Sergio Alonso es redactor jefe de ‘La Razón’
Aunque guarda mejor las formas, tiene menos aires de demagogo y, quizá, muestra un mayor empaque a la hora de vestir su discurso que Rafael Simancas, Tomás Gómez, el prefabricado líder de los socialistas madrileños, se encamina hacia el mismo abismo en el que concluyó sus andanzas políticas su antecesor en el cargo. Gómez patina porque, lejos de aprender de los graves errores que cometió Simancas durante sus tiempos de oposición en Madrid, se obstina en repetirlos hasta el punto de que los mensajes que lanza parecen rancios y obsoletos cuando deberían aportar un soplo de aire fresco a la compleja situación de la comunidad. Desde luego, no puede ser más deplorable la actuación sanitaria del hombre elegido por Ferraz para hacerle oposición a Esperanza Aguirre, que repite machaconamente las diatribas y los clichés que lanzaba su compañero contra Manuel Lamela. Hoy, el objeto de los ataques es Juan José Güemes, pero las palabras son las mismas: en lugar de proponer una alternativa sólida al modelo sanitario y denunciar con objetividad, sin aspavientos y de forma inteligente los graves fallos que de cuando en cuando jalonan la actuación de la consejería, insiste en las críticas manidas que le preparan los aburridos y trasnochados asesores sanitarios de su partido y reitera hasta la saciedad la palabra ‘privatización’. ¡Qué horror! Lo curioso es que le arropan CC.OO. y UGT, los mismos que de forma sorprendente respaldaron la lamentable transformación de los hospitales públicos en fundaciones que proyectaban Alberto Núñez Feijóo y José Manuel Romay Beccaría en la primera legislatura del PP. Ahí están las actas para comprobarlo.
Dice Gómez que le gusta Osakidetza, el servicio de salud vasco. Y puede que no haya elegido mal la referencia a la que debe mirar la sanidad madrileña, pues las piedras que fijó en ella el hoy alcalde de Bilbao, Iñaki Azkuna, en su etapa de consejero, le hacen gozar de una flexibilidad nada desdeñable en aspectos esenciales como la gestión, la información y las relaciones entre la primaria y especializada. Pero se olvida de recordar que la sanidad vasca parte con la ventaja de que se beneficia de un régimen económico especialmente generoso del que carece Madrid, y de que los profesionales que ignoran el idioma autóctono tienen muy complicado acceder a la estructura asistencial. Con la generalización de tal modelo, la libertad de movimientos de médicos y enfermeras, simplemente, desaparecería de España.
Gómez y sus nuevas huestes insisten en caminar por la senda de la algarada y de la manipulación. Los apéndices del líder socialista no han aprendido de la experiencia de las pasadas elecciones y se empeñan por un lado desde el Parlamento en recuperar la figura de Luis Montes para la causa —Simancas hizo lo mismo y sucumbió en las urnas—, mientras se obstinan por otro en agitar desde ayuntamientos supuestos movimientos sociales que a nadie representan. Con tal estrategia, es lógico que rezume el optimismo en las filas del PP.