Desde que la COVID-19 empezase a extenderse a nivel mundial, industria farmacéutica y entidades académicas e investigadoras centran sus esfuerzos en encontrar vacunas y tratamientos que ayuden a detener la pandemia de coronavirus.
En concreto, la búsqueda por la vacuna centra el interés tanto de la comunidad científica como de la sociedad en general. Por ello, en la actualidad se están investigando numerosas vacunas basadas en diferentes tecnologías. Cabe destacar que desde la comunidad investigadora apuntan a que la suma de varias vacunas será la que ayude a frenar la expansión de la enfermedad.
Ensayos en diferentes fases
Los estudios con vacunas que prevengan la infección por SARS-CoV-2 avanzan a diferente ritmo. Por ejemplo, en España hay tres equipos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) trabajando en tres tipos de vacunas diferentes: ninguna de las vacunas desarrolladas por el CSIC ha comenzado todavía los ensayos en humanos. Pero, aunque llegue más tarde, voces del sector apuntan a la utilidad de que España cuente con una vacuna propia una vez comience la vacunación a gran escala, para evitar posibles problemas de disponibilidad.
A nivel mundial, tres vacunas cuentan con una autorización de uso limitada, a falta de finalizar la tercera fase de los ensayos clínicos. La primera en formalizar su registro y contar con una autorización para uso temprano fue la ‘Sputnik V’, vacuna desarrollada en Rusia por el Gamaleya Research Institute; sin embargo, hay muchas dudas en torno a esta vacuna puesto que la entidad investigadora no ha publicado ningún dato de las fases ya finalizadas que certifiquen la eficacia y seguridad de la misma.
Desde China, las vacunas impulsadas por CanSino Bio y Sinovac, cuentan con una autorización para uso limitado. Al contrario que en el caso de la vacuna rusa, estos dos proyectos sí han ido presentando los datos de las fases finalizadas dentro del ensayo clínico. De hecho, el estudio de la vacuna de CanSino Bio ha sido sometido al análisis externo de la revista ‘The Lancet’, corroborándose los resultados “esperanzadores” que reflejan los datos.
Otras cuatro vacunas se encuentran en estos momentos en la fase final de los ensayos clínicos. Una de las más mediáticas es la que está desarrollando la compañía biotecnológica Moderna. En las fases de los estudios llevadas a cabo hasta el momento ha mostrado que provoca una respuesta inmunológica robusta en aquellos individuos a los que se les ha administrado.
Otra práctica que está siendo frecuente para acelerar el proceso de investigación de vacunas contra la COVID-19 es solapar dos fases del ensayo. En esta línea están trabajando las alianzas que se han establecido entre BioNTech, Pfizer y Fosun Pharma y la de AstraZeneca y la Universidad de Oxford. En ambos casos los resultados obtenidos hasta el momento han sido positivos, por lo que ambas uniones esperan ser capaces de solicitar la autorización de sus proyectos en los próximos meses.
Otro de los datos a destacar es uno muy propio de la industria farmacéutica: la Fase I es la que cuenta con un mayor número de proyectos, puesto que es en la que se hacen las pruebas más preliminares sobre la eficacia y seguridad de cada proyecto. Pasar a las siguientes fases es más difícil. Como ocurre generalmente, es habitual que en el camino queden muchos proyectos que, aunque en el laboratorio eran prometedores al pasar a las pruebas en humanos encuentran algún obstáculo que impida certificar que cumple los objetivos que se habían marcado.
Tecnologías de desarrollo
Cada proyecto está basado en una plataforma de desarrollo. Un gran número de vacunas están utilizando técnicas que se basan en inocular el virus con alguna modificación, por ejemplo atenuado, para provocar una infección controlada en el paciente y que así este genere anticuerpos que le prevengan de una infección natural por el SARS-CoV-2.Otras, sin embargo, utilizan una parte de la secuencia del virus para administrarla al paciente; el organismo no identifica esto como una infección, sino que una sustancia desconocida lo está invadiendo y busca la manera de crear una inmunidad para protegerse de esa amenaza.
Ninguna de las fórmulas en sí misma es más efectiva que otra. Estas dos maneras básicas de desarrollar vacunas a rasgos generales cuentan con diferencias específicas en el proceso. De hecho, desde la comunidad científica apuntan que contar con vacunas diferentes es necesario para lograr generar inmunidad en diferentes grupos poblacionales.
Producción a gran escala
Otro de los problemas que plantea la vacuna contra la COVID-19 es el relativo a su producción a gran escala para lograr una vacunación masiva que frene la expansión de la pandemia.
Por ello, muchas compañías farmacéuticas han modificado sus líneas de producción para afrontar este desafío. De esta manera, aquellas corporaciones que cuenten con plantas de fabricación destinadas a vacunas ya trabajan para aumentar la capacidad de producción o reorientar otros segmentos a esta labor.
Además cabe destacar que para ‘adelantar trabajo’ hay compañías que ya están produciendo su vacuna a riesgo. Esto quiere decir que están trabajando en la fabricación de dosis de la vacuna que sigue en proceso de investigación para poder contar con el número de necesario para satisfacer la demanda en el momento en que esta, como prevén, sea aprobada. El problema radica en que, si no se demuestra la eficacia y seguridad de la vacuna en cuestión, aquellas dosis producidas no servirán para nada, lo que repercutirá negativamente en las cuentas de la empresa.