El fomento de tecnologías limpias juega un papel clave en la lucha contra el cambio climático, pero también es un elemento decisivo para los intereses de la industria europea. Los Estados de la Unión Europea se han comprometido a reducir las emisiones netas de gases de efecto invernadero en, al menos, un 55 por ciento de aquí a 2030 (Objetivo 55), en su objetivo de lograr la neutralidad climática de aquí a 2050. En este contexto, la producción de tecnologías limpias es una condición ‘sine qua non’ para alcanzar con éxito los objetivos del Pacto Verde Europeo y, al mismo tiempo, garantizar la competitividad de la industria europea.
Con el mundo envuelto en la búsqueda de las mejores tecnologías, la UE ha demostrado que puede lograr el crecimiento económico al tiempo que se reducen los gases de efectos invernadero. Aunque se han hecho importantes avances para mejorar la calidad del aire, los efectos de la contaminación siguen provocando importantes estragos en la salud de las personas. Las cifras al respecto son alarmantes. En concreto, la exposición a partículas finas en suspensión (PM2,5) en altas concentraciones dio lugar a 238.000 muertes prematuras en la UE durante 2020. A su vez, la exposición a dióxido de nitrógeno (NO2) condujo a 49.000 muertes prematuras estimadas ese año, mientras que la exposición aguda al ozono causó 24.000.
El objetivo de contaminación cero de la UE aspira a reducir estas muertes en un 55 por ciento entre 2005 y 2030, y se podría lograr si se mantiene la tasa actual de descenso, según expone el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) en su documento ‘¿Cómo puede la UE avanzar hacia un aire limpio?’. Para ello, el organismo indica que es necesario desarrollar medidas “más enérgicas”, y el fomento de las inversiones en tecnologías limpias es una política prioritaria para los intereses europeos.
Incentivos e inversiones
La Comisión Europea expuso recientemente en una comunicación lo que se ha hecho desde Bruselas para fomentar y apoyar el despliegue de las tecnologías limpias. Al respecto, como parte del Objetivo 55, la UE ha fijado objetivos normativos para lograr que en 2035 solo se vendan coches y furgonetas con cero emisiones. Pero también ha habilitado sistemas de incentivos para que las empresas pueden invertir en tecnologías limpias, como los propuestos por el régimen de comercio de derechos de emisión (RCDE). Además, la Comisión ha aligerado la carga administrativa y ha simplificado y aligerado la concesión de permisos para proyectos.
En cuanto a las inversiones en tecnologías verde, se prevé que el presupuesto de la UE contribuya con 578.000 millones de euros al gasto climático hasta 2027, lo que representa el 32,6 por ciento de su presupuesto total. Además, el paquete REPoweUE, el plan para reducir la dependencia de los combustibles fósiles rusos, incrementó en julio un 50 por ciento su financiación, hasta una movilización total de más de 150.000 millones. La Comisión también ha puesto en marcha, para este mismo mes de noviembre, la primera subasta a escala de la UE dedicada a la producción de hidrógeno renovable, con un presupuesto de 800 millones.
La ‘IRA’ estadounidense
La Comunicación examinó, además, los resultados del despliegue de la ‘IRA’ estadounidense (Inflation Reduction Act), la Ley de Reducción de la Inflación que aprobó la Administración Biden el pasado año. Esta ley implica la mayor inversión de su historia para abordar el cambio climático, con subvenciones e incentivos fiscales por valor de, al menos, 369.000 millones de dólares. Como tal, supone un reto para la industria europea en términos de competitividad, puesto que puede llevar a las empresas de la UE a plantearse su deslocalización, tal y como reconoció la Comisión. Sin embargo, “los datos preliminares y disponibles no son hasta ahora concluyentes. Por tanto, es demasiado pronto para poder evaluar el alcance del impacto de la IRA”, precisó.
Otros actores, en particular China, también cuentan con programas activos de apoyo público que probablemente, según expuso la Comisión Europea en la Comunicación, “tengan un mayor impacto en la competitividad del sector de las tecnologías limpias de la UE”. De hecho, las inversiones chinas en tecnologías limpias superan los 280.000 millones de dólares, siendo el mayor inversor mundial. La Comisión ha iniciado recientemente una investigación antisubvenciones sobre los vehículos procedentes de China, “y se mantendrá vigilante en otros sectores de las tecnologías limpias”, incidió la Comunicación.
Avanzar en alternativas
Al margen de estos retos competitivos, existen alternativas y soluciones para gestionar la calidad del aire. En su documento, el ISGlobal recoge una serie de recomendaciones de políticas, tales como la armonización de la directiva sobre la calidad del aire ambiente (CAA) con las normas actuales de la OMS para la calidad del aire. “La nueva directiva debe aplicarse plenamente de forma responsable y oportuna. Un mayor retraso en la aplicación de las nuevas normas supondría un gran coste para los ciudadanos de la UE”, concreta el documento.
Además, señala que la gestión de las diferentes fuentes de contaminación con una estrategia combinada “es esencial para reducir las emisiones y mejorar la calidad del aire”. Al respecto, el ISGlobal propone que las nuevas normas de emisiones Euro 7 para los vehículos “deberían complementarse con legislación dirigida a otros sectores, como la industria y la agricultura”. Asimismo, el instituto considera “imprescindible” el respaldo de las autoridades locales en la lucha contra la contaminación atmosférica, y manifiesta la importancia de las desigualdades sociales en los efectos de la contaminación atmosférica sobre la salud.