| miércoles, 23 de marzo de 2016 h |

Si se compara la enfermedad de Fabry con otras enfermedades raras (EE.RR.) y congénitas parece que tiene una situación más óptima. Esto puede deberse a las diferentes herramientas que permiten alcanzar un diagnóstico a tiempo o a los tratamientos disponibles en la actualidad.

No obstante, hay muchas preguntas sin responder y no son pocos los retos pendientes en torno a esta patología. Para ponerlos sobre la mesa, Sanofi-Genzyme organizó la jornada ‘Enfermedad de Fabry. Aspectos prácticos en el diagnóstico, seguimiento y tratamiento de los pacientes’, la cual se dividió en tres bloques: el diagnóstico de la patología, el seguimiento de los pacientes y el abordaje multidisciplinar y, finalmente, el tratamiento más adecuado. Todo ello, acompañado de casos clínicos que facilitaron el intercambio de pareceres y el debate entre profesionales.

Raquel Yotti, cardióloga y coordinadora del Servicio del Programa de Miocardiopatías Familiares del Hospital Gregorio Marañón hizo una exposición sobre cómo se puede llegar al diagnóstico de esta patología y especificó en dónde se debe prestar especial atención para evitar que pase inadvertida.

Así hizo hincapié en que hay un tipo de enfermedad de Fabry no clásica que se caracteriza por “la ausencia o levedad de los síntomas clásicos, sin acumulación de la globotriaosilceramida (Gb-3) en el endotelio vascular y presencia de mutaciones missense que expresan actividad residual de la alfa-galactosidasa A (1-10 por ciento)”.

Para Yotti, la clave está en la “sospecha clínica” y dejó patente que en su forma no clásica —cuya afectación es predominantemente cardiaca o renal—, donde el diagnóstico “aún es más difícil, es importante demostrar la afectación tisular”.

Biomarcador es

En los últimos años, se ha asistido al desarrollo de nuevos biomarcadores que pueden ayudar en el diagnóstico de los casos difíciles de enfermedad de Fabry y, al respecto, Yotti puso el acento en el papel de Gb-3 y Lyso-Gb3, que se determinan en sangre y en orina. Para hablar de esto, se apoyó en el artículo ‘Gene Mutations Versus Clinically Relevant Phenotypes–Lyso-Gb3 Defines Fabry Disease’.

En él, se estudió a 52 pacientes con mutaciones (la mayoría con un patrón de Fabry clásico). “Todos presentaban niveles plasmáticos elevados de lyso-Gb3 y los participantes con formas dudosas tenían niveles de Gb3 muy inferiores”, explicó. Los resultados del trabajo sugieren que lyso-Gb3 es “clínicamente relevante” para predecir con fiabilidad la enfermedad de Fabry en pacientes con mutaciones alfa-Gal A.

Aparte, mencionó una técnica de RM que en los últimos años ha demostrado “una gran potencionalidad para demostrar la afectación cardiaca” e indicó que el Gregorio Marañón es uno de los “pocos centros” que la tiene disponible. Se refería así a los mapas paramétricos de T1, una técnica que no precisa contraste —lo cual es importante para pacientes con enfermedad renal o en hemodiálisis— y de utilidad en el diagnóstico de Fabry, ya que facilita la detección de afectación cardíaca no sospechada o en estadio preclínico.

A la pregunta de ¿cuál es el mejor biomarcador?, Lola Sánchez Niño, de la Fundación Jiménez Díaz (FJD), afirmó que lyso-Gb3 aumenta en los casos de Fabry, se incrementa aún más en los genotipos más graves y disminuye con el tratamiento de sustitución enzimática (TSE) —se reduce cuando se aumenta la dosis de TSE y se eleva cuando se reduce la dosis y con el desarrollo de anticuerpos—.

“Además, la exposición a lyso-Gb3 durante mucho tiempo se correlaciona con estadios más graves de la enfermedad, pero, sobre todo, porque provoca lesión tisular”, recalca la especialista.

A su vez, en este bloque, Aquilino Sánchez, del Hospital La Paz, hizo un repaso acerca de cómo seguir a los pacientes Fabry sin TSE.

“La gran dificultad tras el diagnóstico es determinar cuándo iniciar el tratamiento, por lo que hay que intentar realizar pruebas diagnósticas sensibles que detecten el daño orgánico inicial”, indicó.

También recomendó un seguimiento “sistémico y sistemático”. De este modo, se conseguirá que “el tratamiento enzimático sea eficaz, frene la progresión de la enfermedad y mejore la calidad de vida del paciente”, apostilló.

A continuación, se hizo un repaso de los diferentes protocolos que tienen en el Gregorio Marañón para seguir a estos pacientes desde el servicio de Nefrología, Cardiología y Neurología. “Un modelo a seguir y a replicar en otros centros del Sistema Nacional de Salud (SNS)”, como dijo Francisco del Val, responsable de la Unidad de EE.RR de Sanofi-Genzyme.

Ajustar la dosis

Antes de clausurar la jornada, se dedicó un espacio a hablar del tratamiento de esta enfermedad y a analizar las diferencias entre las dosis que están disponibles, de la misma enzima.

Así, Alberto Ortiz, jefe del Servicio de Nefrología de la Fundación Jiménez Díaz (FJD) habló de la importancia de la dosis del TSE y resaltó que, desde su punto de vista, hay evidencia de una dosis-respuesta para la enzima, lo cual quiere decir que se requiere una individualización de la dosis. “Un día hay que empezar el tratamiento y ese día ya hay que saber cómo se va a empezar”, reiteró.

Asimismo, expuso que en un ensayo clínico controlado con placebo, los pacientes asignados a placebo tuvieron aproximadamente un 50 por ciento más de eventos que los asignados a agalsidasa beta 1.0 mg/kg/dos semanas y, por otro lado, en otro ensayo clínico controlado, los pacientes asignados a agalsidasa alfa 0.2 tuvieron un 50 por ciento más de eventos que los pacientes asignados a agalsidasa beta 1.0 mg/kg/dos semanas. “Nosotros solos tenemos que valorar estos datos en función del paciente que tenemos en frente”, destacó.

Siguiendo la línea y el mensaje de Ortiz, la nefróloga Marian Goicoechea, del Hospital Gregorio Marañón, planteó a los asistentes uno de los casos clínicos que tratan en el centro.

Habló de un paciente tratado con TSE desde 2007 y que ha pasado por diferentes tipos de dosis. “Este es un caso muy interesante para ver la evolución del paciente a lo largo de este periodo”, afirmó. Por otro lado, Elena Corchete, del Hospital Infanta Leonor, habló de un paciente que cambió de una enzima (agalsidas alfa) a otra (agalsidasa beta), consiguiendo una mejoría en el estado general del paciente.

En definitiva, estas jornadas enfocadas a enfermedades poco frecuentes sirven para hacer hincapié en la necesidad de un enfoque y un seguimiento multidisciplinar, como sugirieron los especialistas y, como concluyó Del Val, de este modo la compañía también refuerza su compromiso con este tipo de patologías.