Yolanda Martínez, doctora en Periodismo y Profesora de la UCM
Aún no es la noticia que todos querríamos, pero quizá sin este hallazgo no podríamos llegar a obtener una vacuna contra el VIH. Esta podría ser la conclusión a la que llegar tras conocer los resultados del ensayo clínico de fase III de la vacuna contra esta enfermedad realizado en Tailandia. El avance es irrefutable, pero nos encontramos ante el reto de explicarlo correctamente a la sociedad. Desde que se ha tenido conocimiento de los resultados los medios de todo el mundo han comenzado a dar información y se ha puesto en marcha un mecanismo inevitable, pero arriesgado, para dar la dimensión real de lo que supone este avance.
Se trata de explicar lo que se logró sin que cunda una sensación de triunfalismo que nos haga creer que la vacuna puede estar en las farmacias en un corto periodo de tiempo. Pero tampoco debemos hurtar a la sociedad que el estudio ha demostrado que el protocolo de vacunación era bien tolerado y parcialmente eficaz a la hora de prevenir la infección por VIH. La vacunación redujo la tasa de infección un 31,2 por ciento, comparado con placebo, algo que abre un camino esperanzador tras 20 años de decepciones.
Somos conscientes del papel que los medios, esencialmente los que van dirigidos a un público general, deben jugar para dar a conocer los contenidos científicos y sanitarios. Se trata de divulgar y no de vulgarizar lo que se tiene que explicar. La tarea no es fácil y el resultado es desigual. Nos enfrentamos a una realidad que muestra la existencia un gran vacío de conocimientos científicos en la sociedad. Y contra ello tenemos herramientas a nuestra disposición y sólo hemos de usarlas correctamente. Hay más de 30 millones de personas enfermas de sida, y desde que se identificó el VIH en 1983, se estima que han muerto debido a esta enfermedad 25 millones de personas. La relevancia del tema debe implicar a todos los que han de informar sobre el, sobre todo porque un exceso de confianza en la pronta obtención de la vacuna podría hacer bajar la guardia.
No es la primera vez que se debe encontrar un punto de equilibrio entre la esperanza y el realismo en los contenidos científicos. No debemos olvidar que hay que explicar al hombre de la calle la dimensión real del hallazgo, interpretar con la ayuda de fuentes autorizadas que se ha seguido para obtener los resultados y las perspectivas reales que se abren manejando datos, hechos, temas y opiniones con prudencia y equilibrio. Se trata de no alentar falsas expectativas y de evitar que este tema se convierta en un contenido más de programas televisivos en los que el morbo se usa para atraer audiencias. Contra esa patología mediática también necesitamos urgentemente una vacuna.