La Sanidad se ha convertido en principal deudora y a la vez sostenedora de las cuentas públicas
¿Tendrán los laboratorios que incluir los billetes de avión en la base de datos sobre ayudas a los médicos que elaborará Farmaindustria?
¿Alterará la relación de fuerzas en el grupo inglés de Farmaindustria el desembarco en el mismo de Glaxo?
¿Cuántos fármacos han detectado el Ministerio de Salud que apenas aportan nada, de entre los que aguardan el visto bueno para entrar en el mercado español?
¿Qué CEO de un laboratorio farmacéutico tiene muy exprimidos a sus lugartenientes y se caracteriza por ocurrencias disparatadas?
Lejos de hundirlas aún más con medidas punitivas, con recortes de márgenes y con la cicatería en los pagos, el Gobierno debería poner un monumento a las farmacias en la plaza de cada pueblo de España. También a muchos laboratorios; a la distribución farmacéutica, que no exporta de forma paralela; y a varias empresas de tecnología. La que era candidata indiscutible a ser rescatada de manera específica por los sufrimientos que atraviesa en medio de la crisis económica más grave que azota a España desde la posguerra, se ha convertido en la sostenedora, financiadora y, si apuran, insufladora de oxígeno al Estado y las derrochadoras autonomías. Los ejemplos de la inestimable aportación que hace la Sanidad o, mejor dicho, los agentes privados que la configuran, al sostenimiento de uno de los pilares del ya fallecido Estado del Bienestar y a las cuentas públicas son innumerables. Pese a los retrasos generalizados en los cobros y la agonía que a consecuencia de ello sufren sus cuentas, las farmacias garantizan aún el abastecimiento de todo tipo de medicamentos, por remota que sea la localización geográfica del destino. Medicamentos nuevos, antiguos, innovadores, caros o baratos, cuyo importe íntegro adelantan ellas. Muchas veces, durante meses. Sin ir más lejos, en Valencia las boticas financian a la Generalitat con 500 millones de euros, la deuda que la consejería de Luis Rosado tiene contraída con ellas. Para que se hagan una idea, baste decir que esos 500 millones equivalen aproximadamente al 4 por ciento del presupuesto que maneja la comunidad autónoma. ¿Se imaginan los intereses que devengaría esta cantidad si el que la aportase fuera una entidad financiera al uso?
Saltando de eslabón, podría decirse otro tanto de la industria farmacéutica y de los fabricantes de tecnología. A pesar de la tabula rasa que logró hacer el plan de pago a los proveedores de Cristóbal Montoro desde el Ministerio de Hacienda, la bola de nieve sigue creciendo. En lo que llevamos de año, pocas comunidades han abonado las medicinas dispensadas a los fabricantes o los equipos adquiridos por sus hospitales, por culpa de la falta de presupuesto y de la necesidad imperiosa de cumplir el déficit. El resultado es que la deuda causada por esta tendencia a guardar facturas en los cajones vuelve a crecer para ambos sectores, y podría situarse a estas alturas de año en otros 5.000 millones de euros. ¿Qué significa esta cantidad en las cuentas del Estado? Cojan por ejemplo para comparar la previsión de recaudación con la subida del IVA, la desviación que sufrirá el gasto en pensiones u otra magnitud macroeconómica cualquiera, y se darán cuenta de la importancia de este anticipo forzado para el Estado.
La Sanidad se ha convertido, pues, en principal deudora y a la vez sostenedora de las cuentas públicas. Los primero se arregla con reformas drásticas aún no ejecutadas. Lo segundo debe ser tenido en cuenta por las autoridades y bien vendido por el sector. Gracias a él, más de una comunidad salvará la cara este año.