A pesar de datos como el gasto público, hay aspectos en la parcela farmacéutica que no funcionan
| 2008-12-14T18:05:00+01:00 h |

Sergio Alonso es redactor jefe de ‘La Razón’

Aunque las últimas estadísticas relativas al gasto público en medicamentos inducen a pensar que el Gobierno está acertando de pleno en su política farmacéutica, existen detalles que el ministro Bernat Soria debería limar si quiere llegar al término de su mandato con una alta nota en esta área, en lugar de obtener sólo un aprobadillo raso. No, pese a las apariencias y a lo que pudiera hacer pensar una lectura apresurada de los datos, hay aspectos de la parcela farmacéutica que no funcionan. Por ejemplo, no lo hace tan bien como debiera la Aemps, un órgano que no es el mismo desde que se materializara su traslado a las afueras de Madrid bajo el mandato de Elena Salgado y Fernando Puig de la Bellacasa, y que acumula retrasos inexplicables en el registro de numerosos productos que no siguen los procedimientos europeos de autorización, pese a haber incrementado las tasas por la simple petición administrativa de una manera desorbitada. No es de recibo que en estos tiempos de crisis económica un laboratorio tenga que abonar unos 15.000 euros por una petición de registro que no garantiza nada, y que ésta se demore más de año y medio, como sucede con algunos MP. Se trata de problemas que Cristina Avendaño debería haber solucionado ya y que, sin embargo, siguen latentes, perjudicando mucho la imagen del ministerio y de su máximo responsable.

Otra de las parcelas manifiestamente mejorables es la correspondiente a la Dirección General de Farmacia, aunque en este caso, más que a las acciones desplegadas, los errores deben achacarse al último cambio de organigrama desplegado en Sanidad. En estos momentos, Teresa Pagés se encuentra desubicada dentro de la estructura, pues su dirección apenas tiene cometidos tras desvincularse de la Aemps. Después del cambio operado en el ministerio, dicho órgano depende de la subsecretaria Consuelo Sánchez Naranjo, mientras que Farmacia se encuentra en manos del secretario general José Martínez Olmos, quien recibió esta competencia para compensar en parte la pérdida de poder que había sufrido después de materializarse el traspaso del Carlos III al Ministerio de Ciencia e Innovación de Cristina Garmendia. El resultado ha sido la aparición de una bicefalia inexplicable, pues las dos instancias encargadas de los asuntos farmacéuticos tienen jefes diferentes y, por si fuera poco, mantienen divergencias importantes como consecuencia de las desavenencias entre Pagés y Avendaño.

Este cúmulo de situaciones, muy comentado dentro del ministerio, debería forzar a Soria a la introducción de cambios estructurales y nominativos importantes. Por un lado, urge convertir de nuevo la agencia en un órgano competitivo para que las compañías no prefieran Europa a la hora de formular sus peticiones de registro. Por otro lado, Sanidad ha de replantearse la separación de sus dos órganos farmacéuticos de poder o procurar, al menos, la sintonía entre ambos. Lo que está claro es que la Dirección General y la Aemps han de ir de la mano, en lugar de caminar por sendas distintas.