Yolanda Martínez, doctora en Periodismo y profesora de la UCM
El ministro de Sanidad tiene ante si dos retos: comprobar si su labor pedagógica ante las autoridades sanitarias estadounidenses da sus frutos y demostrar que las bondades del S NS no se desvirtúan en el horizonte de la crisis económica y es capaz de liderar los cambios a sabiendas de que su capacidad de maniobra es escasa tras la asunción de las competencias por parte de las CC.AA.
Bernat Soria visitó EEUU para indicar la ‘hoja de ruta’ a seguir para implantar un sistema sanitario que cubra las necesidades de un país del primer mundo. Tenemos mucho de lo que presumir en materia de salud preventiva y asistencial y ojalá pudieran ir a un SNS como el tenemos. Tras su elección como presidente, Barack Obama ha escogido a Tom Daschle como secretario de Salud en su futuro gabinete. Su perfil está marcado por haber sido el responsable del grupo de trabajo de Salud en el equipo de Obama.
Obama se ha comprometido a garantizar la cobertura sanitaria a los 47 millones de habitantes que no disfrutan de seguro médico. La voluntad de Daschle es rediseñar el sistema de salud, y su receta la adelantó en un libro: Crucial: qué podemos hacer con la crisis de la atención sanitaria. Para la nueva Administración estadounidense las cartas ya están sobre la mesa, ahora toca jugarlas.
Pero en clave doméstica, el SNS español ha sido valorado por debajo de la media europea según el EHCI. Según los resultados de este estudio, el sistema de España, con 639 puntos de 1.000 posibles, sería comparable a los de República Checa, Italia, Hungría e Irlanda. Se sitúa muy por debajo de los primeros puestos que ocupan Países Bajos (839 puntos), Dinamarca, Austria, Luxemburgo y Suecia. Parece que el factor que nos sitúa en desventaja son las listas de espera. Y el ministro de Sanidad ha recordado que las competencias están transferidas.
El reconocimiento le honra, pero preocupa. El esfuerzo, según Soria, debe ser “la coordinación” y… poco más. Porque fuera de la compatibilidad de sistemas autonómicos, y de actitudes ‘voluntaristas’ queda poco margen de acción. Quizá sea el momento de admitir la necesidad de un Pacto de Estado para la sanidad, en el que se impliquen los líderes políticos y que obligue a quienes tienen el mando de verdad de los 17 sistemas sanitarios. De no ser así habremos predicado fuera lo que perderemos dentro.