Saldremos de esta, pero nada volverá a ser igual. Nuestra forma de relacionarnos, de trabajar, de consumir y, sobre todo, la percepción que tenemos de la salud. Seremos conscientes (si no lo somos ya) de lo importante que es contar con un sistema sanitario sólido y, sobre todo, dotado de recursos; de contar con profesionales y de ser capaces de estar preparados para otras posibles crisis sanitaria.
Negar que España, al igual que la mayoría de países, no estaba preparada para esto es de necios. Cuando China decretó las medidas de confinamiento, ningún otro país se imaginaba estar en la misma situación. Quizás el principal error fue pensar que este virus entendía de fronteras, sobre todo, en un mundo tan globalizado. Pero ahora, una vez que todo pase, sabremos actuar, porque habremos entendido que esta guerra no se gana con fuerza, sino con previsión y estrategia.

Es inimaginable que, una vez superada la crisis, los PGE no cuenten con una inversión en salud a la altura.

No podríamos imaginarnos después de esto que unos futuros Presupuestos Generales del Estado no cuenten con una inversión en Sanidad a la altura de las circunstancias. Tampoco que no tengan en cuenta la necesidad de invertir en I+D+i. Porque si hasta ahora los gobiernos se preparaban para futuras guerras invirtiendo en armamento y en defensa, ahora tendrán que centrar sus esfuerzos en invertir en un ejército investigador que esté preparado para aportar soluciones ante cualquier crisis sanitaria.
Si buscan en la hemeroteca de este periódico verán numerosos artículos donde investigadores demandan un tejido sólido, con grandes inversiones que consiga situar a España como una potencia investigadora global. ¿Podrán ser capaces las administraciones de decirles ahora que no? Esperamos que la respuesta sea no. Como también esperamos que se tengan en cuenta la contribución de las entidades privadas y su papel como impulsor de esa I+D+i. Esperemos que nada vuelva a ser igual.