En los últimos años, la salud mental ha dejado de ser una cuestión invisible para situarse en el centro del debate social y político. Según los últimos datos ofrecidos por el Ministerio de Sanidad, tras la pandemia de COVID-19 la prevalencia de los trastornos mentales ha aumentado. A su vez, en España se ha incrementado el consumo de algunos psicofármacos en los últimos años, de acuerdo a los datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos y la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS).

Desde Farmaindustria son conscientes de que la atención farmacológica es una herramienta necesaria en la atención de los trastornos mentales y que su contexto actual plantea retos en el uso de los mismos. La patronal de la industria farmacéutica española ha mostrado su compromiso con la prevención, diagnóstico temprano y uso responsable de los medicamentos, contribuyendo a este debate con propuestas basadas en la evidencia científica y las mejores prácticas. Por todo ello, Farmaindustria ha impulsado el Comité de Expertos para la Salud Mental, formado por expertos multidisciplinares con el fin de consensuar propuestas e inspirar políticas públicas para el abordaje integral de los trastornos mentales, promoviendo un manejo adecuado de la prescripción y del uso de los psicofármacos en España.

De este modo, el documento ‘Juntos por una mejor salud mental. Propuestas para una mejor atención y un uso adecuado de los psicofármacos en España’, ofrece veinte recomendaciones para avanzar en este campo. Entre las principales acciones se encuentra la necesidad de sensibilizar sobre la salud mental de forma rigurosa y precisa en el debate público, con el propósito de reducir el estigma existente en torno a los trastornos mentales y los tratamientos asociados, fomentando una visión más informada y comprensiva por parte de la sociedad. A su vez, destaca la importancia de mejorar la formación en salud mental para todos los profesionales sanitarios que tratan directa o indirectamente con personas con trastornos mentales, a través de programas específicos, actualizados e independientes sobre psicoterapia y psicofarmacología.

También proponen garantizar que los ratios de profesionales de salud mental por población, incluyendo psiquiatras, psiquiatras infantiles y de adolescentes, psicólogos clínicos, personal de enfermería especializado en salud mental y trabajadores sociales dedicados a esta área, cubran de forma adecuada las necesidades existentes, reduciendo la carga burocrática y priorizando la atención asistencial. Además, plantean mejorar la coordinación de todos los profesionales implicados en el diagnóstico y atención de personas con trastornos mentales, fomentando el modelo de asistencia compartida entre la Atención Primaria, Comunitaria y Hospitalaria.

Otra de las medidas fundamentales pasa por garantizar que los tratamientos prescritos y el plan de seguimiento formen parte de un plan terapéutico único, consensuado con el paciente, coordinado y adaptado a sus necesidades, que permita valorar su evolución y la consecución de los objetivos definidos previamente. Junto a ello, se hace un llamado a mejorar los sistemas de información mediante el establecimiento de indicadores comunes y el uso de herramientas digitales que permitan recopilar datos no solo sobre la cantidad de psicofármacos consumidos, sino también sobre la calidad y adecuación de dichos tratamientos.

En cuanto a las opciones terapéuticas, defienden la integración del tratamiento psicofarmacológico y/o la psicoterapia en las personas con trastornos mentales, siempre en base a la evidencia científica, garantizando que todas las opciones óptimas estén disponibles y accesibles para los pacientes. Para ello, consideran esencial ampliar la investigación científica, tanto pública como privada, sobre tratamientos farmacológicos y psicoterapéuticos en poblaciones y condiciones clínicas con limitada evidencia disponible, promoviendo el uso de datos de vida real.

Asimismo, proponen desarrollar y difundir Guías de Práctica Clínica para trastornos mentales a nivel nacional, implicando a las autoridades sanitarias y reguladoras y contando con la participación de equipos multidisciplinares, para ofrecer recomendaciones claras basadas en la mejor evidencia científica. En esta misma línea, sugieren promover un modelo de toma de decisiones compartidas que favorezca la corresponsabilidad médico-paciente, asegurando una comunicación clara, continua, adaptada y bidireccional.

Por último, plantean implementar un sistema estructurado de seguimiento para la evaluación continua de la respuesta clínica al tratamiento y el cumplimiento terapéutico, valorando de forma individual la necesidad de continuar el tratamiento prescrito o, si corresponde, ajustarlo o interrumpirlo de manera segura.

Durante la presentación del informe, Celso Arango, coordinador del Comité de Expertos para la Salud Mental; director del Instituto de Psiquiatría y Salud Mental Hospital General Universitario Gregorio Marañón, ha admitido que «hemos conseguido por fin que hablen de nosotros, pero deberíamos conseguir que lo hagan bien porque nos corresponde hablar de ello. Asimismo, ha recordado que «ya antes de la pandemia se dio un incremento de los trastornos del sueño, de ansiedad y trastornos depresivos» y que «ha habido un incremento muy importante de psicofármacos destinados al sistema nervioso central (SNC)».

Por su parte, Lorenzo Armenteros, médico del Área de Medicina Familiar y Comunitaria en el Servizo Galego de Saúde, ha defendido que es muy importante medir lo que se hace. Para ello, considera que es crucial contar con la visión de los pacientes. Además, ha expresado que «es importante dejar de hablar de cantidad y hablar de calidad». Seguidamente, Beatriz Salazar, especialista de Área en Farmacia Hospitalaria en el Complejo Hospitalario Universitario de Ferrol, ha subrayado que «todos los profesionales tenemos que tener una formación en salud mental porque probablemente se estén tratando con fármacos problemas de la vida diaria».

Por otro lado, Eduard Vieta, jefe de Servicio de Psiquiatría y Psicología del Hospital Clínic de Barcelona, ha recordado que estamos a la cola en cuanto a numero de profesionales de salud mental por habitante. «Tenemos seis psicólogos clínicos por cada 100.000 habitantes y el hecho de tener una ratio tan baja hace que mucha de la carga de los trastornos mentales esté recayendo sobre la atención primaria», ha expresado.

Situación de la salud mental en España

Tal y como se mencionaba anteriormente, el documento muestra que en España existe un incremento sostenido en el consumo de algunos de estos fármacos, según evidencian datos del Observatorio del Uso de Medicamentos publicados por la AEMPS. En concreto, el consumo de medicamentos antidepresivos y de hipnóticos o sedantes ha experimentado un notable incremento en los últimos años. En el caso de los antidepresivos, la dosis diaria definida por 1.000 habitantes y día (DHD) ha pasado de 64,73 en 2010 a 99,27 en 2023, lo que supone un aumento progresivo y sostenido a lo largo de más de una década.

El consumo de antidepresivos se incrementó de forma paulatina desde 67,61 en 2011 hasta alcanzar los 96,53 en 2022, con un último repunte en 2023 hasta los 99,27 DHD. Por su parte, el consumo de hipnóticos y sedantes también ha aumentado, aunque de forma más moderada. En 2010 se situaba en 28,25 DHD, alcanzando los 33,73 en 2023. Tras una tendencia ascendente sostenida hasta 2021, cuando se registró un pico de 34,21 DHD, el consumo se ha estabilizado en los últimos años, con una ligera reducción en el último ejercicio.

Prevalencia de los trastornos mentales

A continuación, el documento muestra que en España la prevalencia de los trastornos mentales ha aumentado entre 2013 y 2022 (11,08% vs 17,17%), tal y como señalan los datos de prevalencia registrados de trastornos mentales en población general del Ministerio de Sanidad. Por otro lado, los datos del Estudio HBSC 2022 también revelan un incremento en el malestar psicosomático entre los adolescentes, elevándose del 27,8% en 2018 al 38,5% en 2022.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), usar racionalmente los medicamentos significa que «los pacientes reciban fármacos apropiados para sus necesidades clínicas, a dosis ajustadas a su situación particular, durante un periodo adecuado de tiempo y al mínimo costo posible para ellos y para la comunidad». Esta definición abarca el uso de buena calidad (es decir, correcto y apropiado) de los medicamentos por parte de quienes los prescriben y de quienes los consumen. Asimismo, la OMS define el proceso de una buena prescripción de medicamentos requiere una aproximación sistemática que se establece en seis pasos: identificación del trastorno mental, definición de los objetivos terapéuticos, selección del tratamiento, inicio del abordaje terapéutico, proporción de información y monitorización de respuesta.

Por último, en cuanto a la carga económica, el informe de Farmaindustria recoge que los costes directos e indirectos evitables asociados a las condiciones de salud mental en 28 países europeos ascienden a 122.900 millones de euros anuales.


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