| domingo, 22 de marzo de 2009 h |

Mariano Avilés Muñoz, es presidente de Asedef

La sentencia del Tribunal de Justicia de Luxemburgo que falló en contra del informe de Yves Bot en el caso de las clínicas dentales austriacas es una muestra más de que la justicia es dictada por personas que tratan de seguir criterios de razón, aunque a veces se vean influencias que dan tintes de política a la interpretación de la norma. No es la primera ni será la última vez en la que los altos tribunales tienen que enfrentarse a recursos de unificación de doctrina, porque en un momento determinado han hecho una excursión fuera del camino trazado por la jurisprudencia o porque socialmente se ha requerido un giro. Eso demuestra que en materia jurídica nada hay seguro, aunque sí hay que prestar atención a los hechos indiciarios: hacia dónde se dirigen las soluciones de los problemas que planteamos. Se trató de ver paralelismos entre esta sentencia y el dictamen motivado que se sigue contra España por posibles vulneraciones del artículo 43 del Tratado. Y existen, porque España, aunque queramos que no sea diferente a los demás países de nuestro entorno, sí lo es.

Existe el antecedente del Tribunal Superior de Justicia autonómico que planteó una cuestión prejudicial en relación con la forma de autorización y el establecimiento de las farmacias. Los baremos poblacionales cambian según criterios autonómicos. Los baremos selectivos diferenciados para los farmacéuticos que quieren serlo y no llegan. Tenemos una legislación de ordenación farmacéutica mejorable si no queremos conflictos serios. Una red de farmacias permeable a los vaivenes presupuestarios que afectan a la cuenta de resultados. Y, para colmo de males, una ley de sociedades profesionales con la farmacia en el punto de mira.

Las filosofías sociales nos llevan hacia la desaparición de las barreras con la creación de espacios abiertos para todos, y el Tratado de la UE también. Nos guste o no, ya no tiene sentido la discriminación, pues quien discrimina superpone un criterio sobre otro y esto es poco presentable. Debemos ser prudentes y tratar de adecentar nuestra casa de cara a miradas indiscretas. La profesión farmacéutica sufre mucho, y los boticarios ven con agrado poder quedarse como estaban el día anterior sin mayores sobresaltos, y esto ya empieza a ser un milagro.

La profesión tiene un gran futuro que pasa por una buena formación y una generosa gestión de sus necesidades profesionales. Nuestro modelo da grandes satisfacciones sanitarias a profesionales, gestores y ciudadanos, y a la hora de defender a la farmacia los representantes institucionales se han batido el cobre. Pero ahora tenemos que ser prudentes para ver qué resulta respecto de los criterios supranacionales, ya que Europa puso hace tiempo su maquinaria en marcha y nos espera andando.

Y Bot, en este mes de marzo, bajó de los cielos en carne mortal para ver que, pese a que se pueden esgrimir criterios que son tan válidos como puedan ser otros, el espíritu de Europa se seguirá despertando para recordar a tirios y troyanos que Europa es quien marca los caminos de la Unión.