La tecnología CRISPR tiene el potencial de modificar permanentemente genes que causan enfermedades en los pacientes. El desarrollo de técnicas que permitan editar o corregir con precisión y eficiencia el genoma de células vivas es uno de los objetivos principales de la investigación biomédica. La accesibilidad y el enorme potencial de esta tecnología han dado lugar a una revolución casi sin precedentes en las ciencias biomédicas y representan un gran avance en el campo de la terapia génica.

La herramienta saltó a la fama hace más de una década, cuando en 2012 se publicó en la revista Science la investigación sobre edición de genes ganadora del Premio Nobel. A raíz del descubrimiento, un gran número de compañías de biotecnología se han interesado en ella. Lluis Montoliu, investigador del Centro Nacional de Biotecnología (CNB) del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) explica a El GlobalFarma que “la tecnología CRISPR está avanzando rápidamente, con 109 ensayos clínicos en curso para tratar enfermedades congénitas como la amiloidosis por transtiretina o el angioedema congénito“. Aunque, admite que “el grueso de estas investigaciones está liderado por pequeñas compañías biotecnológicas, no por grandes farmacéuticas”.

Las denominadas secuencias CRISPR, originalmente descritas por el investigador español Francis Mojica hace casi 20 años, son fragmentos de ADN que forman parte del sistema inmunitario que algunas bacterias utilizan para luchar contra infecciones causadas por virus. Tras el hallazgo de Mojica se descubrió que esta maquinaria bacteriana permite editar el ADN de eucariotas, es decir, modificarlo, copiarlo y pegarlo, para tratar de reparar alteraciones genéticas que provocan enfermedades. Hace casi un año, Estados Unidos marcó un hito al aprobar, a través de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés), la primera terapia génica que utiliza la tecnología CRISPR para tratar a pacientes con anemia falciforme. Poco antes, la Agencia Reguladora de Medicamento y Productos Sanitarios de Reino Unido (MHRA, por sus siglas en inglés) hizo lo propio. El pasado mes de febrero, fue la Agencia Europea de Medicamentos (EMA, por sus siglas en inglés) la que la aprobó, tras la opinión positiva de su Comité de Medicamentos de Uso Humano (CHMP, por sus siglas en inglés)

La aprobación de la primera terapia CRISPR marcó un hito, ya que demuestra que es posible llevar estas tecnologías hasta la clínica“, destaca Montoliu. Del mismo modo, añade que “en apenas 11 o 12 años desde su aparición, las terapias CRISPR ya están curando enfermedades graves como la anemia falciforme o la beta talasemia”. “Estas son patologías que, hasta ahora, no tenían una cura definitiva, y estas terapias representan un cambio radical para los pacientes y sus familias“, precisa.

El funcionamiento de esta tecnología consiste en la extracción de células, cuyos genes quedan inactivados con las herramientas CRISPR. Una vez hecho este procedimiento, las células resultantes se devuelven al paciente. Muchos de los ensayos clínicos que se han puesto en marcha se están llevando a cabo en humanos para evaluar su eficacia y seguridad. “Con la tecnología CRISPR se van a desarrollar terapias definitivas. Esto significa que las personas que están recibiendo esta terapia quedan curadas de por vida, no tienen que ser administradas de nuevo”, dice Montoliu. La tecnología CRISPR es especialmente útil en las enfermedades de origen genético. “La lista de enfermedades que muy próximamente vamos a poder tratar empieza a ser muy grande. Evidentemente, nos queda un trabajo enorme por hacer porque hay miles de enfermedades raras y no para todas ellas tenemos una terapia, pero el progreso es evidente”, señala Montoliu.

Principales desafíos

Según el experto, uno de los principales desafíos radica en garantizar la accesibilidad, asequibilidad y equidad en el acceso a las nuevas terapias. “El problema al que nos enfrentamos ahora es de accesibilidad, asequibilidad y justicia”, afirma. “No tiene mucho sentido que la primera terapia CRISPR que se administre tenga un precio de 2,2 millones de dólares por tratamiento”, añade. A continuación, admite que en España aún no se conoce cuándo estará disponible el tratamiento ni el precio que tendrá. “Las terapias solo se administran después de que sean aprobadas por la EMA y de que la Comisión Interministerial de Precios de los Medicamentos y Productos Sanitarios (CIPM) del Ministerio de Sanidad acuerde un precio”, reitera, a la vez que determina que “como esto no ha ocurrido aún con estas terapias, no se pueden administrar en España”.

Este proceso, según el Montoliu, afecta no solo a esta terapia específica, sino a muchas otras aprobadas por la EMA que siguen sin estar disponibles en España. “Estas negociaciones pueden demorar meses o incluso años”, afirmó. Subraya que lo más importante es que es la CIPM quien establece el precio final tras negociar con la compañía promotora, y que, hasta que no se acuerde dicho precio, ninguna terapia puede administrarse en los hospitales españoles. Por último, el entrevistado hizo un llamamiento a agilizar las negociaciones entre las administraciones y las empresas farmacéuticas. “Es fundamental que estas terapias estén disponibles lo antes posible, sobre todo para los pacientes que necesitan una solución urgente. No podemos permitirnos que existan tratamientos aprobados que no lleguen a los hospitales porque no se ha acordado un precio”.

De hecho, en un artículo recientemente publicado por Montoliu, junto al investigador Jon Rueda e Íñigo de Miguel Beriain, de la Cátedra de Derecho y RG del Genoma Humano, en ‘The CRISPR Journal’, argumentan que “sin biotecnologías que lo remedien, padecer una enfermedad genética rara es sin duda mala suerte”. “En un mundo con CRISPR, sin embargo, no poder tratar una enfermedad genética grave no es una desgracia (un mal inevitable), sino una injusticia (un mal evitable)”, añaden, a la vez que confirman que “que las terapias basadas en CRISPR no lleguen a los pacientes es una doble condena: la de padecer una enfermedad genética y la de no poder permitirse el tratamiento existente para superarla”. Por último, matizan que “con el tiempo, esperamos que estas extraordinarias terapias lleguen a todos los pacientes, cumpliendo así el cuarto principio de la bioética, el de la justicia”.

La anemia falciforme es una enfermedad hereditaria de la sangre que afecta a unas 1.200 personas en España. Su principal problema es una mutación en la hemoglobina, una proteína que se encuentra en los glóbulos rojos y que suministra oxígeno a los tejidos del organismo. Esta mutación hace que los glóbulos rojos desarrollen una forma de media luna o de ‘hoz’ que restringe el flujo en los vasos sanguíneos y limita el suministro de oxígeno a los tejidos del cuerpo, lo que provoca dolor intenso y daños en los órganos (VOE o VOC). La recurrencia de estos episodios o crisis puede provocar discapacidades potencialmente mortales o la muerte prematura.


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