Sergio Alonso es redactor jefe de ‘La Razón’ La verdad es que del consejero Boi Ruiz se podrán decir mil cosas, pero nadie será capaz de afirmar que actúa con fines electoralistas, que gobierna la sanidad catalana de cara a la galería, o que le falta valentía para legislar con realismo en medio de esta crisis galopante. A diferencia de su antecesora Marina Geli, una mujer de buenas formas y mejor prensa, pero de nulos hechos y peor gestión al frente del departamento de salud catalán, Ruiz ha cogido desde el primer momento por los cuernos el toro de la bancarrota, sin importarle las interesadas protestas sindicalistas, las algaradas callejeras o las trampas sibilinas sembradas por el mismo tripartito que le legó el colosal agujero. Su filosofía es que lo que se está haciendo es lo que hay que hacer y punto. Si los catalanes quieren una buena sanidad, antes hay que rescatarla de la quiebra, exigir para ello sacrificios que compensen la pésima gestión de épocas pasadas y aguardar a tiempos económicos mejores para permitirse alegrías. En pocas palabras: austeridad, gestión con mayúsculas y confianza en el futuro para escapar de los fantasmas pretéritos. Justo lo contrario de antaño. A pesar de la grave crisis que sacude la Sanidad catalana, que se traduce no sólo en el descuadre económico fruto de pasados despilfarros, sino también en hechos tan simples como la súbita preferencia de los MIR por completar su residencia en Madrid, cuando los hospitales de Barcelona se llevaban antes la palma, esta comunidad sigue marcando pautas, adelantando tendencias y abriendo caminos inexplorados. La tasa de un euro por receta es un melón que ya recomendó abrir hace años la ‘Comisión Abril’, que sopesaron varios parlamentarios populares y nacionalistas en la primera legislatura del PP, y que recomendaron incluso altos cargos socialistas como Carlos Ocaña, a la sazón secretario de Estado de Hacienda. ¿Por qué rasgarse las vestiduras ahora? ¿Por qué decir no a algo con lo que todo el mundo está de acuerdo, salvo escasas organizaciones escoradas hacia una izquierda arcaica y trasnochada? ¿Por qué no disuadir a los hiperfrecuentadores injustificados, salvaguardando siempre a las clases más desfavorecidas y a los enfermos crónicos? ¿Por qué no frenar la sangría farmacéutica actuando por primera vez sobre la demanda, en lugar de sobre la oferta? Pese al “no” público expresado por un PP que mantiene algunos tics pacatos de antaño, la senda desbrozada por Ruiz va a ser caminada por otros consejeros de Sanidad y presidentes autonómicos. Alberto Núñez Feijóo, que de Sanidad sabe un poco por aquello de que estuvo cuatro años al frente del antiguo Insalud, ha sido el primero en seguirla. En el pasado, el murciano Ramón Luis Valcárcel también mostró su querencia por este sistema, y hace escasas semanas, Pilar Farjas y técnicos del Ministerio de Sanidad, en conversaciones informales, expresaron que una tasa de tres euros por receta podría reportar un ahorro de hasta 3.000 millones de euros. La situación es tan grave, el estado de las cuentas tan raquítico y la dificultad de lograr fondos tan aguda, que la ampliación del copago llegará, no lo duden. Falta saber si será el Gobierno el que le ponga el cascabel al gato, o lo harán las propias comunidades. | viernes, 23 de marzo de 2012 h |
La senda desbrozada por Ruiz va a ser caminada por otros consejeros de Sanidad y presidentes autonómicos
¿Qué parlamentario popular bromea con sus allegados, asegurando que no debería haber ‘cataloguiño’ ni ‘subastazo’, sino ‘subastiña’?
¿Qué miembros de una patronal mostraron su extrañeza ante el retraso de José Luis Llisterri, presidente de Semergen, a la hora de contactar con ellos para darse a conocer y exponer sus proyectos de futuro?
¿Qué redactado hace jurídicamente muy endeble el ‘subastazo’ andaluz?
¿Qué gerente de un hospital madrileño está en el alero y no ha sido relevado aún por razones políticas?