“Una de las fortalezas del sector biotecnológico en España es el nivel que tenemos, ocupando la novena posición a nivel global”. Con esta afirmación daba inicio a la presentación de BioSpain 2021 (que se celebrará en septiembre) Ion Arocena, director general de la Asociación Española de Bioempresas (AseBio). Algunos de los datos que refrendan este nivel del sector biotech en España son, como remarcaba Arocena, que “el 26 por ciento de las publicaciones que se realizan son de excelencia, por encima de otros países, y el impacto medio se sitúa un 30 por ciento por encima de la media mundial”.
Refiriéndose a la parte empresarial, el director de AseBio aludía a que “en España se lleva más de una década con una tendencia de inversión creciente, produciéndose una maduración en paralelo del ecosistema investigador”. En este sentido, añadía que “cada vez el país cuenta con empresas mejor dotadas; también en recursos humanos, lo que se ha reflejado en la capacidad de atracción de inversión internacional”. En este proceso de evolución, Arocena destacaba que “ha sido fundamental consolidar el sistema de inversiones” aunque opinaba “que hay que seguir generando puentes de inversión internacionales.
Necesidad de inversión
En este evento también participaba María Eugenia Lecumberri, directora de inversiones de la Sociedad de Desarrollo Navarra (SODENA). Al preguntarle por qué es importante la colaboración público-privada, respondía que “más que importante, es obligada”. Aquí, desarrollaba que “es un sector desatendido en cuanto a fuentes de financiación; por ello instituciones como SODENA llevan muchos años haciendo esfuerzos en este sentido”.
Yendo al detalle, Lecumberri explicaba que en la entidad en la que dirige, invierten “desde la estrategia de capital riesgo, fundamentalmente en coinversión lo que conlleva las mismas reglas con las que juega un inversor privado”. Para evaluar las inversiones, apuntaba que “se mide el impacto socioeconómico en términos de calidad de empleo; también en como otras variables que se suman a la ecuación y van más allá de la rentabilidad financiera”.
Por su parte, Raúl Martín-Ruiz, socio de Ysios Capital, incidía en que “desde el punto de vista privado, las compañías biotecnológicas requieren una gran cantidad de dinero; la cadena de valor es muy larga y requiere de inversión elevada”. En este contexto, precisaba que “los inversores especializados en el sector biotecnológico juegan un papel importante; aunque puede haber coinversión pública, los privados realizan una mayor contribución”.
Respecto a la pandemia, Martín Ruiz planteaba que “ha puesto en primera línea al sector biotecnológico, ensalzando la necesidad de invertir, en primer lugar ante amenazas desconocidas; también ante necesidades clínicas no cubiertas en enfermedades que ya se conocen”. Con todo esto, explicaba que actualmente “las empresas del sector están atrayendo inversión de fondos nacionales e internacionales, lo que ha hecho que en los últimos años se alcancen niveles máximos”. En esta idea coincidía Arocena, esperando que “los datos de 2020 no sean flor de un día y que el sector tenga incluso más proyección en los próximos años”.
Expectativas de futuro
Los participantes consideraban que aunque los datos son positivos, queda un largo camino por recorrer. “Los datos son buenos, venimos de una tendencia sostenida de captación en el sector”, afirmaba Arocena. También se refería al riesgo intrínseco del sector biotech; “nuestro sector tradicionalmente en España se ha percibido como de alto riesgo, en cierta manera lo es, y esto implica que invertir en él sea más apto para inversores especializados que sepan a qué están destinando su dinero”, aseveraba.
Sin embargo, además de a la financiación privada, Arocena se refería a la pública. “Hemos visto un aumento considerable de inversores, pero, por otra parte, si quitamos las ayudas COVID, hay un déficit que queremos abordar”, manifestaba. Por otra parte aludía a mecanismos como el Plan de Ciencia anunciando el año pasado que cree pueden ayudar “a que este sector forme parte de la red de cooperación, ofreciendo soluciones que lleguen a la sociedad y consolidando al mismo tiempo una industria del conocimiento”.
El objetivo, declaraba, es “conseguir instrumentos de financiación similares a otros países de nuestro entorno, contribuyendo también con ello a la transformación del sistema económico”. En esta misma línea se manifestaba Martín-Ruiz, indicando que “no estamos al nivel de otros países porque ellos empezaron antes a fomentar la emprendeduría, la creación de empresas y la financiación de las mismas.
Lecumberri se mostraba de acuerdo, agregando que “el sector tiene que encaminarse más a impactar en el PIB”; para ello consideraba que “hay que conseguir que las empresas más pequeñas sumen en la ecuación y logren un impacto significativo”, completaba.
Aun con todos estos retos pendientes, los intervinientes compartían la idea de que la ciencia española tiene una alta calidad y que, solo aunando al sector público y al privado se podrá sacar el máximo rendimiento del sector biotecnológico.