Si una idea subyace por encima de todas las demás tras el balance de estos intensos días en Sevilla —hogar de la farmacia mundial y nacional por una semana—, es que la profesión está preparada para asumir un rol mucho más activo. La botica, que ha dado la cara durante el reverso más agudo de la crisis pandémica, ha pedido cuentas con motivo de la histórica cita, en la que han demandado una mayor integración de su militancia comunitaria en el Sistema Nacional de Salud y a todos los niveles.
Los diferentes interlocutores y ponentes lo han puesto de manifiesto en todas y cada una de las mesas agendadas. En ellas, han ido desarrollando su recetario para lograr este objetivo, casi en una suerte de ‘brainstorming’, con iniciativas capaces de inspirar a las administraciones públicas, muy pendientes de la profesión en estos días.
Los ponentes del Congreso han ofrecido una lluvia de ideas con voluntad de inspirar a los decisores públicos
Entre las muchas ideas ‘dispensadas’ se encuentra la de aumentar los servicios que las farmacias pueden prestar más allá de lo excepcional, con la vacunación como ejemplo y Francia como espejo; también el impulso al liderazgo en el campo sanitario para ahorrar costes. En definitiva, como la farmacia puede convertirse en un agente de salud mucho más aprovechable.
Escudriñando una cita de referencia
Profundizando en algunos detalles de Sevilla se ha podido ver a los máximos representantes del sector a nivel nacional (Farmaindustria, Fedifar, BioSim, AESEG y ANEFP) dialogar en una mesa con el nuevo director general de Farmacia sobre las lecciones aprendidas de la pandemia y los retos de la profesión. Precisamente, César Hernández ha querido actualizar con ellos los tiempos que maneja la Ley del Medicamento, ampliamente esperada para consolidar procesos tras la COVID-19.
Asimismo, se ha realizado una profunda reflexión del papel de la botica y su implicación en la atención primaria. Para la FIP, una farmacia comunitaria integrada en el primer nivel de atención reduciría la carga de trabajo, generaría mayores recursos económicos y mejoraría la eficacia y la sostenibilidad. E incluso, se ha dado cabida a la perspectiva de género respecto a los fármacos, y en cómo las diferencias genéticas y en el entorno producen un sesgo que hace más decisivo, si cabe, el papel del farmacéutico.