El 24 de abril tomé posesión como nuevo presidente del Ilustre Colegio Oficial de Farmacéuticos de Castellón. Acabábamos de atravesar el duro desierto de 2013, llegando a cobrar las facturas de los medicamentos dispensados a cinco meses y medio de su fecha de factura. En el mes de noviembre del pasado año, cobrábamos a través del Fondo de Liquidez Autonómico (FLA) la totalidad de la deuda producida. Ese mismo mes ya nos dejaban de pagar la factura de octubre de 2013. Factura que hemos venido arrastrando hasta el día de la toma de posesión de la nueva junta del colegio. En ningún momento nos podíamos imaginar que ese mismo mes volveríamos a ser víctimas del desvío de los fondos dispuestos para pagar la factura farmacéutica, para pagar otros menesteres de la Administración. Por supuesto, con los mismos derechos que nosotros a cobrar.
La farmacia, por su normativa, está obligada a dispensar, y… ¿A cobrar? La ley nos dice que el paciente, en función de su régimen de aportación, abonará el 10, 40, 50 ó 60 por ciento, en su caso, y la Administración el resto, hasta pagar la totalidad del precio del medicamento. ¿Cuándo? Según las directivas europeas o la ley de deuda comercial, la Administración no podrá superar los 30 días de plazo de pago con sus deudores. Además, en los conciertos que cada consejo autonómico tenemos firmados con la Administración fijamos el plazo de pago de las facturas a 30 días de la fecha de factura. ¿Por qué la Administración no cumple con su obligación? ¿Por qué, en nuestro caso, el año pasado llegamos a cinco meses y medio de impago?
Todos conocemos, por desgracia, a algún que otro compañero que no ha podido culminar esta travesía del desierto. Se ha quedado por el camino. Como si le hubiesen asaltado unos bandoleros de la Sierra Morena. Sin esperarlo, sin preverlo. Nuestros gobernantes tienen una responsabilidad al gobernar, deben gestionar las arcas públicas, que se nutren de nuestros impuestos, entre otros. Por ello, considero que deben programar unos presupuestos ajustados a la realidad. En cuanto ingresos, y en cuanto a los gastos. No está bien que, a sabiendas, se hagan presupuestos por debajo de lo que va a ser el gasto real de la partida presupuestaria, en nuestro caso la farmacéutica. Ni farmacéuticos, ni pacientes, merecemos esta situación, los primeros por la ruina producida y los segundos por la falta de suministro de sus medicinas, en algunos casos vitales.