Yolanda Martínez Doctora en Periodismo y Profesora de la UCM
Si un espejo se rompe, sus pedazos pueden volver a pegarse pero no se arreglará porque la imagen que proyectará estará distorsionada. La gestión de una crisis de comunicación podrá ser ardua, pero de resultados satisfactorios si la causa ha sido la impericia y no se miente, de no ser así se pagará caro. En sanidad las crisis pueden costar vidas y no se saldan con dimisiones, despidos, ni sentencias falsamente ejemplarizantes. En China se acaba de condenar a muerte a dos hombres y a cadena perpetua a la ex presidenta de Sanlu, uno de los mayores grupos de lácteos del país, por su responsabilidad en el escándalo de la leche adulterada con melamina que provocó la muerte de seis bebés.
Es evidente que la sentencia no ha sido tan drástica para los responsables de esta firma láctea, que son a su vez altos cargos del Partido Comunista de China. No me escandaliza, ni siquiera me sorprende ese doble rasero, pero me hace desconfiar de la eficacia de la voluntad ejemplarizante del Ejecutivo chino para con los dos sentenciados a muerte, ya que en 2007 el que fuera máximo responsable de los medicamentos en ese país, Zheng Xiaoyu, fue ejecutado por otra intoxicación similar, algo que no ha servido para nada.
El escándalo de la muerte de los bebes por la leche adulterada, ha sido portada en los diarios de todo el mundo desde septiembre de 2008, momento en que se hizo público, aunque el grueso de la crisis alimentaria se produjo cuatro meses antes, durante el mes de mayo. Ahora el Gobierno chino se enfrenta a las voces que se alzan por la sospecha de que no se hubiera hecho nada hasta que finalizaron los Juegos Olímpicos. Obviamente si se realiza un cronograma de la crisis alimentaria y de comunicación sobre esta leche infantil adulterada hay indicios de muestran una dejadez a la hora de luchar contra el fraude alimentario y una posible voluntad de ocultación de lo que pasaba para no dañar la imagen de China durante los Juegos.
Hay tantas interrogantes abiertas sobre el modo de proceder de las autoridades chinas que la desconfianza y la pérdida de credibilidad van de la mano. La población no consume productos lácteos y no cree en los mensajes que le vienen desde el Ejecutivo. Y no sólo se desconfía en las áreas sanitarias o de consumo. No ha habido más que esperar a conocer la sentencia para comprender que estamos ante un espejo roto. Y no será el último que viene de Asia.