Según los últimos datos ofrecidos por el Ministerio de Sanidad, tras la pandemia de COVID-19 la prevalencia de los trastornos mentales ha aumentado. A su vez, en España se ha incrementado el consumo de algunos psicofármacos en los últimos años, de acuerdo a los datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos y la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS). Además, el documento impulsado por Farmaindustria, ‘Juntos por una mejor salud mental. Propuestas para una mejor atención y un uso adecuado de los psicofármacos en España’, recoge que los costes directos e indirectos evitables asociados a las condiciones de salud mental en 28 países europeos ascienden a 122.900 millones de euros anuales.
Por todo ello, especifica que si se tiene en cuenta que los sistemas de salud nacionales y la sociedad en su conjunto destinan (de media) 430.000 millones de euros al año a los problemas de salud mental, más de una cuarta parte de ese gasto podría ahorrarse e invertirse en otras áreas. Además, según la Comisión Europea y la OCDE, las enfermedades mentales tienen un coste equivalente al 4% del PIB de los países de la UE, una cantidad superior a los 600.000 millones de euros. «No obstante, el tratamiento con una medicación adecuada permite mejorar en un 32% el rendimiento laboral y generar un ahorro de más de 6.000 euros por empleado y año».
Por otro lado, en la Unión Europea, el gasto público en salud ha aumentado desde el año 2020 impulsado por la pandemia de COVID-19. No obstante, el documento recuerda que la inversión en salud mental sigue siendo baja y varía notablemente entre países. En España, este coste supone un 4,2% del PIB, según las estimaciones de la OCDE y el Consejo Económico y Social de España. En 2023, las bajas laborales por motivos de salud mental aumentaron cerca de un 17%, según datos proporcionados por la Unión General de Trabajadoras y Trabajadores, 2024), llegando a 468.093 bajas hasta septiembre de 2024. Y, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), solo alrededor del 17% de las personas con discapacidad psicosocial tiene un empleo.
Del mismo modo, el documento recoge que se estima que la media europea de los recursos económicos destinados a salud mental representa apenas el 5,7% del gasto sanitario total, una cifra muy inferior al 10% recomendado por la Lancet Commission para países de renta alta. Si se hace una comparación por territorios, se observa que España se sitúa ligeramente por debajo de la media europea, con un 5,0% del gasto sanitario destinado a salud mental, mientras que países como Francia (15,0%), Alemania (11,3%) o Suecia (9,0%) lideran en inversión.
No obstante, advierte que la comparativa y el análisis de la inversión en salud mental dentro del gasto sanitario total sigue siendo muy complejo y cuantificado de forma muy dispar en cada país y dentro de las CCAA, en el caso de España. Además, señala que «más de la mitad de los países de la OCDE recopilan datos sobre salud mental con una periodicidad de entre 4 y 10 años, lo que limita el monitoreo de políticas públicas y la toma de decisiones basadas en evidencia».
Uso de psicofármacos
El uso de los psicofármacos es otro de los aspectos relevantes que recoge el documento. En este sentido, defiende que «no se puede concluir de manera definitiva si existe un uso inadecuado generalizado de psicofármacos» y, ante este escenario, «considera fundamental generar un marco de análisis y recomendaciones».
El informe defiende que diversos estudios y guías clínicas internacionales señalan que en muchos trastornos mentales, como la depresión, los trastornos de ansiedad o el trastorno obsesivo-compulsivo, la compatibilización de psicofármacos y psicoterapia puede mejorar la adherencia terapéutica y los resultados clínicos. Por un lado, expresa que los psicofármacos modulan la concentración de los neurotransmisores, entre otros mecanismos de acción intracelular (segundos mensajeros, sensibilización de receptores, etc). Estos pueden actuar o bien en la corteza cerebral o sobre las estructuras encefálicas más profundas del cerebro que se encargan de gestionar las emociones, los recuerdos y la afectividad.
A través de estos mecanismos, el documento menciona que los psicofármacos han demostrado eficacia en el control de los síntomas y en la calidad de vida de los pacientes con trastornos de salud mental. El desarrollo de este tipo de medicamentos ha evolucionado considerablemente durante los últimos 50 años, pudiendo dividirlos en cinco grupos principales: antipsicóticos, ansiolíticos, antidepresivos, hipnóticos y estabilizadores del ánimo, según su mecanismo de acción y los trastornos mentales que tratan. «La evidencia avala el papel fundamental de los psicofármacos en el abordaje de problemas graves de salud mental y sus efectos positivos en la mejora de la calidad de vida de los pacientes», indica.
A continuación, el documento cita que el Plan de Acción Integral sobre Salud Mental 2013-2030 de la Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que las iniciativas nacionales de fortalecimiento de la salud mental no deben limitarse a proteger y promover el bienestar mental de todos, sino también atender las necesidades de las personas que padecen afecciones de salud mental. La OMS también señala que los psicofármacos esenciales deben estar siempre disponibles en todos los niveles de la atención de la salud y mejorar el acceso a ellos es un componente clave para facilitar y agilizar el acceso a servicios de atención de salud mental eficaces.
Asimismo, alude a un reciente estudio realizado por The British Journal of Psychiatry que compara la efectividad de medicamentos utilizados en psiquiatría con aquellos empleados en otras áreas de la medicina. En este sentido, los resultados mostraron que los psicofármacos no eran, en general, menos efectivos que los medicamentos más utilizados en otras especialidades, concluyendo en la necesidad de enfocar el debate de los tratamientos en su capacidad para aliviar el sufrimiento y mejorar la calidad de vida de los pacientes. Por otro lado, la psicoterapia, en sus distintas modalidades, contribuye a dotar a las personas de herramientas para la gestión emocional, el afrontamiento del malestar y el desarrollo de habilidades interpersonales. Además, es necesaria para atender e identificar los aspectos subjetivos del paciente, reducir el tiempo de uso o eliminar la necesidad de usar psicofármacos u otros medicamentos en el futuro.
Por su parte, menciona que en el caso de trastornos mentales graves, tales como la psicosis, el trastorno bipolar o el trastorno depresivo mayor, las intervenciones psicoterapéuticas han demostrado ser efectivas. A modo de ejemplo, señala que la terapia cognitivo-conductual adaptada a la psicosis ha mostrado beneficios en la reducción de síntomas positivos y en la mejora del funcionamiento psicosocial.