R.. C. Copenhague | viernes, 23 de marzo de 2012 h |

Un modelo de evaluación beneficio-riesgo de los medicamentos publicitarios que no se centre tanto en los riesgos potenciales de la toma de fármacos y dé, sin embargo, más importancia a los beneficios derivados de este consumo, algo que tradicionalmente ha sido más bien al contrario. Esta es la principal característica del modelo presentado el pasado 22 de febrero en Copenhague, durante la celebración de una reunión de la Asociación Europea de la Industria del Autocuidado (Aesgp) con los directores de las principales Agencias Europeas del Medicamento.

Durante la celebración de este encuentro, Eric Brass, catedrático de farmacología clínica de la Facultad de Medicina de la Universidad de California (UCLA) y autor principal de este nuevo modelo, presentó el estudio que avala la eficacia de esta nueva manera de evaluar fármacos publicitarios. Un estudio en el que también han participado Ragnar Lofstedt, experto en comunicación de riesgos, y Ortwin Renn, experto en la metodología de evaluación y comunicación de riesgos en plantas nucleares, aeronáutica y similares.

En base a la excesiva fijación por los riesgos a la hora de evaluar la conveniencia o no de que un medicamento se pueda dispensar sin necesidad de prescripción médica, Brass empezó a pensar en un modelo que valorara en su justa medida unos beneficios que él cree “malentendidos e infravalorados” actualmente. Así, este catedrático de la UCLA, ayudado de Lofstedt y Renn, ha creado un modelo en dos pasos que garantiza la correcta evaluación de estos poco valorados beneficios.

Para el primero de los pasos, el equipo de Brass diseñó un diagrama en forma de árbol que permite comprobar de un vistazo los beneficios y riesgos del fármaco a considerar. Así, en la parte superior del diagrama quedarían reflejados de manera esquemática los beneficios (mejora en el acceso al medicamento, mejora en los resultados clínicos, mejoras desde el punto de vista de la salud pública, mayor responsabilidad de los consumidores con su propia salud y beneficios económicos). Por otro lado, en lo referente a la parte inferior, los riesgos (por mal uso no intencionado, por mal uso intencionado por motivos terapéuticos, por ingestión accidental, por sobredosis intencional o por un empeoramiento de los resultados por una utilización inadecuada del fármaco).

Una vez concluido este paso, la segunda fase, “OTC Nautilus”, se compone de varias subfases: una pre-revisión del diagrama árbol, una revisión de los beneficios y riesgos indicados, la construcción de perfiles que reflejen estos datos, una evaluación final a partir de un análisis multicriterio y una evaluación de la gestión de riesgos que incluya datos de seguimiento y de control.

Así, a partir de este modelo, no solo serán cuantificados los riesgos, como ocurría hasta ahora, sino que se tendrán en cuenta también los beneficios, una característica imprescindible para “sentar las bases de una discusión real con los organismos reguladores”, enfatizó Sheila Kelly, directora ejecutiva de PAGB, la patronal de los productos para el autocuidado en Reino Unido. Y es que, tal y como apuntó Brass, el coste de un medicamento es “solo una pequeña parte de la evaluación económica”.

Además, durante la celebración de este encuentro también se enfatizó mucho el importante papel que tiene la comunicación aquí y Hubertus Cranz, director general de la Aesgp, anunció que considera la posibilidad de elaborar un manual de uso, que se presentaría en la próxima reunión anual de la asociación.