Por Luis J. González, Presidente del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Madrid
Mirar al futuro en medio de una pandemia no es fácil cuando la promesa de seguridad se ha desvanecido y no hay previsión que valga. Desde hace ya más de un año, el aquí y ahora se han impuesto en el día a día de la profesión con la aplastante contundencia de los miles de fallecidos que el virus se ha cobrado.
Los farmacéuticos hemos dado, sin miedo, un paso adelante en esta crisis sanitaria y social. Y esto nos debe llenar de orgullo profesional. Nadie podrá decir que nos escondimos o que priorizamos otros intereses. Todas las iniciativas que hemos podido desplegar desde la farmacia, que han sido muchas, demuestran nuestro compromiso más firme con la salud de los ciudadanos.
Los farmacéuticos hemos colaborado a fondo con la sociedad. Y lo hemos hecho por vocación y sin ninguna contraprestación, porque hemos entendido que son tiempos de sumar y también de sembrar de cara al futuro. Cualquier otro cálculo que se desee anteponer, por muy razonable que sea, obvia la exigencia moral y práctica de la situación límite en la que nos encontramos. Presenta, además, un claro riesgo de lectura que puede arruinar el impulso y la voluntad clara de colaborar de muchos profesionales.
Lo ocurrido con la polémica sobre la fabricación y suministro de vacunas en Europa puede ser un ejemplo de cómo un éxito sin precedentes de la investigación por parte de la industria farmacéutica puede desdibujarse con facilidad cuando se cruzan otros intereses.
Dicho esto, también es cierto que hay una gran decepción profesional porque el Gobierno central nos ha excluido de las grandes decisiones del SNS. El ejemplo más evidente son las vacunas. En el mayor esfuerzo colectivo hecho jamás para inmunizar a la población mundial, nuestras autoridades sanitarias no cuentan con sus farmacéuticos, como sí han hecho en otros países. ¿Por qué?
En el mayor esfuerzo colectivo para inmunizar a la población mundial, nuestras autoridades sanitarias no cuentan con sus farmacéuticos, como sí han hecho en otros países. ¿Por qué?
Claramente hemos llegado tarde una vez más. Ni se ha trabajado en los últimos años en este objetivo, ni ha sido una bandera del colectivo. El resultado es que la mayor red territorial de oficinas de farmacia no participa en esta estrategia de salud pública, a pesar de tener todo a favor para explotar sus ventajas y ofrecer unos resultados a la población que podrían haber marcado un antes y un después en la integración de la farmacia en el sistema sanitario. Es una nueva oportunidad perdida en el debe de la profesión y de sus autoridades sanitarias.
Ha faltado, a mi entender, ambición y planificación para abrir esta posibilidad con seguridad jurídica en una situación tan excepcional. Habríamos situado así a la profesión en un nivel asistencial al que todos aspiramos.
La batalla desplegada por el Colegio Oficial de Farmacéuticos de Madrid para permitir a los ciudadanos entrar en la farmacia para hacerse un test rápido del coronavirus es un ejemplo del tremendo coste y esfuerzo que hay que invertir para aprobar una medida con todas las garantías sanitarias.
Cualquier avance, por justificado y oportuno que sea, sigue costando una enormidad en la farmacia española y nos debemos preguntar por qué. Hace falta un nuevo marco legal; es necesario también vencer las resistencias y recelos de otros colectivos profesionales; y resulta imprescindible contar con el apoyo real de las instituciones y las autoridades sanitarias, más allá de las declaraciones con las que nos suelen regalar los oídos.
Son lagunas que han vuelto a quedar patentes. Por nuestra parte, seguiremos trabajando este año para dotar a la farmacia de un nuevo marco legal que recoja sus principales aspiraciones y nos prepare para responder a las necesidades más apremiantes de la población. Este seguirá siendo uno de los grandes objetivos de la farmacia madrileña.
No olvidemos que ha sido la propia sociedad quien ha legislado durante la pandemia para garantizarse el acceso a los medicamentos y la continuidad de los tratamientos mediante la prestación de servicios profesionales farmacéuticos, como la Atención Farmacéutica Domiciliaria. Así lo hemos hecho, porque se trata de una demanda real, sobre todo en el ámbito rural, donde hemos generado resultados en salud para los pacientes.
Seguiremos trabajando este año para dotar a la farmacia de un nuevo marco legal que recoja sus principales aspiraciones y nos prepare para responder a las necesidades más apremiantes de la población.
Otras actuaciones, como la renovación automática de prescripciones en tratamientos crónicos o la dispensación de medicamentos sujetos a visado, ha sido igual de eficaces al evitar contagios en los centros de salud, liberado presión asistencial al sistema y favorecido el acceso y adherencia a los tratamientos con total seguridad a través de su oficina de farmacia.
Son logros de la farmacia que debemos consolidar en el futuro, sin olvidar de impulsar la agenda profesional en el terreno asistencial y la transformación digital de las oficinas de farmacia, así como de profundizar en los ámbitos del autocuidado y la salud pública, donde también sabemos que los farmacéuticos tenemos mucho que decir en la promoción de la salud y la prevención de la enfermedad.
Queda mucho trabajo por delante y es el momento de seguir poniendo todo nuestro empeño de nuestra parte.