Es una evidencia indiscutible que el trasplante de órganos en España es un modelo a seguir, un gran éxito de nuestra Sanidad Pública por muchos motivos, y el espejo donde se miran otros países. La Organización Nacional de Trasplantes (ONT) es la responsable de este servicio, que funciona de una manera muy dinámica, con diligencia, eficacia y excelentes resultados desde su fundación en 1989. Funciona como un organismo coordinador de carácter técnico y depende del Ministerio de Sanidad con el rango de Dirección General. Entre sus funciones, son las primeras, la coordinación de la obtención, distribución nacional e intercambio internacional de órganos, tejidos y células para su trasplante, así como la actualización y la gestión de las listas de espera de ámbito nacional para trasplantes de órganos, tejidos y células.

Fernando Carbonell Tatay.

Esta coordinación de trasplantes está estructurada en tres niveles: nacional, autonómico y hospitalario. Los dos primeros niveles, representados por la ONT y las Coordinaciones Autonómicas de Trasplante, dependen de las administraciones sanitarias nacional y autonómica, respectivamente. Ambos actúan como soporte de todo el proceso de donación y trasplante y como verdaderos intermediarios entre el nivel político y el nivel técnico-hospitalario. Todas las decisiones técnicas se toman por consenso en la Comisión Permanente de Trasplantes del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud, comisión conformada por los responsables de la coordinación nacional y de cada una de las autonomías.

Siguiendo este ejemplo de comprobado y eficiente funcionamiento en asistencia sanitaria, es muy consecuente preguntarnos el porqué no se hace así con otras patologías tan importantes como el cáncer, las enfermedades neurodegenerativas, etc. Ni se entiende tampoco cómo no existe una base de datos común en los ordenadores de los hospitales públicos en toda España (software), de forma que cuando un enfermo que viaje a otra ciudad y sufra alguna patología inesperada que le obligue a ir a otro hospital, el médico que lo atienda, cuando encienda su ordenador, pueda acceder a la historia clínica, medicación, incidencias, etc. del paciente. ¡Incomprensible hoy con la actual tecnología informática!

La Sanidad Nacional tiene trasferidas sus competencias a las 17 autonomías que hay en España, y en cada una de ellas se funciona, se atiende a los enfermos, de forma diferente. Desde luego cada una de ellas con sistemas operativos y bases de datos distintos, aunque presuman del Big Data.

Es un hecho tan evidente, tan reforzado por la literatura científica, que según la región donde vivan, los pacientes con patologías oncológicas, por ejemplo, tendrán acceso a pruebas diagnósticas y tratamientos desiguales. ¿Por qué no se traslada el modelo de la ONT de forma nacional y centralizada, coordinada, a tantas otras patologías tan importantes y prevalentes como el cáncer, las enfermedades neurodegenerativas u otras tan prevalentes, que constituyen las principales causas de muerte en España? ¿Por qué no se amplían las competencias del Ministerio de Sanidad en temas tan importantes?
Desarrollando el título de este artículo, tengo que hacer hincapié en otro hecho cierto, muy presente, que debe preocuparnos y que necesita también de un especial y esmerado estudio por el Ministerio de Sanidad para que se tomen medidas a nivel nacional al estilo de lo que hemos comentado en la introducción.

En España, según las últimas estadísticas fiables, las personas mayores representarán más del 50% de la población en 2050. Envejecemos y nacen pocos niños. El año pasado defendimos en esta Revista, la “Medicina humanizada” dentro de esa “Medicina personalizada” promovida estos años y técnicamente ayudada por la Inteligencia Artificial (IA), que a buen seguro revolucionará la práctica médica. Se profetiza hasta la desaparición del médico, en este nuevo mundo tecnológico y artificial.
Nunca debe ser así. Mirar a los ojos y escuchar, explorar físicamente al enfermo es una parte de su tratamiento.

Pues bien, dentro de ese humanismo que tiene que acompañar siempre al médico en el trato al enfermo, además de su sabiduría científica, tiene que ser la Medicina Interna una de las principales especialidades por la vía MIR en España, en hospitales públicos y en los Centros de Salud de Atención Primaria, los llamados médicos de familia, que también, tendrían que estar mucho más conectados con esos tan necesarios servicios o departamentos de Medicina Interna, tan minusvalorados y reducidos por las especialidades hoy. Los servicios de Medicina Interna tienen que seguir siendo la
“madre”, la base de las especialidades; primero Médico en el amplio sentido de la palabra y en segundo lugar “especialista”. Dentro de ellos la Geriatría, con médicos que traten a los ancianos, que no se desdeñe a los enfermos por la edad, para que no se oigan frases como “Con la edad que Vd. tiene…” contribuyendo a ese edadismo que navega hoy en la sociedad.

Cumplir años, envejecer, a pesar de toda la profilaxis que se pueda hacer, conlleva un incremento de las enfermedades: pérdida de audición y de visión, cardiopatías, tumores, artrosis, depresión, fracturas de cadera por osteoporosis o caídas, degeneración cerebral, demencia, etc., y muchas veces se sufren varias enfermedades al mismo tiempo y estados de salud muy complejos que desembocan en una fragilidad extrema. Son los llamados “síndromes geriátricos”, que necesitan de cualificados médicos internistas, geriatras, que puedan comprender ayudados de los especialistas necesarios para cada dolencia, en una acción médica multidisciplinar, guiada siempre por esa figura del “médico responsable”, en estos casos el Geriatra y, tratar de la mejor manera a estos enfermos, que merecen una atención igual en toda España, con independencia de donde vivan.

Es una obligación de nuestro Gobierno y de nuestra Sanidad Pública -a la que se añade el término de “universal”- velar también por el bienestar de estos pacientes. Uno de los retos actuales más importante es ser capaces de mantener la salud a medida que cumplimos años, desarrollando estrategias razonables que promuevan una vejez con la adecuada calidad de vida e independencia. Es una petición necesaria y una exigencia a la responsabilidad de nuestros mandatarios.

Contribuiría en gran manera a esa atención a los pacientes, y por ende a la gente mayor, una perfecta disposición y planificación de las Unidades de Hospitalización Domiciliaria (UHD), que no están presentes en todos los hospitales de la Sanidad Pública, lo que se traduce en una desigualdad respecto a las atenciones que necesita el enfermo, que incluyen desde luego los cuidados paliativos. Las reivindico y defiendo desde esta tribuna.

Estas opiniones, que ya se han expresado en el Senado, constan en sus actas, son un deseo de mejora y defensa de nuestro Sistema Nacional de Salud, que siempre he defendido y defenderé, en el que me he formado y trabajado muchos años