¿Qué cantidad millonaria deberán sufragar los antiguos miembros del Consejo de Administración de PSN tras una sentencia del Supremo?
¿Qué dos empleados ‘fantasma’, a los que nadie ha visto nunca, aparecen en el programa de nóminas del Colegio de Médicos de Madrid?
¿Qué ocurrirá los días 14 y 15 de mayo en torno al colegio?
¿Qué miembros del colegio se volvieron locos buscando las demandas contra Fariña y su junta que recogían estas preguntas sin respuesta?
¿Qué conocido abogado sanitario se la tiene jurada también a Fariña y cuenta con información de primera mano sobre los tejemanejes de la fundación colegial?
Sergio Alonso es redactor jefe de ‘La Razón’
Poco a poco el Ministerio de Sanidad se va recomponiendo después del mazazo que ha supuesto su práctica desaparición, tras convertirse en el apéndice de un macrodepartamento de políticas sociales dedicado en cuerpo y alma a sacar lustre a la fallida Ley de Dependencia. Visto lo visto, y comprobados los primeros movimientos efectuados por la nueva ministra Trinidad Jiménez, la sucesora mediática del oscuro Bernat Soria, José Martínez Olmos será, afortunadamente, el que pilote la nave sanitaria de la Administración central durante lo que resta hasta las elecciones generales. Y esto constituye una buena noticia. El granadino fue el bastión que impuso la cordura y el sentido común a los agresivos planes que pergeñaron Elena Salgado y Fernando Puig de la Bellacasa contra la industria y la farmacia, y fue el que ilustró a Soria para que en apenas unas semanas tuviera claros los problemas que aquejaban al sector. La permanencia de Martínez Olmos en Sanidad es una garantía de que reivindicaciones como la apuesta por la I+D+i o la defensa del modelo español de farmacia no caerán en saco roto. A partir de aquí, parece que la casa se va construyendo con cordura.
El siguiente paso ha sido el relevo de María Teresa Pagés por Alfonso Jiménez Palacios al frente de la Dirección General de Farmacia, lo que se presupone como otro acierto. Jiménez Palacios es un clásico de un sector al que conoce perfectamente, y puede aportar valor añadido a un área que no terminaba de arrancar. En diciembre de 2008, mi artículo en EG, titulado entonces “Urgen cambios en Farmacia”, ya apuntaba la desubicación que sufría Pagés en la retocada estructura ministerial, toda vez que su parcela había quedado desvinculada de la Agencia Española del Medicamento, generándose una bicefalia incomprensible. Por si fuera poco, se apuntaba, eran públicas y notorias sus divergencias con Cristina Avendaño, lo que no constituía precisamente un aval para el perfecto funcionamiento del área farmacéutica del ministerio. Con el relevo, la Dirección General gana en predicamento y goza de un interlocutor válido que ha de hacer valer sus dotes conciliadoras con la agencia y con el resto de los órganos del Ministerio.
El siguiente reto que le queda a Sanidad es el de mejorar el modus operandi y la operatividad de la agencia. Como ya se ha expuesto aquí en múltiples ocasiones, desde su traslado a las afueras de Madrid, decretado por Puig de la Bellacasa, la marcha de este organismo ha sido bastante errática, sucediéndose retrasos inexplicables en la aprobación de medicamentos, lo que ha hecho que muchas compañías prefieran registrar sus productos en Europa, en busca de la competitividad aquí perdida. Olmos, Avendaño y, sobre todo, Jiménez, han de dar un importante lavado de cara la agencia española e introducir cambios en ella para dotarla de eficacia. En medio de esta crisis, nuestro país no puede permitirse el lujo de tener instancias administrativas que ahuyenten a las empresas privadas mediante engorrosos trámites y absurdas dilaciones.