El tiempo siempre delata el doble

lenguaje y pone las cosas en su sitio

| 2010-03-12T15:35:00+01:00 h |

Sergio Alonso es redactor jefe de ‘La Razón’

La política y los hechos se empeñan en echar por tierra las buenas intenciones y en sembrar de escepticismo la posibilidad de confiar en pactos como el sanitario. Miguel Sanz, el interesado presidente de Navarra, acaba de prender fuego al clima del entendimiento y demostró que la demagogia suele imperar siempre sobre la necesidad y el raciocinio. Doce años después de plegarse a las presiones de los socialistas navarros y descartara aplicar el ‘medicamentazo’ de José Manuel Romay y Enrique Castellón, siguiendo la estela andaluza, el mandamás venido a menos ha rectificado y excluido de la financiación los medicamentos que entonces sufragó bajo el paraguas de los recursos públicos, en su particular contribución al despilfarro. Lo que antes era su ayuda desinteresada al mantenimiento del sistema y de las prestaciones, ahora se llama por su Ejecutivo uso racional. El tiempo delata el doble lenguaje y pone las cosas en su sitio. Lástima de los millones de euros desperdiciados en el pago de fármacos que aliviaban síntomas menores y cuya utilidad terapéutica era baja, en una nueva demostración de que la demagogia aboca al derroche y derrumba el optimismo en lo que a la Sanidad se refiere.

Llamativo es también el debate de las nuevas fórmulas organizativas y de gestión. Mientras son utilizadas como arma arrojadiza por Tomás Gómez y sus huestes en Madrid, y por un grupo radicalizado de entidades pseudoprofesionales que, en busca de subvenciones públicas, creen actuar al calor del PSOE, Baleares se descuelga con figuras parecidas a las empleadas en la capital para la puesta en marcha de sus hospitales, y hasta el propio Julián García Vargas suscribe la exploración de su efectividad antes de condenarlas al infierno de los clichés mediáticos. Puede que lo que ahora privatiza sea dentro de unos años la herramienta preferida de las administraciones para mantener servicios a menor coste. El tiempo bastará para ratificarlo, pero cualquiera que compare los discursos socialistas actuales y los que mantuvo el PSOE allá por 1997 se dará cuenta de que el viraje se produce. ¿Cabe un pacto bajo estas premisas?

Y muy llamativa de la demagógica actuación de los políticos es la moción aprobada por unanimidad en el Senado, en la que se instó al Ejecutivo a la elaboración de una estrategia nacional para el alzhéimer. Bonita iniciativa, si no existieran las hemerotecas. Desde Ángeles Amador hasta ahora, no ha habido ministro de Sanidad en España que no haya prometido, sugerido o aclamado en el día nacional de esta patología la “próxima” puesta en marcha del cacareado plan. Para desgracia de los pacientes, el proyecto, como la estrategia, siguen siendo inexistentes. Casi tanto como las ayudas a los familiares, ignorados por la etérea y fallida Ley de Dependencia.

¿Cabe con todo este caldo de cultivo un acuerdo sanitario en España? Ojalá, pero la sola idea del ministerio de fraguarlo sin quemarse las manos en el empeño sugiere que al final habrá sólo medidas políticas y coyunturales: un pan para hoy y hambre para mañana construido además sobre un castillo de naipes.

Preguntas sin respuesta

¿Conseguirá José Martínez Olmos que la Aemps funcione de verdad, ajena al ritmo funcionarial, y complete los expedientes a tiempo? ¿Seguirá viendo este órgano a los enviados de los laboratorios como “apestados” y como si se les hiciera un favor cuando se les prestan servicios?

¿De qué alto cargo del ministerio recelan los más allegados a Trinidad Jiménez ante su escasa resolutividad práctica? ¿Qué apoyo ‘blinda’ a este alto cargo ante la ministra?

¿Por qué tarda tantos meses Sanidad en ‘parir’ leyes, incluso las que vienen de largo, como la de Salud Pública?

¿Qué tres ‘dircoms’ de la industria farmacéutica han asumido importantes competencias internacionales en sus compañías en el último mes?