Con motivo del Día Mundial del Cáncer, Xosé Bustelo, recientemente nombrado presidente de la Asociación Española de Investigación sobre el Cáncer (Aseica) repasa los retos que se plantean en España en materia de I+D en oncología.
P. Una de las reivindicaciones de Aseica es la necesidad de más inversión…
R. La evolución de la investigación en España hasta 2010 fue muy positiva. Se realizó una apuesta que no dependió de un partido político, sino que fue fruto del consenso, con visión de futuro. Ahora estamos en una situación bastante dramática. Las convocatorias de proyectos son caóticas; es imposible conocer cuando se convocarán y ya no existe una continuidad en los proyectos. Necesitamos soluciones a corto y a medio plazo. Cuando hay una crisis todos los sectores tienen que hacer un esfuerzo, pero la investigación y el desarrollo contribuye a salir de la crisis, y ayuda a cambiar el modelo productivo. Hay que apostar por ello, como ya lo han hecho otros países. Es una cuestión de visión de futuro.
P. El 80 por ciento de los ensayos oncológicos los promueve la industria, ¿debe el Estado incentivar más la investigación?
R. El problema es que tenemos mucha investigación dirigida por empresas que está orientada a cánceres concretos y muy focalizada al desarrollo de nuevos fármacos. El Estado debería incentivar investigaciones dirigidas, por ejemplo, a tumores que no son tan relevantes o a estimar los tiempos que deben administrarse los tratamientos; y tiene que hacerlo a través de la promoción de la investigación clínica con una dirección aplicada. En otros países la situación está más equilibrada. En Francia un 40 por ciento de los proyectos son financiados por la industria y un 40-45 por ciento son iniciados por investigadores. En los últimos diez años España ha destinado 300.000 euros a estos programas específicos, cuando Francia ha invertido casi 130 millones. En España siempre apostamos por la innovación a toro pasado.
P. Entonces, ¿cree que tenemos una visión cortoplacista?
R. Hay un cortoplacismo y un verbalismo excesivo. Se realizan declaraciones sobre lo que se quiere hacer pero nunca se materializa. No necesitamos un ministro que nos diga lo que hay que hacer, basta con mirar a otros países. Potenciar la inversión no depende de criterios políticos; la investigación es un problema de país y no es difícil de entender.
P. ¿Hacia dónde se están centrando los esfuerzos en oncología?
R. Todavía existen muchos tumores que no pueden ser tratados, como páncreas u ovario; no tenemos un arsenal terapéutico adecuado. También nos enfrentamos a las metástasis. Cada metástasis tiene su biología propia dependiendo del tejido donde se encuentre y, además, son resistentes a casi todo. No solo las metástasis cuando se manifiestan, sino las metástasis dormidas. ¿Cómo superarlo?; estudiando y conociendo mejor los mecanismos y las respuestas metabólicas que afectan a las células tumorales y cuáles son las alteraciones genéticas que las afectan. Otro de los retos es el de cómo digerir toda la información que tenemos. Tenemos muchas alteraciones moleculares y el reto es saber distinguir las buenas de las irrelevantes. Las resistencias terapéuticas, la evolución tumoral ante los tratamientos o las características moleculares de cada paciente son otros retos a abordar.
P. ¿Qué papel jugará la terapia celular en tumores sólidos?
R. La terapia celular tendrá su papel aunque está todavía en sus inicios. En tumores hematológicos puedes aislar las células, modificarlas y trabajar con ellas; en tumores sólidos es diferente. Habrá que aspirar a combinar esa terapia con otras, buscar varios tipos de aproximaciones y delimitar bastante bien el tipo de paciente. También está el problema del coste porque no son intervenciones sencillas. Sólo estamos viendo la punta del iceberg en lo que se refiere a CAR-T por eso es importante promocionar investigaciones.
P. Uno de los grandes debates en oncología es el del precio de los medicamentos, ¿Cómo se puede buscar el equilibrio entre innovación y sostenibilidad?
R. Las empresas han invertido mucho dinero en desarrollar un fármaco. No solo es el coste de esa terapia; es el coste asociado. También es verdad que a veces se benefician de investigaciones académicas públicas, y hay que considerarlo. Es complicado de gestionar. Hay quien apunta al pago por resultado, pero es fácil decirlo, pero no materializarlo. A lo mejor habría que buscar fórmulas como las compras integradas, incluso a nivel europeo. Hay que buscar medidas y mirar si los precios son justificables en muchos casos.
P. ¿Qué le parece la propuesta del Ministerio de Valtermed?
R. No hay demasiada concreción, aunque me parece que sería algo muy positivo, pero lo considero logísticamente muy complicado. Para fijar un coste-beneficio habría que establecer unas pautas, como que la información sea interoperable en todas las comunidades y ver el número de fármacos que queremos medir, sin perder de vista la gestión de la información. Si no se tiene en cuenta la información genética no es tan interesante porque, a lo mejor, estamos perdiendo un medicamento que no responde en el 80 por ciento de los pacientes, pero si en el 20. Sería positivo pero hay que pensarlo mucho, porque tiene unas connotaciones económicas muy grandes.
P. ¿Los biomarcadores siguen siendo una asignatura pendiente?
R. Es fundamental pero no tenemos un buen portfolio de biomarcadores para seleccionar a los pacientes. Si queremos no desperdiciar dinero y dar tratamientos específicos necesitamos separar por patrones moleculares o biomarcadores en función de cómo responderá al tratamiento.
P. ¿Cree que hay que hacer un cambio en la forma de plantear los ensayos clínicos?
R. Hay expertos que piensan que los ensayos no se están abordando desde un punto de vista muy racional. Hay que conocer un poco más cómo evoluciona el sistema biológico. Por ejemplo, ahora hay datos más elaborados que dicen que en vez de dar fármacos de manera crónica durante mucho tiempo es mejor tratarlos un tiempo y después parar. Hay cosas que se están viendo a nivel de biología que no se están aplicando de manera racional en ensayos clínicos. Mejoraría mucho el que hubiese un estudio más multifacético, implicando a médicos, biólogos, etc. Ya hay iniciativas así en otros países.