Si algo hemos llevado siempre por bandera los internistas ha sido la “visión integral”. El sistema sanitario lleva años viajando a la velocidad de la luz hacia un modelo asistencial fraccionado, fragmentando a la persona enferma en órganos, aparatos, enfermedades. En este camino, hemos perdido al paciente, a la persona enferma. Porque una persona enferma es mucho más que la suma de sus partes. Y como un todo que es, como tal debe ser atendida. En esta carrera sin sentido, hemos sido capaces de convencer a la sociedad que cuanto más, mejor; nos hemos propuesto formar profesionales convencidos de todo lo contrario, cuanto menos, mejor. Cuanto más pequeño sea mi campo de actuación, mejor; cuanta menor sea mi responsabilidad, mejor.
Quizá deberíamos pararnos y reflexionar, reflexionar hacia dónde vamos, cuál será la realidad de la sociedad en los próximos 20 años; cuáles serán las necesidades reales de las personas enfermas en las décadas venideras. El aumento en la esperanza de vida, las mejoras en las condiciones económicas y sociosanitarias nos abocan hacia una sociedad envejecida con una enorme carga de multimorbilidad. Actualmente la carga de enfermedades crónicas y su control es inasumible por un sistema sanitario sobrecargado y mermado en sus recursos. La ausencia de planes de atención a la cronicidad, bien diseñados, bien dotados y que pivoten sobre el binomio atención primaria-medicina interna, asegurando la continuidad asistencial, es bajo mi punto de vista, uno de los principales errores de planteamiento.
Quizá el concepto clave sea “continuidad asistencial”. Los internistas siempre hemos tenido claro su significado, pero también sus consecuencias. La continuidad asistencial dentro del hospital va en nuestro ADN. Los internistas somos los “hospitalistas” hospitalarios, garantizando una atención de calidad, continuada durante todo el viaje del paciente por el hospital. Pero además, garantizamos esa atención continuada, personalizada y de calidad en el paciente crónico complejo hospitalizado tanto en los servicios quirúrgicos como en los servicios médicos, mediante la asistencia compartida. Asistimos a diario, consecuencia de los avances en los planes terapéuticos para el cáncer o para las enfermedades autoinmunes, por ejemplo, a atender en las plantas de hospitalización a pacientes complejos con efectos secundarios de dichos tratamientos que precisan de un exquisito conocimiento de los mismos, pero también de un exquisito manejo de sus comorbilidades.
“Apostamos por la creación de áreas multidisciplinares de coordinación o continuidad asistencial, en estrecha coordinación con otros niveles asistenciales hospitalarios, como las urgencias”
Este modelo asistencial, que abarca mucho más allá del “hospitalismo”, garantiza una atención integral de las necesidades de este perfil de pacientes. Los internistas somos y seremos garantes del cuidado del paciente en el hospital. En este sentido, apostamos por la creación de áreas multidisciplinares de coordinación o continuidad asistencial, en estrecha coordinación con otros niveles asistenciales hospitalarios, como las urgencias o las unidades de críticos, evitando el peligro para la seguridad del paciente que supone dicha falta de coordinación. Por ello no necesitamos crear más subespecialidades médicas, sino apostar por la formación de profesionales capaces de mantener la visión integral, flexibles, con una formación no basada en enfermedades, en órganos o aparatos, sino en capacidades, entre las que debe primar la capacidad de trabajar en equipo.
Los internistas hemos interiorizado el concepto de multidisciplinariedad/interdisciplinariedad, desarrollado, por ejemplo, en nuestras Unidades de Continuidad Asistencial en Insuficiencia Cardiaca (UMIPIC), donde trabajamos internistas, enfermería, cardiologos y médicos de atención primaria entre otros; este modelo de atención a esta patología crónica, que representa el principal diagnóstico al alta de Medicina Interna, ha permitido “alejar” al paciente de las camas del hospital, disminuir los ingresos, las visitas a urgencias y mejorar el pronóstico. Un modelo de excelencia que ha demostrado ser eficaz y eficiente con un elevado nivel de satisfacción para la persona enferma y su entorno.
Es hora de cambiar de dirección, virar hacia un modelo de Hospital del Futuro, un hospital líquido, sin barreras; apostar por modelos integrales, basados en procesos asistenciales, con especialistas flexibles, capaz de ofrecer una atención integral de toda la carga de multimorbilidad de la persona enferma, bien comunicados entre ellos, que ahorre en tiempo, desplazamientos, pruebas diagnósticas y, muchas veces, duplicidad de tratamientos. Apostar claramente por la atención domiciliaria, la hospitalización a domicilio, que permita, de una vez, hacer realidad aquello de “el paciente en el centro del sistema sanitario”. Dar al paciente lo que necesita, cuando y donde lo necesita. En un momento del camino, hemos perdido la prevención y la promoción de la salud; nos hemos olvidado de la continuidad asistencial con atención primaria, clave para asegurar una atención universal y equitativa. Por ello, junto con otros profesionales, como la enfermería o los servicios sociales, debemos trabajar hacia la implantación universal de los planes integrales de atención a las patologías crónicas más prevalentes.
Volvamos a pensar como un todo, volvamos a mirar a la persona enferma, y habremos asegurado nuestro futuro. Eso es apostar por un sistema sanitario eficaz y eficiente. La Sociedad Española de Medicina Interna, consciente de nuestro papel clave en este viaje, está inmersa en un proceso de Reflexión estratégica que verá la luz a lo largo del 2024. Con el mismo, pretendemos reflexionar sobre nuestro papel en la sociedad del futuro, dibujando líneas claves que nos permitan continuar siendo los garantes de un sistema sanitario de calidad, seguro, universal y equitativo