Yolanda Martínez. Doctora en Periodismo y profesora de la UCM
Dos que duermen en un mismo colchón, se vuelven de la misma condición”. Y tenemos la respuesta científica: el lecho no debe ser compartido para dormir. Los científicos asocian a los trastornos del sueño el origen de muchas enfermedades. Para evitarlas, lo primero que hay que hacer es tener cada uno su propio colchón. Un estudio ha revelado que las parejas que duermen juntos sufren un 50 por ciento más de trastornos de sueño. Esos problemas para dormir se relacionan con depresión, enfermedades respiratorias y del corazón, derrames cerebrales, divorcio y accidentes de tránsito y de trabajo.
A pesar de ello, según los expertos, el sueño ha sido ignorado durante tiempo como un aspecto importante de la salud. Desde Roma hasta la Revolución Industrial, que obligó a vivir en espacios más pequeños, no se apostaba por compartir lo que conocemos por cama de matrimonio. Y siendo conscientes de que tanta intimidad onírica puede ser perjudicial, nos resistimos a dormir separados. Según una encuesta realizada en el Festival británico de Ciencia, sólo el 8 por ciento de las personas entre 40 y 50 años duermen por separado. Aunque tiene un punto de ironía, los trastornos del sueño se relacionan con la elevación de la siniestralidad vial, ya que multiplican por siete el riesgo de sufrir un accidente de tráfico.
La escasez de horas de sueño se ha demostrado como peligrosa y los malos hábitos de descanso también. Pero hay verdaderas ‘historias para no dormir’, que provocan insomnio, por no decir pesadillas. Como la detención de un empresario farmacéutico en Buenos Aires que, junto a una red mafiosa que implica a políticos y sindicalistas, distribuía medicamentos contra el cáncer y el sida que previamente habían adulterado. Muchas de las medicinas eran inocuas, adulteradas, caducadas o reetiquetadas; en otras ocasiones el detenido revendía los productos a Salud después de haber sido sustraídos en el tránsito entre el ministerio y las mutuas, que los recibían gratuitamente del Estado. En fin, una historia que va a dar mucho que hablar y que salpica a servidores públicos que tienen entre sus responsabilidades velar por la salud de la población. Ahora uno de los problemas que plantean es identificar a los que han recibido los medicamentos falsificados. El descontrol que ha propiciado esa mafia en la venta de los fármacos es de tal calibre que el juez federal que se ha hecho cargo del caso ha pedido a quienes sospechen que recibieron tratamientos falsos de cáncer o sida que acudan al juzgado. Seguramente la tipificación del delito y su pena será sencilla si se aplica la legislación vigente, pero la villanía de jugar a la ruleta rusa con los pacientes no tiene perdón.