Sergio Alonso es redactor jefe de ‘La Razón’
Más allá de pactismos mediáticos, declaraciones grandilocuentes repletas de una incomprensible autocomplacencia e inexplicables apretones de mano con la mirada siempre puesta hacia el madrileño Paseo del Prado, laboratorios, farmacias y distribuidores tienen, por este orden, motivos más que suficientes para mantenerse en alerta y mostrarse preocupados por el posible devenir de los acontecimientos. Al margen del mordisco que el ‘tijeretazo’ va a dar a sus cuentas de resultados, las informaciones que circulan por los mentideros gubernamentales y sanitarios son descorazonadoras para un sector que empieza a pagar ya en primera persona los platos rotos de una crisis económica lamentablemente gestionada.
Las cosas están de la siguiente forma: la vicepresidencia económica sigue presionando, y mucho, a Sanidad para que mueva otra vez ficha en busca de más ahorros, dada la trágica situación que atraviesan las arcas públicas. De hecho, los responsables económicos del Gobierno buscaron antes del verano la complicidad de responsables del PP ante la posible extensión del copago, sin demasiado éxito. Los últimos datos, además, no son alentadores: Cataluña apenas tiene para pagar las nóminas de sus funcionarios de aquí a finales de año; las boticas de media España están empezando a cobrar ya con retraso los medicamentos dispensados, y los servicios sanitarios adeudan a los proveedores de productos y tecnología sanitaria la friolera de 3.100 millones de euros, el récord hasta el momento en la historia del país. Así las cosas, y descartada públicamente la vía del copago por parte de Trinidad Jiménez, al Ministerio de Sanidad vuelve a quedarle muy escaso margen de maniobra a corto plazo para satisfacer las demandas recaudatorias de la voraz Elena Salgado, a la que siguen sin cuadrarle los números y teme nuevas reprimendas emanadas desde Europa. ¿De dónde recortará este departamento nuevos fondos para hacer frente a la bancarrota del sistema que se supone que lidera?
El callejón sin salida en el que se ha metido el ministerio explicaría algunas de las actuaciones subterráneas que ha emprendido desde finales de junio. En este contexto, habría que enmarcar el maquillaje del gasto mediante la retirada de la estadística de los productos dietéticos, y las bajadas selectivas y soterradas de precios que, a la chita callando, está aplicando a los medicamentos de algunas compañías farmacéuticas, desbaratando así cualquier horizonte de estabilidad para el sector. Resulta llamativo que mientras cerraba el acuerdo de aplicación del ‘tijeretazo’ con Farmaindustria, el ministerio incumpliera el pacto no escrito con los dirigentes de la patronal y acometiese revisiones selectivas, causando de nuevo la desazón en los laboratorios. “A mi compañía no la ha tocado, pero puede ocurrir en cualquier momento, y así no hay forma de trabajar, ni de invertir ni de investigar, ni de nada”, decía a principios de agosto un conocido preboste del sector, que recela del optimismo que pretende destilar el ministerio junto con la patronal farmacéutica, y que teme medidas adicionales del Gobierno a finales de año.
Preguntas sin respuesta
¿En qué federación privada empiezan a aflorar ahora los pufos que dejaron durante años sus anteriores juntas directivas?
¿Qué movimientos van a producirse en breve en la misma?
¿Qué dirigentes de dos compañías farmacéuticas salieron muy desilusionados de un encuentro con Cristóbal Montoro antes del verano?
¿A qué dirigentes del PP sondeó el equipo del Gobierno, buscando su complicidad de cara a una posible implantación del copago?
¿Qué llamada a un embajador fue determinante en la transformación del ‘tijeretazo’ en un simple ‘descuentazo’? ¿A quién llamó luego el embajador para lograr sus propósitos?