Sergio Alonso es redactor jefe de ‘La Razón’
De todos los ministros de Sanidad que ha habido en España, Julián García Vargas ha sido, posiblemente, el mejor. Lejos de adoptar posturas radicales y de guiar sus actuaciones en base a ideologías rancias, trasnochadas y de partido, el otrora también titular de la cartera de Defensa ha tenido siempre una visión de conjunto de la sanidad que le ha llevado a valorar más el todo que las partes, la cohesión frente al egocentrismo de algunas comunidades autónomas alimentado de forma cobarde desde Madrid. Precisamente por caracterizarse por ser un fino estadista y por no arredrarse a la hora de subvertir los valores del discurso políticamente correcto y dominante, no deben caer en saco roto las serias advertencias que lanzó a Bernat Soria y a las vigentes autoridades socialistas durante su intervención en los Premios Edimsa. Poniendo la voz al pensamiento que muchos tienen, pero ocultan, y sin miedo a ser tildado de anárquico y hasta de traidor por parte de muchos compañeros de partido, más preocupados por el voto a corto plazo que por el futuro del Sistema Nacional de Salud (SNS), García Vargas puso los puntos sobre las íes e impartió una lección de política sanitaria que no le granjeará amistades en el seno del PSOE. Es el precio de la independencia y de la honradez profesional. De ahí el enorme prestigio que aún atesora en el sector.
Dirigiéndose a Soria y también a Fernando Lamata, consejero de Sanidad de Castilla-La Mancha, el ex ministro alertó de la fragmentación irracional que experimenta el SNS y de las consecuencias de la crisis económica en el sistema. “Estamos mareando mucho a los ciudadanos y estamos empezando a agobiarles. Si seguimos por este camino, el Estado de las autonomías va a terminar teniendo disfuncionalidades importantes, cuando lo que se pretendía era otra cosa. No ha sido acertado que algunas comunidades hayan querido durante estos años diferenciarse de las demás y demostrar que ellas lo hacían mejor, porque eso ha creado historias clínicas distintas, tarjetas no compatibles… Esto se tiene que acabar, especialmente porque vienen tiempos muy malos donde no va a haber más recursos para la sanidad”, dijo.
Como no podía ser menos, García Vargas tuvo también palabras para la penosa pérdida de competencias que ha sufrido el hoy disminuido Ministerio de Sanidad, haciéndose eco de un clamor que sólo el hoy ministro parece no eschuchar. “Creo que, como no hay muchos elementos de coordinación, ha sido un error transferir el Instituto Carlos III a otro ministerio, probablemente, un gran error”, espetó, pidiendo al mismo tiempo a Sanidad que sea “un poquito más audaz porque, aunque no tenga las competencias, tiene la posibilidad de ir por delante de ciertos problemas”. Como ejemplo citó la situación de algunos hospitales en las comunidades y el ‘caso Muface’, en alusión a la sangría que Elena Salgado ha efectuado con los farmacéuticos a costa de la mutualidad, desde su puesto en Administraciones Públicas. La suya fue, en definitiva, una lección de la que deberían tomar nota en Ferraz si el PSOE no quiere que la sanidad se le vaya un poco más de las manos.
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