Desde que en 2010 la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) aprobó Provenge, un tratamiento inmunooncológico desarrollado por la compañía Dendreon, la lucha contra el cáncer ha tomado un nuevo rumbo. Este hito marcó el inicio de una década de avances en inmunoterapia, una estrategia que utiliza el sistema inmunitario del paciente para combatir el cáncer, y que promete revolucionar el tratamiento de esta enfermedad. Un documento elaborado por Advanced Clinical argumenta que a medida que la ciencia avanza, la inmunooncología se posiciona como uno de los campos más prometedores y complejos de la medicina moderna, dando paso a tratamientos innovadores que prolongan la vida de los pacientes y mejoran su calidad de vida.
La premisa detrás de la inmunoterapia es clara: entrenar al sistema inmunológico para que detecte y ataque células cancerosas. En este sentido, Provenge supuso un cambio en la forma de tratar ciertos cánceres al personalizar las terapias según las características específicas de cada tumor y paciente, un concepto fundamental en la medicina de precisión. En la última década, los avances en inmunoterapia han dado lugar a tratamientos que mejoran la supervivencia global sin incrementar la toxicidad, permitiendo que los pacientes vivan más tiempo sin los efectos secundarios graves asociados a otros tratamientos.
Tras su éxito, surgieron otros tratamientos, siendo los inhibidores de los puntos de control inmunitario, como PD-1/PD-L1 y CTLA-4, los más destacados. Keytruda y Opdivo, los dos primeros inhibidores de PD-1 aprobados, han registrado un éxito significativo en ventas y se emplean en una amplia variedad de cánceres, como el melanoma y el cáncer de pulmón. Sin embargo, el informe recoge que han surgido innovaciones en el tratamiento de cánceres resistentes y difíciles de tratar, como el cáncer de páncreas, lo que abre la puerta a nuevos horizontes en la investigación oncológica. Por otro lado, se menciona que las terapias CAR-T son otro gran avance en inmunooncología, que implican modificar células T del propio paciente para que ataquen específicamente al cáncer. En este sentido, Kymriah, de Novartis, fue el primer tratamiento CAR-T aprobado para la leucemia linfoblástica aguda y, tras demostrar una efectividad notable, dio paso a Yescarta de Gilead para el tratamiento de linfomas.
El documento de Advanced identifica que uno de los mayores desafíos de la inmunooncología es garantizar el acceso equitativo a estos tratamientos. En este contexto, argumenta que los costes asociados a estos fármacos son elevados, lo que dificulta que pacientes de todos los contextos puedan beneficiarse de ellos. “Keytruda y Opdivo, por ejemplo, tienen precios anuales que alcanzan los cientos de miles de dólares, mientras que las terapias CAR-T pueden superar los 400.000 dólares debido a su complejidad en la producción y administración”, admite, del mismo modo que añade que “esta situación genera tensiones para los sistemas de salud, y se vuelve especialmente problemática en países con menos recursos”. En este sentido, subraya que algunas soluciones para reducir estos costes incluyen optimizar los procesos de fabricación y explorar regiones menos investigadas para ensayos clínicos. “La diversificación geográfica no solo puede mejorar la inclusión de distintos grupos de pacientes en los estudios, sino que también proporciona datos que reflejan mejor la variabilidad genética global”, precisa. “Esto podría ayudar a mejorar la eficacia de los tratamientos y, al mismo tiempo, reducir la presión sobre el acceso y el coste”, añade.
El cáncer es la segunda causa principal de mortalidad en los países de la Unión Europea, después de las enfermedades cardiovasculares. Cada año esta enfermedad se diagnostica a 2,6 millones de personas y acaba con la vida de otros 1,2 millones de personas. Teniendo en cuenta que en Europa se producen una cuarta parte de todos los casos de cáncer y en ella vive menos del 10% de la población mundial, es evidente que el cáncer representa una enorme amenaza para la sociedad. En este contexto, la inmunooncología representa una esperanza para mejorar las estadísticas de supervivencia. Sin embargo, en el documento menciona que el acceso a los tratamientos varía considerablemente entre países. En este punto, muestra que los países más ricos de Europa Occidental, los tratamientos inmunooncológicos son ampliamente accesibles, mientras que en regiones más pobres, su uso es limitado.
Por otro lado, identifica que la complejidad de los tratamientos inmunooncológicos exige nuevos enfoques en los ensayos clínicos. Las farmacéuticas se ven obligadas a replantear los métodos de prueba tradicionales utilizados para la quimioterapia, ya que la inmunoterapia tiene características y respuestas únicas. “Se necesitan diseños de estudios adaptativos que permitan ajustar las dosis, plazos y criterios de valoración en función de los resultados observados”, confirma, a la vez que considera que “estas innovaciones en el diseño de ensayos clínicos son esenciales para garantizar que los tratamientos lleguen al mercado de forma más rápida y efectiva”. A continuación, expresa que “la industria farmacéutica también debe equilibrar este avance científico con la seguridad del paciente, desarrollando mecanismos que gestionen de manera eficaz la toxicidad en tratamientos combinados”.
Biomarcadores en diagnóstico y tratamiento
La creciente importancia de los biomarcadores ha cambiado la forma de diagnosticar y tratar el cáncer, ya que permiten predecir la respuesta de ciertos tumores a tratamientos específicos, lo que facilita la personalización de las terapias. En el documento se menciona que Keytruda, por ejemplo, fue el primer fármaco aprobado para cualquier tumor sólido con inestabilidad de microsatélites (MSI-H) o deficiencia en la reparación de emparejamientos erróneos (dMMR), independientemente del tipo de cáncer. “Este enfoque basado en biomarcadores representa un avance hacia tratamientos centrados en el perfil genético y molecular de cada tumor, más allá de su localización en el cuerpo“, advierte.
A medida que la inmunooncología se afianza como un tratamiento efectivo, se ha empezado a emplear en etapas más tempranas del cáncer. “Las primeras pruebas y aprobaciones de tratamientos inmunooncológicos fueron para casos avanzados, pero ahora se están explorando en estadios iniciales y como terapias adyuvantes para prevenir la recurrencia tras la cirugía”, argumenta el documento. El futuro de la inmunooncología también pasa por explorar combinaciones de tratamientos. La combinación de inmunoterapia con quimioterapia, radioterapia u otros fármacos puede mejorar los resultados, aunque este enfoque presenta desafíos en cuanto a la toxicidad y los efectos adversos.