El ‘agujero del dónut’, un bocado nada agradable para la industria
carlos b. rodríguez
Madrid
Atrapada entre la promesa electoral y la realidad política, la reforma sanitaria del presidente estadounidense, Barack Obama, ha tomado tintes de novela negra. En esta ocasión, con la industria farmacéutica y los precios de los medicamentos como telón de fondo. Una enmienda que podría haber cambiado el panorama farmacéutico mundial.
Todo comenzó hace dos semanas, cuando el senador demócrata Byron Dorgan introdujo una enmienda para permitir importar medicamentos baratos de Europa, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Japón. En un país con los precios más altos del mundo, hasta diez veces en algún caso, esta iniciativa habría permitido al Gobierno ahorrar 19.000 millones de dólares en diez años. ¿A los consumidores? 80.000 millones. En el debate no faltó una mención a España. “Una cantidad equivalente de Nexium cuesta 36 dólares en España y 424 en Estados Unidos”, dijo Morgan para defender su enmienda.
La discusión no era nueva. Ya en la campaña electoral, Obama apostó por reducir los precios de los medicamentos en el marco de su reforma sanitaria. Eso sí, desde hace diez años la FDA dice que no sería posible garantizar la seguridad de estas importaciones. A esta estrategia, que ha permitido al Gobierno rechazar reiteradamente los intentos del Congreso, se ha agarrado de nuevo la FDA, en una carta enviada al Senado y a la que se aferraron los senadores de los estados donde más peso tiene la industria farmacéutica: Delaware, cuartel general de AstraZeneca; Nueva Jersey, de Bristol-Myers Squibb y de Merck & Co.; o Carolina del Norte, el de Glaxo-SmithKline.
El porqué del cambio de actitud del ‘candidato Obama’ al ‘presidente Obama’ radica en los 80.000 millones de dólares que la patronal de la industria (PhRMA) acordó con la Casa Blanca a principios de año, y que como contrapartida exigía que esa promesa electoral no saliera adelante. Determinado a no poner en peligro el acuerdo, Obama cambio su voto para hacer frente a una impresionante coalición de republicanos y demócratas. Finalmente, la industria ganó el debate por unos pocos votos.
¿El fin de la innovación?
Lo cierto es que esta enmienda habría supuesto cambios a nivel mundial. La innovación en el área de nuevos medicamentos es uno de los máximos logros del sistema estadounidense. Según Forbes, el 80 por ciento de los nuevos fármacos se desarrolla en los Estados Unidos, por los incentivos económicos que hay en este país. La ‘reimportación’ forzaría a las compañías a competir consigo mismas. La cuestión es: ¿por cuánto tiempo se podría mantener esta situación sin que se resintiera el desarrollo de nuevos medicamentos? A este respecto, según la PhRMA, en un futuro podría no haber nuevos fármacos que exportar.
Las consecuencias económicas iban más allá. Por ejemplo, si Lipitor es un 40 por ciento más barato en Alemania, un importador germano podría ordenar cantidades suficientes, no sólo para su mercado, también para el americano. Con el debate cerrado de nuevo, lo cierto es que el precio de los fármacos en Estados Unidos sube. En 2009, tal vez movida por esta discusión, la industria los incrementó casi un 10 por ciento.
Con la reimportación zanjada de nuevo, Obama no tiene garantizado el visto bueno a su reforma. Otra propuesta podría amenazar a la industria: se trata de un plan con el que el Senado, que ya ha renunciado a extender la cobertura sanitaria del Medicare a partir de los 55 años, quiere reducir, al menos, el vacío en la cobertura farmacéutica dentro de este programa.
La medida, que cuenta con reticencias en la industria, permitiría mejorar el cumplimiento del tratamiento en unos tres millones de personas que hoy son víctimas del llamado ‘agujero del dónut’: los pacientes pagan si sobrepasan los 2.700 dólares anuales de gasto en medicamentos y hasta un límite de 6.100 dólares. A partir de ahí, vuelven a recibir financiación pública.