El enfoque actual de tratamiento de la muerte súbita se centra en la prevención y para ello es preciso seleccionar convenientemente al paciente con riesgo de desarrollar las arritmias malignas que la ocasionan. El desfibrilador subcutáneo es una pieza clave en el desarrollo de este tipo de instrumentos implantables que se emplean en el tratamiento de las arritmias.
Cuando se comercializó la terapia de desfibrilador subcutáneo se reservó a los pacientes que tenían mayor riesgo de muerte súbita, pues dicha prevención se iba a trasladar en una reducción de mortalidad total. Los estudios mostraron la efectividad de esa herramienta terapéutica, por lo que se ha incorporado a la práctica clínica habitual. En este contexto “es muy importante poder identificar los pacientes que tienen un mayor riesgo de sufrir un evento cardiovascular”, explica a GM Antonio Asso, jefe de la Unidad de Arritmias del Hospital Universitario Miguel Servet.
La publicación en 2002 del estudio MADIT II demostró que el implante de un desfibrilador a los pacientes que habían sufrido un infarto y quedaban con una fracción de eyección menor del 30 por ciento mejoraba su supervivencia.
Expansión de la terapia
Siguiendo esta misma línea, se ha planteado la expansión de la terapia a un grupo de pacientes con función ventricular deteriorada pero que exhibieran otros factores de riesgo como la diabetes mellitus (DM).
“La evolución y la expansión de la terapia va a determinar que otros grupos puedan tener un mayor riesgo de mortalidad. Varios estudios han mostrado que aquellos pacientes que tienen diabetes mellitus y han padecido un infarto de miocardio, aunque tengan una fracción de eyección por encima del 35 por ciento, tienen un riesgo de un 25 por ciento más de mortalidad arrítmica. Así como un aumento del 37 por ciento de la mortalidad total”, continúa el especialista.
“Entonces, dado que cuanto menor es la fracción de eyección, mayor es el riesgo de mortalidad total y arrítmica, y como se ha comprobado que los pacientes con diabetes mellitus a igualdad de fracción de eyección tenían mucho mayor riesgo arrítmico y de mortalidad total, la lógica es pensar que el implante de un desfibrilador a pacientes con diabetes se va a trasladar a un aumento de supervivencia. Y esa es la base del estudio MADIT SCID”, añade Asso.
En este estudio internacional participan 150 hospitales, entre ellos el Hospital Universitario Miguel Servet. En total se espera reclutar a unos 1.800 pacientes durante cuatro años.
“Hay que tener en cuenta que los estudios MADIT han cambiado la forma de tratar la cardiología y la siguiente asunción lógica en este tipo de planteamiento será averiguar si los pacientes con diabetes mellitus y un factor de eyección moderado (entre un 35 por ciento y 50 por ciento) pueden beneficiarse del implante del desfibrilador subcutáneo”, concluye el experto.