Yolanda Martínez es doctora en Periodismo y profesora de la UCM
China se ha convertido en un ejemplo a no imitar. Un desarrollo no sostenible, un crecimiento desorbitado y unas consecuencias sanitarias sin explorar. Es conocido el escándalo que ha causado la muerte de varios bebés por consumo de leche contaminada con melamina y probablemente ese drama sea sólo la punta del iceberg. En dos meses hemos conocido que varios países, entre ellos España, han comercializado productos que contenían ese tóxico.
Pero continúa saltando la alarma. Las autoridades sanitarias de Vietnam han informado de que han encontrado restos de melamina en leche en polvo importada de Australia y en tres marcas de galletas compradas en Malasia. Los productos afectados fueron producidos entre mayo y agosto de 2008.
Las mercancías fueron importadas por compañías de Ho Chi Minh (antigua Saigón). Podría inferirse que estamos ante una situación de descontrol tal que hace que puedan aparecer productos contaminados que den origen a intoxicaciones graves en cualquier país sin necesidad de proceder de China, aunque sí alguno de sus ingredientes. Vietnam ha descubierto melamina en 29 productos desde que en septiembre saltó la alarma en China, y desde entonces el Ministerio de Sanidad ha establecido 22 centros de análisis y ha formado 20 equipos de inspectores. Se asume que no ha habido ni un control ni una prevención de posibles actuaciones delictivas contra la salud pública en China y que cualquier medida de supervisión es a posteriori y una vez que el escándalo ha saltado a nivel mundial.
¿Cuántos productos potencialmente contaminados provenientes de China han llegado al canal de consumo en todos los países del mundo? ¿Existe seguridad de que en ninguno de los recintos olímpicos se distribuyeron ese tipo de alimentos? Esas preguntas son también aplicables para los fármacos y productos sanitarios, cuyos componentes o procesos de producción hayan recalado en ese país asiático. Parece imposible evitar reconocer que no hay controles de calidad y que en China el Estado apuesta por favorecer el consumo y la producción a toda costa y que lo demás es residual. Con ese escenario y sin medidas punitivas a aplicar a nivel mundial contra el fraude, es cuestión de tiempo que se atente globalmente contra la salud, mientras todos miramos para otro lado.