perfil más sanitario que industrial
carlos b. rodríguez
Madrid
La transferencia de competencias en medicamentos y productos sanitarios desde la Dirección General de Empresa e Industria hasta la Dirección General en Salud y Consumo (Sanco) está llamada a remover los cimientos de muchos debates a nivel europeo. Uno de ellos es el de la información sobre fármacos de prescripción. A principios de diciembre, el Europarlamento auspició una reunión que constituye, en la línea de lo anunciado por España, un llamamiento a la CE para trabajar en una nueva y más ambiciosa estrategia sobre la DTC, centrada más en proteger la salud pública que en intereses industriales.
Casi un centenar de participantes, en representación de todo el espectro sanitario —grupos de pacientes y consumidores, gestores, sistemas de seguridad social, profesionales sanitarios e industria farmacéutica— estuvieron presentes el 2 de diciembre en Bruselas. Casi todos cuestionaron el valor añadido de la propuesta y sus beneficios concretos para la salud pública.
De nada parece haber servido a la industria el apoyo del Europarlamento a la propuesta de DTC (ver EG num. 450) lanzada desde Industria y Empresa. De hecho, el que Europa vuelva a debatir este asunto, tras la intentona de hace unos años, es para algunos un déjà vu difícil de entender. Así lo cree Barbara Mintzes, profesora de la Universidad canadiense de British Columbia, que recomendó aprender de la “desastrosa experiencia” de su país o Estados Unidos. “En lugar de debilitar la legislación, la CE debería esforzarse por implementar totalmente y reforzar la regulación europea sobre promoción de medicamentos”, dijo.
Todos coinciden en señalar que ante el cambio principal propuesto en la directiva, dar a la industria farmacéutica un papel mayor a la hora de comunicar directamente, hay que averiguar si merece la pena o es preciso una mejor solución. Y a la hora de intentar determinar el valor añadido de esta estrategia, se pusieron sobre la mesa varios ejemplos, con Vioxx a la cabeza, para demostrar que no se puede contar con las compañías para proveer información actualizada sobre los efectos secundarios de sus productos.
No fue el único ejemplo. Para dilucidar si la industria farmacéutica es una buena fuente de información para los pacientes también se analizó cómo actúa en otro campo: el de la información a los médicos. “No toda la información que reciben de la industria parece muy científica”, dijo Jörg Schaaber, presidente de la Sociedad Internacional de Boletines de Medicamentos (ISBD). El porqué de esta afirmación radica en varias estrategias selectivas que han contribuido a delimitar la frontera entre información y publicidad en los países que han apostado por liberalizar la DTC.
En primer lugar, una estrategia de publicación selectiva. Schaaber citó el caso de 12 antidepresivos, sobre los cuales la FDA tiene archivados 74 estudios. De ellos, 23 nunca han sido publicados en revistas médicas y, salvo uno, todos los excluidos tienen en común unos resultados negativos o, cuando menos, cuestionables. “Los prescriptores sólo pueden confiar en los resultados publicados”, dijo Schaaber, y la realidad es que el 94 por ciento de esos trabajos publicados eran positivos.
Otra estrategia es la información selectiva sobre los resultados de algunos de esos estudios. Aquí es donde la barrera entre información y publicidad parece más difusa, y es más peligrosa si está accesible desde Internet. Mintzes y Jörg resumieron los motivos por los cuales “la información de la industria no es una buena opción”: a menudo es incompleta y engañosa; exagera los beneficios al tiempo que minimiza los riesgos; no es comparativa y, sobre todo, no es gratuita. “Los gastos de representación se añaden al precio de los fármacos y promueven un consumo innecesario”, dijo Schaaber.
Consenso unánime
Sin la industria, ¿cómo conseguir una información fiable, objetiva e independiente? Las opciones que más consenso generan pasan por mejorar el contenido de los prospectos, reforzar la regulación sobre promoción de fármacos y situar la EMEA como fuente informativa central, con una buena red a nivel nacional y local.
Otra vía que cobra fuerza es la de reforzar el papel de los pacientes en varios puntos, como la redacción de los prospectos y la notificación e intercambio de efectos adversos, y optimizar la comunicación entre éstos y los profesionales. Son los pacientes mayores los que más necesitan información fiable sobre los efectos de la polimedicación. “Farmacéuticos y médicos tienen la responsabilidad de explicar los efectos de todos los fármacos de prescripción a los mayores y sus cuidadores”, señaló un representante de la Plataforma Europea de la Tercera Edad.