Las enfermedades nosocomiales son aquellas infecciones que se contraen durante el ingreso hospitalario. En palabras de Teresa Peláez, adjunta de Microbiología y Consultora de Micología en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), estas pueden producirse tanto por “bacterias, por virus como por hongos”. Así lo explicaba durante el encuentro ‘Las enfermedades nosocomiales en UCIs en la era COVID. Infecciones en las UCIs: ¿qué patógenos oportunistas acechan?, organizado por Gaceta Médica con el apoyo de Gilead.

Peláez especificaba que “en pacientes que han sido ingresados por COVID-19 durante los últimos meses, las coinfecciones se han dado por cualquiera de los tres factores”. Además, explicaba que “es necesario tener en cuenta que este tipo de coinfección conlleva tanto una mayor estancia hospitalaria como una mayor mortalidad”. En este contexto, obtener un diagnóstico certero es fundamental de cara a detectar el tipo de infección de cada paciente y proceder así al abordaje farmacológico más adecuado desde las etapas iniciales.

Riesgo añadido

Estas enfermedades nosocomiales son un factor de riesgo añadido para cualquier paciente, situación que ha sido más visible en estos meses como consecuencia del aumento de con la COVID-19. Así, José Ignacio Ayestarán, intensivista en el Hospital Son Espases (Palma de Mallorca) indicaba que “los pacientes que han sido ingresados en las UCIs durante esta pandemia han fallecido en mayor medida que los que habitualmente adquieren enfermedades nosocomiales”. Algunas de las causas a las que apuntaba eran que “suelen ingresar en estado más grave, tienen más posibilidad de contraer infecciones y algunos reciben terapias muy agresivas o técnicas muy invasivas; todo esto conlleva más riesgo de contraerlas”. 

A este respecto, Ayestarán planteaba que “desde hace años se han puesto en marcha medidas importantes para prevenir el desarrollo de estas enfermedades”. Lo que ha ocurrido durante esta pandemia, detallaba, es que “las medidas se han visto sobrepasadas y no se han podido llevar a cabo”.

Miguel Salavert, jefe de sección en la Unidad de Enfermedades Infecciosas del Hospital Universitario y Politécnico La Fe (Valencia), destacaba que “la atención a estos pacientes se ha dado de manera conjunta con servicios como neumología o medicina interna, aunando a todos los profesionales que estaban capacitados para hacer frente a este problema”. Otro de los puntos al que se refería Salavert es que, “quizá se ha puesto mucho el foco en el control aéreo por las características de la enfermedad, mientas que el control de contacto no ha sido como debería”. Todos estos factores han repercutido en que los puntos más álgidos de la pandemia de COVID-19 se vieran acompañados de un aumento de este tipo de infecciones.

Patógenos oportunistas

Por otra parte, Salavert consideraba que se puede definir a estos patógenos como “oportunistas”. “Creo que sí tienen esa característica en el ámbito hospitalario; hemos visto de casi todo, como infecciones fúngicas importantes que no esperábamos en muchos de los pacientes”. Por otra parte, expresaba que no se han detectado casos de afecciones como la “tuberculosis o leishmaniosis, entre otras” pero sí alertaba de que “el aumento de coinfecciones que se ha visto es una experiencia impensable y que no se puede comparar con los casos que se han dado durante epidemias anteriores”.

Peláez se refería al aumento de infecciones en estos meses como “una pandemia fúngica”. Entre los patógenos que provocan un mayor número de infecciones de este tipo se encuentran los hongos de la clase aspergillus. La experta narraba haber vivido “dos brotes de aspergilosis, causada por este hongo, en los que se registraban una media de 15 o 20 casos al año”. Para poner en perspectiva los datos resaltaba que “en la primera ola había en el HUCA diez pacientes con aspergilosis en un periodo de un mes y medio; mientras, en la segunda, entre noviembre y diciembre se detectaron un total de 32 pacientes con aspergilosis invasora”.

Yendo al detalle, Salavert apuntaba que “hay pacientes que vienen con el hongo dentro, en situación quiescente; al ingresarles, la suma de factores del propio huésped y otros como la inmunosupresión, pueden favorecer el desarrollo de la infección”. Salavert también declaraba que, aunque en el caso del Hospital La Fe no se ha observado un gran aumento de infecciones por aspergillus,sí que han detectado “el empeoramiento de una situación endémica que se produce desde el año 2016, un brote de candida auris, que es una levadura multirresistente”.

Impacto de estas infecciones

Los tres expertos coincidían en la necesidad de dar a estas infecciones la importancia que se merecen. “En la primera ola, la mortalidad por aspergilosis fue del 10 por ciento; en la segunda ola esta cifra subió hasta el 37,5 por ciento. Es necesario transmitir que estos datos no son deleznables”, aseveraba Peláez. En esta línea, Salavert manifestaba que, con estas infecciones en pacientes COVID-19, “sobre todo en aquellos más mayores de entre 80 y 90 años, la mortalidad llegó al 34 o 40 por ciento”. Aquí, agregaba “estos datos se dieron sobre todo durante la primera ola; ahí, los fármacos se utilizaban de manera más atropellada y no en base a las pautas que ahora se han aprobado”.

Asimismo, Ayestarán se refería al número de casos advirtiendo que “la incidencia de coinfecciones con el COVID-19 se dispara; además, se da lugar a infecciones de todo tipo como pueden ser las neumonías o las del tracto urinario”. “Lo que es innegable, es que han aumentado sustancialmente respecto a otros años”, incidía.

Relevancia del diagnóstico precoz          

Además de la importancia del abordaje multidisciplinar, los expertos se mostraban de acuerdo en lo crucial de la detección precoz. “Desde el laboratorio, el proceso es una cadena; con un diagnóstico rápido puedes dictar un tratamiento apropiado y dirigido a cada caso, lo que desemboca en menos mortalidad y estancia hospitalaria entre otros”, recordaba Peláez.

Ayestarán reforzaba esta idea insistiendo en que “el tratamiento inicial precoz es imprescindible porque la mortalidad es muy alta”. “Aunque es verdad que estamos más acostumbrados al manejo de los antibióticos, en el abordaje de las enfermedades nosocomiales, es importante actuar de manera más directa”, aclaraba. Acerca del uso de fármacos en estas infecciones, Salavert señalaba que, aunque en su caso no han tenido brotes graves, “sí se han registrado cepas aisladas, algunas de ellas con resistencias”. Por ello, concretaba, “se ha vuelto a la alquimia de combinar viejos medicamentos y otros más nuevos; además, usamos todas aquellas técnicas aprendidas tanto desde las UCIs como desde la farmacia”.

Sistemas de detección

En definitiva, para Peláez, “lo más importante es reunir todos los datos existentes e intentar hacer un algoritmo a nivel de estos hongos; con un mayor número de datos podremos tener mucha más base a la hora del diagnóstico”.

Peláez cree que estos meses han sido muy enriquecedores a nivel de aprendizaje. “En mi caso he aprendido que los biomarcadores fúngicos rápidos son esenciales y hemos pasado mucho tiempo pensando en el cultivo, lo que resta agilidad; ahora podemos obtener diagnóstico de aspergilosis en menos de una hora”. Y es que, la doctora Peláez es pionera en la creación de sistemas de detección para estas infecciones. “Organicé un algoritmo un año antes de la pandemia, al empezar la crisis del coronavirus pedí usarlo y la gerencia de mi hospital lo concedió; con los datos disponibles hice un ideal de diagnóstico en aspergilosis y creo que puede ser útil para acelerar el diagnóstico y salvar vidas”.

Como conclusión, Ayestarán ponía en valor la importancia de la colaboración. “Entre todos somos capaces de sacar las cosas adelante, no podemos bajar la guardia; colaborando obtenemos mejores resultados y la participación de toda la sociedad es importante para recuperarnos”, argumentaba.


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