Por María Río, directora general de Gilead en España
Hacer un análisis ponderado de lo que ha ocurrido en 2020 es un reto formidable, por la falta de distancia y perspectiva que tenemos y también por haber sido testigos de tanto dolor y tantas penalidades. Todas estas sombras -que son muchas- pueden oscurecer con facilidad las luces que, indudablemente, también han existido.
2020 ha sido el año en el que hemos conocido lo peor, pero también hemos podido sentir lo mejor del ser humano. Permítanme que yo me refiera a este segundo aspecto y así podamos mirar con un poco más de optimismo el tiempo que está por venir.
Porque entre esas luces hemos podido ver a tantas personas que trabajan cerca de nosotros hacer una labor extraordinaria. Me estoy refiriendo a los profesionales sanitarios, con los que todos hemos contraído una impagable deuda de gratitud y que, abrumadoramente, nos han dado un ejemplo de entrega y generosidad, atendiéndonos a todos mucho más allá de lo exigible, sin reservarse nada, en una labor magnífica e incansable.
Carrera por vacunas y tratamientos
Otra luz ha sido la contribución de la industria farmacéutica que ha emprendido una carrera desesperada para desarrollar tratamientos y vacunas en un plazo de tiempo nunca visto. En los peores momentos todos hemos mirado a la ciencia y le hemos pedido respuestas y ¡vaya si nos las ha dado! Que en menos de un año se hayan aprobado dos tratamientos y dos vacunas, por no mencionar todo lo que está por llegar, da una idea del tremendo esfuerzo que se ha hecho. Si añadimos que esto se ha hecho sin dejar de atender a los enfermos que ya existían, garantizando el abastecimiento, a la vez que se daba un ejemplo de solidaridad aportando al sistema una importante ayuda para tantas necesidades como iban surgiendo, podremos afirmar que la contribución de la Industria Farmacéutica ha sido una luz que ha brillado con mucha intensidad.
La industria farmacéutica ha emprendido una carrera desesperada para desarrollar tratamientos y vacunas frente a la COVID-19 en un plazo de tiempo nunca visto
Así ha sido también en Gilead, la compañía que tengo el honor de dirigir en España, desde el primer momento fuimos conscientes de que teníamos que hacer todo lo posible por ayudar y buscar una solución. Nuestra experiencia de 30 años en enfermedades infecciosas unida a nuestra reconocida capacidad para innovar nos permitió desarrollar el primer tratamiento antiviral para los pacientes con COVID-19 en tan sólo seis meses. Podemos decir que hemos hecho un trabajo tremendo y de forma vertiginosa, porque sabíamos que los pacientes no podían esperar.
Papel de España
Por lo que a nuestro país respecta hay un hecho que me gustaría destacar: el papel que ha tenido España en el desarrollo de Remdesivir. Nuestro país ha sido, después de Estados Unidos, el que ha tenido una mayor presencia en el desarrollo clínico de este antiviral, tanto por el número de centros participantes en los ensayos clínicos como por los pacientes tratados.
No podemos olvidar que esto no hubiera sido posible sin la colaboración de las autoridades sanitaria que ha permitido, no sólo desarrollar el fármaco en tiempo record, sino también garantizar el acceso a todo aquel paciente que lo ha necesitado.
Conscientes de la gravedad del momento que estamos viviendo, hemos tenido a los pacientes más presentes que nunca. Por eso, desde el inicio de la crisis hemos trabajado con distintas organizaciones para minimizar el impacto de la COVID entre los enfermos, muchos de los cuales han visto como no podían visitar a su especialista, realizarse las pruebas necesarias o acudir a recoger la medicación. Aquí, establecimos un convenio de colaboración con la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria para desarrollar un programa de home delivery con el que acercar los tratamientos a las casas de los pacientes. Por otro lado, también colaboramos con CESIDA en una convocatoria de becas extraordinaria para auxiliar a aquellos más vulnerables.
Mirada al VIH y VHC
En nuestro “balance” de este 2020, no debe faltar una mirada crítica a lo que está ocurriendo en otras patologías. Porque esta crisis sanitaria también les está afectando, incluso pudiendo comprometer los avances conseguidos en los últimos años. En áreas como el VIH, hemos visto una alarmante paralización de las consultas, así como de los proyectos de diagnóstico y derivación de los pacientes, lo que podría poner en peligro los objetivos 95-95-95-95 en nuestro país.
Por otro lado, también se han frenado los nuevos diagnósticos (en algunos casos hasta en un 80%), los programas de reducción de daños y los de micro eliminación en la hepatitis C. Este parón, más allá de poner en cuestión la eliminación de esta infección en los próximos años, puede causar un importante aumento de las complicaciones hepáticas de los pacientes con esta enfermedad.
En el campo de la terapia celular, 2020 acaba con un sabor agridulce. Por un lado, los datos presentados en el Congreso Americano de Hematología (ASH) confirman el valor transformacional de las terapias CART y ofrecen una gran esperanza a pacientes con una expectativa de vida muy limitada. En el lado negativo, nos preocupa la ralentización de algunos tratamientos en pacientes en los que cada día cuenta.
2020 nos ha enseñado muchas cosas. No sólo lo impredecibles que pueden ser los problemas sino también cómo tenemos la capacidad de resolverlos cuando ponemos en ello todo nuestro empeño. Por lo que a nosotros respecta, ese va a seguir siendo nuestro objetivo: intentar, una vez más, hacer posible aquello que hasta ayer parecía imposible.