Sergio Alonso es redactor jefe de ‘La Razón’
La abrumadora victoria del PP en las pasadas autonómicas y municipales va a destapar realidades que hasta ahora permanecían más o menos ocultas en la Sanidad española. La primera es la utilización sesgada y partidista que el Ministerio de Sanidad ha pretendido realizar del Consejo Interterritorial de Salud bajo la corta etapa de Leire Pajín. Un uso que le llevó primero a rehuir cualquier convocatoria de pleno antes de los comicios a pesar de la balumba de iniciativas unilaterales adoptadas por las autonomías, bajo la peregrina excusa de que habían de renovarse las consejerías, y que le ha llevado en cambio ahora a acelerar una reunión de este órgano con el pretexto insólito de la urgencia. Queda claro ya que lo que ha pretendido el ministerio es congregar con celeridad un cónclave con consejeros socialistas más o menos afines antes de que se produjera el traspaso definitivo de poderes en las comunidades y Pajín quedase prácticamente sola ante la mayoría popular. Apuesten lo que quieran a que Sanidad no tendrá redaños a convocar otro pleno cuando se materialice el nuevo escenario, o a que, si lo hace, intentará enmascararlo una vez más, como acaba de hacer ahora, con cortinas de humo y normas de medio pelo para evitar que la ministra salga escaldada. En cualquier caso, el papel de Pajín es más que delicado en los estertores de esta agónica legislatura.
El cambio de poder en la mayoría de las autonomías va a influir también en la actuación que el ministerio venía desplegando contra las decisiones unilaterales en materia de recorte de gasto. Si hace tres semanas apenas tosía a su compañera María Jesús Montero, consejera que llegó incluso a torpedear un pleno del Consejo por sus claras discrepancias con José Martínez Olmos y los altos cargos de Sanidad, el departamento de Pajín va a hacerlo menos aún ahora, dada la clara minoría en la que se ha quedado su partido. ¿Se imagina alguien al secretario general de Sanidad o a la propia Pajín enmendando la plana a la consejera andaluza por la subasta de medicamentos y la extorsión que están desatando sobre los farmacéuticos, cuando apenas quedan tres consejeros socialistas en España y la mayoría popular es colosal? Si no hubo entonces redaños, no los habrá ahora, por lo que de alguna forma el cambio de mapa político en España va a jugarles una mala pasada a los boticarios y a la industria farmacéutica con intereses en esa comunidad, que tendrá problemas para detener la caciquil acometida de los subordinados de José Antonio Griñán en Sanidad.
El nuevo mapa de poder va a debilitar aún más, si cabe, al empequeñecido Ministerio de Sanidad, un departamento que se diluye como un azucarillo ante su evidente falta de liderazgo. A partir de ahora, las autonomías del PP van a actuar en bloque contra el Paseo del Prado auxiliadas por Cataluña, con el clamor de la crisis y de la pasividad gubernamental como bandera. Pajín va a ser centro de los ataques por su inacción ante la bancarrota, por su olvido de la Sanidad, y por la aprobación de leyes estériles de tintes electoralistas. El debate de la norma sobre muerte digna constituirá la prueba de fuego del cambio.
Preguntas sin respuesta
¿Qué laboratorio ha vetado a un supuesto experto en la gestión de sociedades científicas?
¿Qué consejero sanitario socialista caído tras las autonómicas va a tomarse un año sabático y medita retirarse incluso de la política?
¿De qué les servirá a los colegios de médicos el apoyo de José María Barreda y Tomás Gómez a la colegiación forzosa durante la campaña?
¿No hubiera sido más inteligente buscar el aval del Ministerio de Economía y de las autonomías del PP?
¿Qué personaje maniobra dentro del PP para ser consejero de Sanidad de Cantabria?