Sergio Alonso es redactor jefe de ‘La Razón’
Si 2010 puede pasar a la historia como el año de la consagración definitiva de la Atención Farmacéutica, también existe la posibilidad de que lo haga como el año de la proliferación de las llamadas farmacias de rentabilidad baja. Aunque los achuchones de la bancarrota autonómica no han inclinado todavía al Gobierno a fijar su mira en estos establecimientos, en un gesto indudable de sabiduría, dada la ejemplar labor social y sanitaria que despliegan, las políticas farmacéuticas del Ejecutivo y de las comunidades no contribuyen tampoco a hacer atractiva la dispensación de medicamentos a efectos comerciales. EG ofrece una muestra más de este goteo continuo y silencioso de pérdida de rentabilidad que se inició hace años con las rebajas de márgenes comerciales, prosiguió con el arcaico y trasnochado Real Decreto 5/2000 y continuó con el margen reducido para los fármacos de alto coste económico. Ávido como pocos medios a la hora de adelantar las noticias del sector, el semanario informa de la salida progresiva de productos hasta ahora de exclusiva dispensación en farmacia hacia otro canal: los hospitales. En una palabra, que los boticarios dejarán de comercializarlos porque su dispensación corresponderá en exclusiva a los centros sanitarios del sistema por decisión de las autoridades. Esta tendencia, sobre la que hay que resaltar que no ahonda el nuevo Real Decreto de Receta Médica que ha elaborado el ministerio pese a las dudas que podría suscitar en un primer momento su lectura con su alusión a la atención primaria, ha comenzado a producirse en Valencia y Madrid durante los últimos meses.
Se trata de medicamentos incluidos en los programas de asistencia farmacoterapéutica a pacientes externos. El fin de los mismos, de acuerdo con las explicaciones oficiales, es facilitar el tratamiento prescrito por el especialista a algunos enfermos y realizar su posterior seguimiento, en atención a criterios tan variados, tan dispares y, a la vez, tan genéricos, como las indicaciones restringidas, el perfil de efectos adversos o la elevada toxicidad. Sin embargo, a nadie escapa que, tras la medida, también se halla un intento de ahorro de la Administración, que deja de pagar así el margen que hoy reciben las farmacias. Vamos, el chocolate del loro con el que arañar unos euros para las depauperadas arcas del sistema.
El 2 de enero se introdujo en el nuevo sistema un inmunosupresor y, con él, serán 18 los principios activos cuya dispensación ha pasado a convertirse en hospitalaria. Sin embargo, las presentaciones afectadas sólo en Madrid pasan a ser 56, lo que demuestra que la medida no es puntual ni aislada y que responde a un plan silencioso y progresivo enmarcado en las medidas de ahorro que ponen en marcha la comunidad. Un nuevo palo, en definitiva, en las ruedas de las farmacias madrileñas, que sufrirán los efectos de la crisis a mediados de 2010 mediante retrasos en los cobros ante la previsible falta de liquidez de las arcas autonómicas. Alberto García Romero y Carmen Peña tendrán, pues, un duro trabajo por delante. El riesgo de que esta medida se expanda por todo el sistema es mayúsculo.
Preguntas sin respuesta
¿En qué día previo a Navidad se celebró en la sede de la Consejería de Sanidad de Madrid un campeonato de mus? ¿Quién fue la pareja del consejero? ¿Osó alguien ganarle?
¿En qué día previo a Navidad se presentó un sicario en las consultas de un hospital madrileño para amenazar al jefe de Servicio de Cirugía Cardiovascular, en presencia de varios pacientes?
¿Qué servicio del Hospital Ramón y Cajal se ha amotinado en pleno contra su nuevo jefe?
¿Qué consejera se ha quejado a su compañero de Economía de que no podrá pagar a las oficinas de farmacia en abril con los fondos que le han dado?