Sabemos que alrededor de 1/3 de las muertes por cáncer se deben a cinco factores evitables, incluyendo el tabaco, las infecciones, el alcohol, el sedentarismo y las dietas inadecuadas con una insuficiente cantidad de fruta y verdura. Por lo tanto, uno de los grandes retos de la Oncología es evitar la aparición de tumores o aumentar las posibilidades de detección en fases tempranas mediante los programas de prevención primaria, que consistirían en reducir la incidencia de la enfermedad evitando la exposición a agentes causales, o los programas de prevención secundaria, que tratarían de detectar lo antes posible los tumores en personas sanas para modificar la historia natural de la enfermedad. Por tanto, la prevención del cáncer con hábitos saludables de vida, las vacunas como la del virus del papiloma humano, el diagnóstico precoz y las Unidades de Consejo Genético son herramientas esenciales para reducir la incidencia y la mortalidad de muchos tumores. También la educación a la sociedad para que sepa reconocer señales de alarma detrás de las cuales puede haber un tumor sin diagnosticar.
“En los últimos años hemos visto un desarrollo incesante de los tratamientos oncológicos con el avance la Medicina de Precisión, la búsqueda de biomarcadores pronósticos y predictivos de respuesta, así como los tratamientos diana”
A nivel del tratamiento, en los últimos años hemos visto un desarrollo incesante de los tratamientos oncológicos con el avance de la Medicina de Precisión, la búsqueda de biomarcadores pronósticos y predictivos de respuesta, así como los tratamientos diana, es decir, fármacos dirigidos frente a alteraciones moleculares concretas de la célula tumoral. Otro gran avance ha sido el desarrollo de la inmunoterapia que logra que el sistema inmune del individuo reconozca al tumor como extraño. De esta manera, se han obtenido respuestas duraderas y un control de la enfermedad a largo plazo en pacientes en los que el pronóstico de su enfermedad era infausto. Por último, gracias a las nuevas tecnologías, se ha logrado el desarrollo de un nuevo complejo de fármacos, los conjugado anticuerpo-fármaco, que unen fármacos quimioterápicos a anticuerpos, permitiendo su liberación específica en las células tumorales. Estudios recientes han puesto de manifiesto su valor en ciertas enfermedades.
Asimismo, siguen ampliándose las indicaciones de los nuevos fármacos, especialmente de la inmunoterapia en los distintos tumores. Además, estos tratamientos se van trasladando también al escenario de los tumores localizados, lo que incrementa aún más los pacientes que los van a requerir, como ocurre con la inmunoterapia en distintos tumores como el cáncer de pulmón o el melanoma.
En este 2023, y durante los próximos años, debemos seguir trabajando para que los avances obtenidos se amplíen a más tumores ya que muchos continúan huérfanos en la identificación de biomarcadores y tratamientos dirigidos. Además, debemos asegurar la sostenibilidad del sistema. Cada vez disponemos de más tratamientos, aumentamos las posibilidades de curación o de cronificar la enfermedad, pero la incidencia sigue incrementándose. Los precios de los nuevos fármacos son muy elevados, lo que supone un gasto enorme para un sistema sanitario que debe de encontrar la forma de subsistir en el tiempo.
Por último, no debemos de olvidar que uno de los principales problemas que existen actualmente es el acceso equitativo a determinados fármacos o biomarcadores: una estrategia nacional podría asegurar mejores controles de calidad y sostenibilidad para la evaluación, implementación y financiación de los biomarcadores y las terapias innovadora.