| domingo, 05 de julio de 2009 h |

Yolanda Martínez, doctora en Periodismo y profesora de la UCM

La sorpresa por el fallecimiento de Michael Jackson es entender por qué el mundo no esperaba su deceso, ya que su forma de vida era un coqueteo con el peligro. Aún no se conoce la causa de la muerte, pero a juzgar por el arsenal farmacológico que atesoraba, nos hace sospechar del entorno sanitario. Jackson tenía tantas facilidades para acceder a los medicamentos que da que pensar. Narcóticos, anestésicos… Un largo etcétera de medicamentos que mal usados no curan, sino todo lo contrario. El colmo de la sinrazón se encierra en las palabras que, según la enfermera que le proporcionaba el propofol, pronunció el cantante. “Sólo quiero estar K.O. e ir a dormir”. Y no despertó.

Dicen que Jackson utilizaba nombres falsos para lograr las recetas y conseguir los fármacos que ingería de manera abusiva. Pero da igual que usara el alias de Omar Arndold o Jack London, lo relevante es que alguien firmaba las recetas y alguien se los inyectaba. Se sospecha que en ocasiones un médico llamaba a una farmacia y avisaba que el cantante iba a comprar Demerol y que allí se elaboraba la prescripción y se dejaba en blanco el espacio destinado a consignar el nombre del paciente. En principio cuesta creer ese procedimiento pero las primeras investigaciones muestran que gracias a sus hábitos se facturaron miles de dólares en las farmacias, con la prescripción facultativa correspondiente. Brian Oxman, abogado de la familia, fue uno de los primeros en apuntar la hipótesis de una sobremedicación, pero ahora, tras su fallecimiento.

En el fondo, el fatal desenlace abre una vía de agua en muchos otros aspectos que no son puramente sanitarios. Pero uno de los más relevantes puede ser el papel de las nuevas tecnologías en el acceso a la realidad y su posterior difusión. Los que trabajamos en los medios de comunicación llevamos años escuchando la importancia de controlar los contenidos informativos de personas que hayan protagonizado un suicidio, por el efecto de emulación que se genera. Ahora habrá que ver cómo gestionamos el hecho de haber conocido la muerte del cantante a través de Twitter. Gracias a esa red social, Cassy Hayes y Jasmine Coleman fueron de las primeras en llegar al hospital donde llevaron a Jackson. Y lo supieron leyendo el servicio de microblogging. ¿Dónde ponemos la tilde ahora: en lo que pasa o en quién lo cuenta? No funcionaron los guardabarreras sanitarios, ni los expertos en relaciones públicas, nada. Jackson obtuvo su K.O. definitivo. Nosotros, la necesidad de revisar qué hay que cambiar para que no vuelva a pasar.