La lucha contra la obesidad ha sido uno de los mayores desafíos de la medicina moderna, y la industria farmacéutica ha experimentado múltiples fracasos en su intento por encontrar tratamientos efectivos. A lo largo de las últimas décadas, el desarrollo de medicamentos para combatir la enfermedad ha sido un camino lleno de obstáculos, caracterizado por la retirada temprana de muchos productos debido a problemas de seguridad. Sin embargo, recientes avances científicos están marcando una transformación revolucionaria en este campo, impulsando a las grandes farmacéuticas a replantearse su enfoque en la investigación y desarrollo de fármacos contra esta enfermedad.

La obesidad es una de las principales causas de muerte prematura y discapacidad a nivel mundial. Su prevalencia ha aumentado drásticamente desde 1975, y en países como Estados Unidos, más de un tercio de la población adulta se enfrenta a esta condición. Además, es una patología que está estrechamente relacionada con enfermedades como la diabetes tipo 2, problemas cardiovasculares, ciertos tipos de cáncer y otras complicaciones metabólicas, que generan una gran carga económica sobre los sistemas sanitarios.

Durante mucho tiempo, los intentos de las compañías farmacéuticas se centraron en desarrollar medicamentos que atacaran los mecanismos moleculares del apetito y la saciedad. Sin embargo, estos tratamientos no lograron ofrecer resultados tan eficaces como la cirugía bariátrica, que sigue siendo el método más efectivo para la pérdida de peso significativa. Pero la cirugía no es una solución viable a gran escala, ya que conlleva riesgos importantes y no garantiza el éxito a largo plazo. Esta limitación ha generado la urgente necesidad de nuevas terapias farmacológicas.

La llegada de los agonistas GLP-1

La historia de los GLP-1 ha tardado cuatro décadas en desarrollarse. Tal y como recordó la revista Science en su artículo, los investigadores descubrieron el GLP-1 mientras investigaban la diabetes y la regulación del azúcar en sangre a principios de la década de 1980. En 1990, los científicos ya descubrieron que inyectar GLP-1 en el cerebro de ratas reducía su ingesta de alimentos. Sin embargo, no fue hasta 2005 cuando se aprobó el primer fármaco GLP-1, Byetta (exenatida, AstraZeneca) para la diabetes tipo 2 (DM2).

Siguiendo la línea cronológica, en agosto, un estudio con la participación de 529 personas que padecen obesidad e insuficiencia cardiaca reveló que aquellos que recibieron semaglutida experimentaron un incremento duplicado en la mejora cardíaca y fueron capaces de caminar 20 metros adicionales en un periodo de seis minutos en comparación con el grupo placebo después de un año de tratamiento. En el mismo mes, un ensayo más extenso con 17.000 personas con exceso de peso y enfermedades cardiovasculares, liderado por Novo Nordisk, arrojó que aquellos que tomaban semaglutida tenían un 20 por cierto menos de riesgo de ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares.

En los últimos tres años, la industria ha experimentado una verdadera revolución con la aparición de los agonistas del receptor de péptido similar al glucagón-1 (GLP-1), como la semaglutida, que han demostrado ser efectivos en la pérdida de peso y la mejora de la salud metabólica. Estos compuestos, que inicialmente fueron desarrollados para el tratamiento de la diabetes, han abierto una nueva vía en la lucha contra la obesidad. Su éxito fue tal que en 2021 las agencias reguladoras aprobaron el primer compuesto basado en incretinas para tratar esta enfermedad. Se trataba de Wegovy (semaglutida, Novo Nordisk), que tras demostrar que su administración subcutánea en adultos con sobrepeso u obesidad (sin diabetes), unido a una intervención en el estilo de vida, se asociaba con una pérdida de peso media significativa, sostenida y clínicamente relevante del 14,9 por ciento. El 86 por ciento de los participantes alcanzaban al menos un cinco por ciento de pérdida de peso.

El impacto de estos fármacos en la industria farmacéutica ha sido significativo, transformando no solo la forma en que los médicos abordan la obesidad, sino también la investigación en este campo. Actualmente, más de 144 moléculas contra la obesidad están en desarrollo, de las cuales la mayoría se encuentran en fases preclínicas. Según se recoge en el documento ‘La evolución del desarrollo de fármacos contra la obesidad’, desarrollado por BioPharma Dive, en 2023, el número de ensayos clínicos en este ámbito se incrementó notablemente, con más de 109 estudios en curso. Este auge ha sido liderado por los agonistas del GLP-1, seguidos de otras hormonas como el polipéptido inhibidor gástrico (GIP) y el glucagón, que también están siendo investigadas como posibles tratamientos.

El éxito de los agonistas del GLP-1 ha desencadenado una carrera dentro de la industria farmacéutica, con compañías que buscan innovar y superar los resultados alcanzados por la semaglutida. A medida que la demanda de este fármaco supera la oferta, los competidores están explorando nuevas hipótesis y formas de regular el metabolismo de manera más efectiva. “Uno de los grandes desafíos para las compañías será desarrollar tratamientos que no solo logren una pérdida de peso significativa, sino que también sean capaces de mantenerla a largo plazo sin recurrir a la cirugía”, expresa el documento. Además, admite que “deberán enfocarse en mejorar la calidad de la pérdida de peso, es decir, en asegurar que se preserve la masa muscular mientras se reduce la grasa corporal, especialmente la grasa abdominal, que está directamente asociada a comorbilidades metabólicas“.

Este cambio de enfoque está impulsando a las compañías a reconsiderar sus estrategias de desarrollo. Nuevos fármacos, como la tirzepatida, el primer agonista dual (GLP-1 y GIP), aprobado en 2023, están elevando los estándares de seguridad y eficacia en el tratamiento de la obesidad. Para competir en este mercado, las nuevas formulaciones deberán ofrecer ventajas significativas en términos de comodidad, eficacia o facilidad de fabricación.

Innovación y la diversificación

Uno de los grandes retos a los que se enfrenta la industria farmacéutica en la carrera por el desarrollo de fármacos contra la obesidad es la necesidad de diversificar las líneas de investigación. Los estudios actuales están explorando compuestos con mecanismos de acción complementarios que puedan utilizarse junto con los agonistas del GLP-1 para optimizar la pérdida de peso, evitar la pérdida de masa muscular y combatir la adaptación metabólica, un fenómeno que facilita la recuperación de peso tras una pérdida inicial.

A medida que los avances en la ciencia y la tecnología ofrecen nuevas oportunidades, las compañías deben ser estratégicas en la elección de sus objetivos. La obesidad es una enfermedad compleja y diversa en cuanto a sus causas y mecanismos, lo que requiere un enfoque multidimensional para su tratamiento. Los promotores de nuevos fármacos tendrán que tomar decisiones tempranas y cuidadosas sobre las indicaciones más prometedoras y los caminos regulatorios que deben seguir.

En este sentido, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) ha emitido directrices que exigen a las compañías diseñar planes de acción para garantizar que los ensayos clínicos incluyan a una población diversa. “La diversidad en los ensayos clínicos no solo es crucial para garantizar que los tratamientos sean efectivos para diferentes grupos étnicos y de género, sino que también es una oportunidad para entender mejor cómo los factores genéticos influyen en la respuesta a los fármacos contra la obesidad”, recoge el documento.

La mirada hacia el futuro

El éxito de los nuevos fármacos contra la obesidad ha abierto un nuevo capítulo en la industria farmacéutica. Con la creciente demanda de tratamientos efectivos y seguros, las compañías están compitiendo para desarrollar la próxima generación de medicamentos que no solo reduzcan el peso, sino que también mejoren la salud metabólica de los pacientes a largo plazo. La investigación actual está enfocada en encontrar combinaciones de fármacos que aborden múltiples aspectos de la obesidad, desde el control del apetito hasta el aumento del gasto energético y la preservación de la masa muscular. Este enfoque integral es crucial para combatir la compleja patogénesis de la obesidad y ofrecer soluciones duraderas.


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