El profesional farmacéutico pasa por un vía crucis para reclamar este derecho
| 2008-11-30T18:00:00+01:00 h |

Enrique Soler Company es vocal experto del Consejo Asesor de Bioética de la Comunidad Valenciana

La objeción de conciencia es la actitud de aquel que se niega al cumplimiento de un mandato de la autoridad por mantenerse fiel a sus propias exigencias interiores. En la práctica, se trata de un derecho con contornos difusos, pues no existe una norma legal que delimite con detalle cuándo procede aceptarlo. El reconocimiento de esta figura en el ámbito sanitario, sobre la base de aplicar la Carta Magna, sólo se ha aplicado en el caso del aborto, donde el Constitucional la conectó con el art 16.1, que reconoce el derecho fundamental a la libertad ideológica y religiosa (STC., 53/1985).

La objeción de conciencia por parte de los profesionales farmacéuticos apenas despertó interés hasta la comercialización del levonorgestrel o ‘píldora del día después’, dada la consideración de sus posibles efectos abortivos. Así, mientras se reconocía el derecho del médico a objetar a la realización del aborto, el farmacéutico inició su propio peregrinar a fin de reclamar este derecho. Peregrinar que le ha supuesto un vía crucis, con la interposición de recursos a órdenes arbitrarias que responden a decisiones políticas fáciles más que un abordaje serio ante un problema como son los embarazos en adolescentes. Orden, como la de la Junta de Andalucía de existencias mínimas, que incluía la ‘píldora del día después’, obligando a los farmacéuticos a tenerla y dispensarla.

En la actualidad existen argumentos que apoyan este derecho del farmacéutico, sobre todo, la relación clínica. El núcleo de la actuación del farmacéutico asistencial reside en la relación clínica que se establece con el paciente. La AF, sólo adquiere su verdadero sentido en el marco de esa relación. El farmacéutico, en colaboración con el médico y el paciente, se corresponsabiliza de la farmacoterapia de éste, para lograr resultados que mejoren su salud y calidad de vida.

El farmacéutico participa de las mismas consideraciones éticas que el médico a la hora de desarrollar su trabajo, y se va a ver inmerso en diversos problemas, además de otros propios de su desempeño profesional. El resto de fundamentos se sustentan en esa profesionalidad del farmacéutico que le capacita para asumir unas responsabilidades propias y a responder de ellas frente a su conciencia, frente al paciente y frente a la sociedad.