“La pandemia ha conllevado un evidente aumento de las infecciones fúngicas detectadas en UCIs en pacientes con COVID-19”. Rafael Zaragoza, jefe de Servicio en el Servicio de Medicina Intensiva del Hospital Universitario Doctor Peset, explica el aumento de incidencia registrado en estas infecciones desde que comenzase la crisis sanitaria. En concreto, precisa que “esto ha ocurrido principalmente por dos microorganismos: los hongos Aspergillus y las Candida, principalmente la cándida auris.El experto explica que, “en pacientes ingresados en UCI e intubados por este coronavirus, el diagnóstico de infección fúngica invasiva era de entre el 10 y el 20 por ciento”. Para ponerlo en perspectiva, puntualiza que “antes de la pandemia esta incidencia era de entre el 2 y el 3 por ciento, por lo que podríamos decir que en muchos centros se ha llegado a quintuplicar la presencia de estas infecciones”.
Por buscar un aspecto positivo, Zaragoza apunta que el aprendizaje que deja la pandemia es que “Durante este periodo estas infecciones se han buscado más activamente y desde el tercer o cuarto día desde que el paciente ingresa; cuanto antes se busque y se detecte, mejor, ya que cuando más tardas en abordarlas peor es el pronóstico”.
Diagnóstico precoz = tratamiento certero
Obtener un diagnóstico certero es importante para el pronóstico de estas infecciones. Pero, en el caso de los pacientes COVID había determinadas pruebas que no se podían realizar para no desestabilizar a los pacientes. Por fortuna, el hallazgo de pruebas como el Lateral Flow permitían emitir un diagnóstico ágil. Este punto es muy importante, porque adaptar el tratamiento a cada caso mejora las probabilidades de éxito. “Tenemos fármacos eficaces para estas infecciones, pero el éxito radica en individualizarlos para cada paciente, ahí está la importancia del diagnóstico” explica Zaragoza. Aquí, insta a “crear un protocolo, atendiendo a que vienen nuevos fármacos von el que “facilitar la labor de los profesionales sanitarios”.
Hay diversos fármacos como la amforeticina B liposomal o los fármacos denominados azoles (que han evolucionado notablemente con el paso de los años). “Por ello, si lo analizamos, tenemos herramientas, lo que pasa es que cada una es para una infección”, concluye el experto.