciones quirúrgicas como la cirugía bariátrica. Lo importante de este logro es que se aborda el componente fisiológico de la obesidad, modulando las señales hormonales que regulan el apetito, la ingesta de alimentos y el metabolismo de la glucosa.
Reino Unido
A medida que el Reino Unido avanza con planes para expandir el acceso a Mounjaro, queda claro que la adopción de estos nuevos tratamientos tendrá un impacto no solo a nivel de salud individual, sino también en los sistemas sanitarios. La eficacia de Mounjaro frente a Ozempic ha sido una de las principales razones por las que el Reino Unido ha decidido priorizar su uso en la lucha contra la obesidad, basándose en estudios que muestran una mayor reducción de peso y mejores resultados en la mejora del perfil metabólico de los pacientes.
No obstante, para que estas intervenciones tengan éxito a gran escala, es imprescindible rediseñar la asistencia sanitaria. Es fundamental una aproximación multidisciplinar que involucre no solo a los especialistas en obesidad y endocrinología, sino a otros especialistas y también a los profesionales de atención primaria.
De hecho, la evidencia en vida real («Real World Evidence») señala que la atención primaria podría desempeñar un papel crucial en el seguimiento de los pacientes, asegurando que los tratamientos lleguen a un público más amplio y se implementen de manera efectiva. Además, la coordinación entre los centros de atención primaria y los hospitales de referencia facilitaría el desarrollo de estudios amplios que puedan proporcionar más datos sobre la efectividad y seguridad de estos tratamientos a largo plazo.
11 Claves en obesidad
En primer lugar, la prevalencia alta (1). En España, más del 50% de la población tiene sobrepeso o padece obesidad, lo que convierte esta condición en uno de los mayores desafíos para la salud pública. Además, la obesidad supone casi el 10% del gasto sanitario (2), lo que refleja la magnitud del problema no solo en términos de salud, sino también de impacto económico. En España, sobre los 8.000 millones de euros de costes al sistema sanitario púbico en la actualidad.
La obesidad está fuertemente vinculada a varias comorbilidades (3), incluyendo la diabetes, las enfermedades cardiovasculares e incluso ciertos tipos de cáncer. Esto subraya la importancia de tratar la obesidad como una condición crónica que requiere un enfoque continuo y multidisciplinar (4). Sin embargo, la llegada de estos tratamientos innovadores abre la puerta a la posibilidad de modificar la historia natural de la obesidad (5), algo que hasta ahora no era posible con las intervenciones tradicionales.
Ámbito laboral
Otro aspecto relevante es el impacto de la obesidad en el ámbito laboral (6). Las personas con obesidad tienen una disminución de su productividad y por tanto mayores dificultades para encontrar o mantener el empleo, lo que añade una dimensión socioeconómica importante al problema. En el Reino Unido, una de las metas de la estrategia de tratamiento de la obesidad es precisamente aumentar la reintegración laboral de quienes padecen esta condición, reduciendo así la carga no solo sobre el sistema de salud, sino también sobre el mercado laboral.
Pero nada se estaría planteando si no hubiera innovación asociada (7). La obesidad es una enfermedad compleja que requiere medidas a largo plazo. En España, por ejemplo, la falta de una estrategia nacional integral (8) para abordar la obesidad dificulta la implementación de intervenciones efectivas. En este sentido, tomar nota de países como el Reino Unido, que están adoptando enfoques innovadores, podría ser clave para mejorar la respuesta española a la obesidad.
«Tratar la obesidad podría adelgazar y hacer más saludable al sistema sanitario»
El impacto en los sistemas sanitarios (9) es un aspecto crucial al considerar los nuevos tratamientos para la obesidad. Tratarla de manera efectiva con innovaciones farmacológicas, como los agonistas de GLP-1 y GIP, puede generar importantes ahorros a largo plazo, ya que la reducción de peso y la mejora del perfil metabólico disminuyen la incidencia de comorbilidades costosas, como la diabetes y las enfermedades cardiovasculares.
No obstante, para maximizar estos beneficios, los sistemas de salud deben transformarse (10), adoptando también estrategias que prioricen la atención integral y la prevención, en lugar de centrarse únicamente en el tratamiento de complicaciones derivadas. Invertir en estos tratamientos a largo plazo podría no solo mejorar la calidad de vida de los pacientes, sino también aliviar la carga económica sobre los sistemas sanitarios (11).
Tratar la obesidad podría adelgazar y hacer más saludable al sistema sanitario. Por eso, la atención a la obesidad debe ser vista como una prioridad de salud pública y del sistema sanitario que exige políticas claras y un enfoque integral que incluya prevención, educación y accesibilidad a tratamientos innovadores. En España existe un plan estratégico nacional para la reducción de la obesidad infantil 2022-2030, que ahora se queda muy corto.
Es necesario el rediseño de la asistencia sanitaria que aproveche los avances en el campo de la farmacología y el potencial en investigación de la obesidad, al tiempo que adopte un enfoque más preventivo y multidisciplinario. Esto puede marcar un punto de inflexión en la lucha contra la obesidad. El ejemplo de colaboracion en Reino Unido entre el NHS y Lilly abren vias en investigación, resultados en salud e impulso de la atención primaria que no deben pasar desapercibidas en España.
El impacto de estos acuerdos público privados en el sistema sanitario es un capítulo que está por escribir en la historia de la asistencia sanitaria.