La propia AIReF ha reconocido lo complejo que ha sido elaborar su segundo informe de gasto farmacéutico. Esa complejidad se ha traducido en el hecho de que, a diferencia del primero, pocas medidas (más allá del impulso a los biosimilares) tienen un impacto económico claro… Lo cual por supuesto no quiere decir que no lo tengan.
A groso modo, este estudio pone el cascabel a varios gatos muy esquivos. Seguramente, las comunidades autónomas aplaudirán la propuesta de revisar la estructura de la Comisión Interministerial de Precios de los Medicamentos para hacer posible la utopía de que quién pague, decida. Pero seguramente no vean con los mismos ojos la propuesta de crear una red de Comisiones de Farmacia, un organismo independiente que realice recomendaciones vinculantes para determinados fármacos de alto impacto económico y/o sanitario.
También plantea atajar la notable variabilidad en la gestión del gasto farmacéutico hospitalario, un ámbito, reconoce AIReF, en el que la transparencia no siempre brilla por su presencia y en el que el análisis de los datos es bastante mejorable.
Pero, al igual que ocurría con el Spending Review del gasto de receta, las páginas de este nuevo informe de gasto farmacéutico no consiguen eliminar esa sensación de necesidad de ‘ahorro’, por mucho que la AIReF evite utilizar esa palabra y la sustituya por el término ‘eficiencia’.
Este nuevo análisis se refiere al gasto (hospitalario) otra vez desde una perspectiva económica parcial. Es decir, económica como gasto. Así, solo destaca el incremento en la factura desde 2002 y ofrece perspectivas mayores de crecimiento, sin poner nada más en la balanza. Analizar así el gasto farmacéutico hospitalario es como querer ver el horizonte con un ojo tapado. ¿Dónde queda la inversión? En los últimos años han llegado innovaciones que han cronificado enfermedades y hasta las han curado. ¿Ha cuantificado la AIReF el impacto económico positivo? ¿La ganancia en años de vida? ¿En productividad laboral? ¿En empleo?