Uno de los temas que copan la actualidad en estos momentos es saber cuándo llegará una vacuna contra la COVID-19. Pero más allá de la vacuna en sí misma, es de gran importancia preparar todos los elementos para poder distribuir las vacunas a nivel global sin comprometer su calidad.
Para ello, tanto las autoridades médicas como los gobiernos deben adecuar esta logística de entrega; dentro de esta contar con una cadena de frío preparada para conservar a temperaturas de -80º C es fundamental para una correcta conservación.
Así lo expresa Kostadin Fikiin, director de proyectos de I+D internacional en la Universidad Técnica de Sofía (Bulgaria) en el portal Euractiv. Además, es miembro del Comité Ejecutivo del Instituto Internacional de Refrigeración y presidente del grupo de trabajo EHEDG ‘Equipos de refrigeración de alimentos’.
En este sentido, la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA, por sus siglas en inglés), destacó recientemente que para proporcionar una sola dosis a 7,8 millones de personas llenaría 8.000 aviones tipo Boeing 747. Esto, sin tener en cuenta que cada vacuna puede requerir la administración de varias dosis. Asimismo, como mencionaba anteriormente Fikiin, a esta capacidad hay que sumarle la necesidad de que estos aviones estén equipados para mantener la cadena de frío.
Dificultades en el acceso
Desde Euractiv recuerdan que la empresa alemana de correos Deutsche Post DHL ya alertó de que, como consecuencia de estos requerimentos, puede haber dificultades en el acceso a la vacuna para alrededor de dos tercios de la población mundial. Y es que, cuanto más baja es la temperatura, conllevan más problemas y costes.
Para anticiparse a este problema, la empresa de transporte UPS ha comenzado a construir instalaciones de gran tamaño para almacenamiento congelado en Estados Unidos y Países Bajos. Este tipo de instalaciones, denominadas ‘granjas de congeladores’, son espacios que contienen una multitud de congeladores de casi dos metros de altura, capaces de congelar a -80ºC; en estos se pueden almacenar millones de dosis de vacunas contra la COVID-19 para enviarlas con celeridad a cualquier punto del mundo.
En primera instancia, y aunque todavía no se haya definido, la vacuna de Pfizer y BioNTech sería una de las primeras en beneficiarse de estas instalaciones; esta ha de mantenerse en temperaturas que oscilan entre -70 y -80ºC.
Soluciones de conservación
Una de las posibles soluciones pasaría por contar con helo seco de alta calidad, compuesto por dióxido de carbono sólido. Este se sublima a -78,5ºC, por lo que podría utilizarse como método de refrigeración que eviten la necesidad de unidades creadas específicamente para los medios de transporte.
Desde Pfizer han especificado que su vacuna ha de almacenarse entre -70 y -80ºC hasta seis meses en contenedores de envío o un máximo de diez días con paquetes de hielo seco. Con esto se podría mantener descongeelada durante día un máximo de dos horas en temperaturas que oscilen entre los 2 y los 8ºC. Aun así, la compañía estadounidense asegura estar probando una alternativa menos compleja para lograr estabilizar la vacuna a temperaturas más altas.
Una de las compañías que ha ido adaptando las condiciones de almacenamiento es Moderna. Mientras que inicialmente almacenó la vacuna a -70ºC, ha conseguido reducir la temperatura de conservación hasta -20ºC. Además, esta vacuna aguanta en buenas condiciones hasta diez días después de descongelar. Por otra parte, la ‘vacuna rusa’ (denominada Sputnik V) ha establecido la temperatura de conservación en -18ºC.
Cabe destacar que varias de las vacunas que se están investigando no requieren de un sistema de congelación a muy bajas temperaturas. Además, existen compañías que ya trabajan para estabilizar las moléculas en investigación a temperaturas más altas, con métodos como podría ser la liofilización. A pesar de estas investigaciones, las vacunas refrigeradas se posicionan como una mejor opción, aunque con el reto de mantener su estabilidad y su vida útil.
Consecuencias de los fallos en la cadena de frío
Desde la OMS señalan que más de la mitad de las vacunas se desperdician a nivel mundial por problemas en la logística del control de temperatura y problemas de envío. Por ello, compañías como Pfizer ya se preparan para no fallar en este punto fundamental.
A este respecto, es necesario poner el foco en que los Estados miembro de la Unión Europea tienen carencias en cuanto a sus infraestructuras de la cadena de frío. En algunos casos concretos, estas cadenas son tan escasas, que el envío a esos países puede no servir para nada. Por ello, antes de que se produzca el envío, cada país debe informar de la situación de la cadena de frío de la que dispone. De esta manera, se podrá solicitar el apoyo financiero necesario para fortalecer este aspecto.
Atendiendo a otros niveles, Kiliin apuesta por contar con cadenas de frío universales que permitan un suministro diversificado de varios proveedores de vacunas que compitan libremente. Asimismo, ha de apostarse por una transparencia de cara a todos los agentes.
Con el objetivo de anticiparse a los posibles fallos, expertos en biotecnología y cadena de frío llaman a trabajar de manera multidisiciplinar; esta labor ha de desarrollarse en temas como el transporte, protocolos, incentivos o legislación, para hacer un correcto transporte de la vacuna contra la COVID-19. Si no se atiende a estos aspectos globalmente, los proveedores de la vacuna podrían solicitar una serie de requisitos inesperados para las compañías de logística.
En este contexto, tanto las autoridades de la Unión Europea como las de cada Estado miembro deben trabajar conjuntamente para conseguir desarrollar una cadena de frío que reúna todas las condiciones necesarias para garantizar el suministro de la vacuna.