Pablo Sancho, director general de Apotex
La situación del medicamento genérico en España es, cuando menos, paradójica. Por un lado, todo el mundo parece apoyarla públicamente. Por otro, todos los protagonistas parecemos actuar en contra de su desarrollo. Parece como que las esperanzas despertadas hubieran generado ansiedad y prisa por sacarle el fruto esperado. Y todo indica que esa prisa acabará con él.
Está claro que el genérico es una de las pocas medidas estructurales que un Gobierno tiene para controlar el gasto farmacéutico. Y está más que claro que por el efecto combinado de la pirámide de población y el precio de los nuevos tratamientos, este gasto tiende a dispararse. Pero las medidas estructurales necesitan tiempo e inversión para ser realmente efectivas. Necesitan constancia y determinación por parte de los gobiernos, ya que de lo que se trata de modificar modelos económicos existentes que, como en el caso que nos ocupa, llevan décadas funcionando.
Y esta prisa ha llevado a los sucesivos gobiernos al mal uso del genérico como herramienta estratégica. Sólo se la ha mirado como una medida cortoplacista, para la reducción de precios y se ha legislado sin estudiar adecuadamente las consecuencias de cada medida. El ejemplo más claro es la fórmula de cálculo del precio de referencia. Una medida basada en la existencia de genéricos, se ha convertido en una medida letal para los mismos. La dosis diaria definida (DDD) no se diseño, y no debiera utilizarse, como una forma de cálculo de precios. Pero a nuestros gobernantes ya les va bien para justificar bajadas desproporcionadas de precio, bajo ratios pseudocientíficos. Es una barbaridad aplicar la simple proporcionalidad de la dosis a los costes de producción de un fármaco. Y es una barbaridad, que ya está ocasionando la desaparición de determinadas dosis y formatos. Pero si a ello le unimos bajadas lineales, como la del decreto de marzo, lo que ponemos en riesgo no es ya la viabilidad de los productos, sino la de la propia industria.
En los próximos meses veremos desaparecer de las farmacias numerosas presentaciones de fármacos. Más de una compañía se verá incluso obligada a retirar todas las presentaciones de algunas moléculas. Podría incluso llegar a darse el caso de que alguna molécula vuelva a la situación de no tener genérico, lo que obligaría deshacer el conjunto homogéneo.
Al final de todo esto está el protagonista, el paciente-contribuyente. Sin comerlo ni beberlo este verá cómo las prestaciones que paga con sus impuestos se ven mermadas. Y todo porque alguno con mucha prisa se llevo por delante la gallina de los huevos de oro.