Nueve años después de su aprobación en el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud, el Documento Marco para el Abordaje de la Enfermedad Renal Crónica (ERC) que ahora mismo marca la política del Gobierno y las Comunidades en relación con el ámbito de nuestra especialidad, necesitaría ser actualizado. El balance de esta estrategia nacional es positivo. A pesar de las lagunas y diferencias interterritoriales en su aplicación, resulta indudable que ha permitido un avance importante en la gran mayoría de los objetivos establecidos, especialmente en los referidos a la atención a las personas con enfermedad renal. España está hoy a la vanguardia europea en el tratamiento de la ERC fases avanzadas de la enfermedad, como reflejan las ratios de acceso a diálisis/trasplante, y a todo ello ha contribuido sin duda la planificación y estrategia realizada en su momento y recogida en este documento.

Sin embargo, en otros ámbitos, como el de la epidemiología, prevención primaria, detección precoz, prevención secundaria, el tratamiento renal sustitutivo, y la investigación, el avance ha sido más lento. Y, sobre todo, casi una década después, la situación o la fotografía de las enfermedades renales ha cambiado en nuestro país. Esta es la razón por la que pensamos que es el momento de abordar un nuevo marco de atención a las patologías del riñón en España, un Plan de Salud Renal que actualice los objetivos y estrategias del Documento Marco de 2015 e incorpore otros nuevos de acuerdo a la preocupante realidad de las enfermedades renales en los países de nuestro entorno, entre los que España no es una excepción. Digo preocupante porque muestra una importante escalada del número de personas que han pasado a necesitar Tratamiento Renal Sustitutivo (TRS), el cual ha aumentado casi un 30% en esta última década.

Se estima que la ERC afecta a un 15% de la población española y, de seguir su ritmo actual de crecimiento, se convertirá en la segunda causa de muerte en nuestro país en pocos años. El nuevo Plan debe priorizar en consecuencia tanto la prevención primaria como la secundaria de las patologías renales. Los avances y logros relacionados con el tratamiento se han traducido en mejores resultados de supervivencia y calidad de vida, pero no han evitado ni el incremento de la prevalencia ni la detección de la enfermedad ya en sus estadios más graves. La prioridad ahora es que la población se tome en serio la salud de su riñón y, sobre todo, que se evite ese viejo malentendido de que el deterioro renal es consecuencia inevitable del envejecimiento. Que la asociación entre envejecimiento y enfermedad renal exista no significa que deba existir como relación de causa y efecto directa.

“La autonomía en el seguimiento de tratamientos es clave para mejorar los resultados en salud, aumentar la satisfacción y optimizar el uso de recursos sanitarios. En las enfermedades renales adquiere especial importancia”

El objetivo de la prevención primaria consiste en evitar que las personas sanas enfermen. La prevención secundaria representa el desafío de evitar que en los pacientes diagnosticados de enfermedad renal crónica, progrese y aumente la gravedad del cuadro. Este es un ámbito en el que se necesita claramente una actualización de la estrategia, porque durante muchos años hemos tenido pocas armas para combatir la progresión de la ERC, pero ahora sí contamos con fármacos que nos pueden ayudar a ralentizar su desarrollo, especialmente cuando el diagnóstico es precoz, otro objetivo importantísimo al que se debe orientar el nuevo Plan.

Empoderamiento del paciente y sostenibilidad. A algunos estas palabras les suenan a fuegos artificiales, pero no lo son. Son cruciales y deben ser el tercer gran objetivo del nuevo Plan. La autonomía en el seguimiento de los tratamientos es el elemento clave para mejorar los resultados en salud, aumentar la satisfacción y optimizar el uso de los recursos sanitarios. Lo es en todas las patologías pero en las enfermedades renales adquiere especial importancia. Por eso, debemos avanzar en el fomento de los tratamientos domiciliarios de la enfermedad renal.

Un porcentaje no desdeñable de pacientes con ERC avanza hasta etapas muy avanzadas de su enfermedad y va a requerir alguna terapia de tratamiento renal sustitutivo. No cabe ninguna duda de que el trasplante renal es la opción que mejores resultados consigue; por ello tenemos que seguir progresando en la concienciación de la sociedad española en donación. Es muy importante implementar medidas que consigan aumentar las tasas de la donación en vida, procedimiento que consigue los mejores resultados para el paciente. En el caso de la diálisis, habría que revisar el modelo actual, centrado en el entorno hospitalario, para pasar a estar centrado en las personas. El modelo de diálisis del futuro debe pasar la estrategia “en casa lo primero” (home first), tratando de favorecer que el paciente se pueda dializar en su entorno y rodeado de su familia, evitando problemas clínicos y desplazamientos evitables. Este nuevo modelo redundará en beneficios clínicos para las personas con ERC, mejora de la conciliación de la vida familiar y laboral, beneficios para el sistema sanitario, por ser estrategias más eficientes y finalmente tiene aspectos muy beneficiosos en la lucha contra el cambio climático y la apuesta por la sostenibilidad (diálisis verde). Para lograr este cambio sólo hace falta voluntad normativa por parte de las administraciones implicadas y por los profesionales. Probablemente sea necesario el recurso de la asistencia en domicilio para ayudar algunas personas que requieran algún tipo de apoyo para dializarse en casa.

Priorizar el empleo de las terapias domiciliarias es un gran reto a todos los niveles, incluso de carácter cultural, en el que hay que embarcar, juntos, a servicios sanitarios, profesionales y pacientes, apostando de forma decidida por ellas y combatiendo los obstáculos que se puedan encontrar, particularmente la falta de autonomía de las personas mayores. Consideremos que cada vez vamos a tener más personas mayores y con menos apoyos familiares. O fomentamos la autonomía del paciente o los costes sanitarios de la diálisis se van a disparar.
Lograr estos objetivos es conseguir que las patologías renales tengan un menor impacto en la calidad de vida y en la propia seguridad y salud de los pacientes. Cuando hablamos de la salud de las personas, quizás el cambio climático pudiera parecer menor, pero no lo es desde la perspectiva y el concepto de “una sola salud” que promueve la OMS y que es especialmente relevante en la Nefrología, pues no podemos ignorar que nuestra especialidad es la que más contribuye al cambio climático, debido a la repercusión que tiene la hemodiálisis. Estos son, entre otros, los grandes retos que tenemos, y afrontarlos desde un Plan nacional, consensuado por el Ministerio con las CC.AA. y con los profesionales, que marque el camino a todos, parece la mejor manera de hacerlo.